Cuando no puedo conciliar
el sueño, siempre utilizo la misma técnica, y como si de un funcionario del “ministerio
del tiempo” se tratara, me gusta imaginar que viajo en el tiempo.
El último viaje mental,
antes de pillar el sueño, fue ir a visitar un templo, un templo dedicado al dios
Zeus, en la ciudad de Olimpia.
Todas las religiones, han
buscado y buscan lugares con energía especial, sitios que por las razones que
sean, te invitan a la tranquilidad, a la reflexión, al sosiego…, y desde luego
la antigua ciudad de Olimpia cuenta con esas características.
En el mismo lugar, ya se
habían dedicado templos a otras deidades; pero con plena mitología griega en
desarrollo, los habitantes de la zona entre los años 470 a 456 antes de Cristo,
decidieron dedicar un templo a Zeus, (el padre de los dioses y de los hombres).
Así pues, en mi paseo por
el tiempo viajé hasta el 430 antes de Cristo, no me percaté en la ropa con la
que iba vestido, ni se hacía frío o calor, sólo se que era un día por la tarde,
pues vi atardecer entre los robles y encinas que rodeaban el templo.
Llegué caminando, siguiendo
un curso de un arroyo, aguas abajo; y a lo lejos observé un edificio de enormes
dimensiones, piedra caliza lo componía, lo que le daba un color muy
característico.
Antes de entrar, al
templo pregunté (en perfecto griego de la época), por el taller de Fidias; éste
había sido el autor que había esculpido la gran talla de Zeus, que había dentro
del templo; me indicaron por donde era y hasta allí que fui.
Entre cinceles y
cortafríos, allí me encontré con Fidias, su apariencia me la imaginé tal cual
el señor mayor de “érase una vez la vida”.
Le conté que venía de
tierras muy lejanas, y que era un honor para mi conocerle, éste me contó que
estaba muy cansado, pues tras hacer la estatua del Zeus olímpico, no paraban de
encargarle nuevas obras, y las dimensiones de las piezas, y la dureza de los
materiales, le llevaban mucho trabajo.
Templo de Zeus olímpico (imagen https://vivoz-gbo.ru/) |
Así mismo me dijo que, el
templo era blanco, no sólo por la piedra caliza, sino por una capa delgada de estuco,
que conllevaba a que las columnas pareciesen de mármol.
Aunque mármol había y
mucho, lo habían traído en barcos desde la isla de Paros, las esculturas, todas
eran de este noble material; que luego se utilizó en la construcción del otro
templo, el dedicado a Atenea, situado en la ciudad de Atenas, y que es conocido
como Partenón.
El
templo así mismo, contaba con un techo, que estaba elaborado por tejas igualmente
de mármol, hecho tan fino, que la luz del sol penetraba, iluminando el
interior, como si miles de bombillas led se hubiesen colocado.
Ante
mi interés, Fideas me dijo si quería que fuésemos a ver el interior del templo;
lo que no dudé ni un ápice.
El
templo de frente impresiona, por la grandeza y la decoración que acompaña al
friso, y me hizo reflexionar en la involución que posterior a Grecia y Roma
sufrió la humanidad también en lo arquitectónico, pues después de estos templos
impresionantes, hasta el siglo XI, no vino el arte románico, es decir 1.100 años
después; que de nuevo empezó a revolucionar la arquitectura, pero con dimensiones
mucho más modestas.
Tras pasar la puerta,
entre las columnas, te sientes pequeño, sobre todo ante la escultura del dios
Zeus; la cual según me contó Fidias, estaba hecha de madera, y recubierta de
oro y marfil.
Tenía una altura de doce
metros, y el dios aparecía sentado en un trono, con el torso desnudo, y el
manto en torno a
las piernas, llevaba la cabeza coronada de olivo y la mirada, dirigida hacia
abajo, confiriéndole un gesto paternal.
En la mano derecha, tenía a la
diosa de la victoria, de nombre Niké, y en la mano izquierda un cetro rematado
con un águila.
El manto estaba adornado con
flores, y las sandalias también de oro, descansaban los pies sobre un escabel.
Todo el trono en sí, era igualmente
una obra de arte.
Escultura Zeus olímpico. (Imagen de: https://travel.sygic.com/ |
Le dije a Fidias que
enhorabuena, que me había encantado ver la escultura, y que no me extrañaba que
aquella se considerara como una de las siete maravillas del mundo clásico; el
puso cara extraña, como diciendo, “pero ¿qué me estás contando?”
Ante mi interés, Fidias sacó de
una especia de bolsa de tela que llevaba, lo que hoy en día llamamos, “tote bag”,
unos bocetos, estaba ya en marcha la que sería su última gran obra maestra, la Atenea
Pártenos, que presidía el Partenón de Atenas.
Atenea Pártenos. Foto wikipedia.org |
Impresionado ante el boceto, me mordí
la lengua y no quise decirle nada acerca de que tuviese cuidado con Pericles y
la corrupción…; pues la regla de oro en estos viajes es que nada de la historia
cambie.
Tras lo anterior, agradecí a
Fidias sus explicaciones, y me salí del templo, la tarde estaba cayendo, y a
los dos minutos dormía plácidamente. FINEM.
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