Y es que este personaje desde hace varios siglos y desde las alturas de su pedestal, es testigo mudo de todo lo que acontece en la capital del Señorío.
Os estoy hablando del Giraldo; una veleta que corona la torre barroca del antiguo Convento de San Francisco.
La quinta y penúltima Señora de Molina, Doña Blanca Alfonso de Molina, que según cuentan las crónicas fue una mujer en la que recayeron todas las virtudes que la raza humana puede atesorar, desde la belleza y la afabilidad, a la valentía y la inteligencia; mandó construir allá por el Siglo XIII, una Iglesia y Convento al otro lado del río Gallo, accediendo hasta allí por el singular puente románico con el que cuenta Molina.
Puente románico
Posteriormente en el Siglo XVII, se levantó la torre de estilo barroco, sobre el que se apoya el Giraldo, y que así mismo ha dado nombre a toda la torre.
Allá por el año 1972, se hizo una profunda restauración de toda la torre, pues las inclemencias meteorológicas, muy extremas en esta zona y el paso del tiempo la habían deteriorado mucho.
Así pues el Giraldo “el más alto de los molineses”, es el primero en percibir cuando viene el frío viento del norte, al que por estas latitudes llamamos “cierzo”, o cuando torna del sur lo que conlleva la subida de las temperaturas.
Es una veleta confeccionada en madera de sabina, y que mide unos 3 metros, atravesada en toda su largura por un barrón que la asienta con seguridad en la torre de la antigua iglesia de San Francisco, convertida en los albores de la democracia en la Casa de la Cultura.
En su mano derecha nuestro Giraldo sujeta una enorme bandera agujereada según cuentan por tiros realizados para comprobar la puntería y pericia de los soldados en diversas contiendas, y una cruz que remata al propio banderín; mientras que su brazo izquierdo en postura de jarra, da muestra de un formal castizo molinés.
Plaza de San Francisco Molina de Aragón
Así mismo el Giraldo luce un esbelto sombrero que en sus orígenes no portaba; allá por el año 1909 un escalador y acróbata valenciano de nombre Francisco, que con la sola ayuda de su pericia, de varias maromas y una escalera de mano, fue capaz de encaramarse a la cúpula de la torre y trepar por nuestro gigante de madera, lavándole la cara y colocándole un sombrero; todo ello según cuentan las crónicas con la compañía de los acordes de varios tambores y cornetas y la totalidad de la población que no quiso perderse tal efeméride. Por aquel trabajo cobró 70 pesetas que pagó el Ayuntamiento de Molina, y la voluntad de los testigos que echaban en varias gorras que se pasaron.
La historia se repitió hace unos años, pero de forma muy distinta; tras un temporal de mucho viento, el Giraldo se quedó sin sombrero; desde el Consistorio molinés, se pusieron en contacto con mi padre que es herrero, y éste le hizo uno nuevo aprovechando un viejo brasero. Pero en este caso la colocación del sombrero fue mucho más fácil y segura, la llevaron a cabo los integrantes del Cuerpo de Bomberos de la Diputación de Guadalajara con una larga escalera, generando de nuevo gran expectación.
Sin lugar a dudas es uno de los símbolos de Molina de Aragón, sobre el cual también giran leyendas sobre su rivalidad con la otra veleta famosa de la comarca, el Mambrú de Arbeteta, (http://blogdeoscarpardodelasalud.blogspot.com/2010/02/mambru-se-fue-arbeteta.html), por conquistar “el corazón de la giraldilla de Escamilla. O sobre sus romacnes a través de los vientos con la lejana Giralda de Sevilla.
Si vais por Molina no dejéis de visitar a nuestro molinés más ilustre, ya me diréis que os cuenta.