En una ventosa, desapacible y fría mañana del mes de marzo,
estuve paseando por uno de los pueblos más desconocidos de la comarca del
antiguo Señorío de Molina, y que desde luego sus calles y plazuelas encierran
gran encanto.
Y digo que es desconocido, porque por la mayoría de pueblos y
ciudades por las que pasa una carretera, lo único que se hace es pasar, siendo
muy pocas las veces que nos paramos a conocer el caserío o algo sobre su
historia e idiosincrasia.
Algo de esto le pasa al pueblo de Rillo de Gallo; el cual
situado en el kilómetro cincuenta y cinco de la Nacional 211; está acostumbrado
a ver pasar viajeros, por su ciertamente peligrosa travesía en forma de curva,
siendo muy pocos los que se quedan a visitar su recoleta plaza, sus
impresionantes parajes, o su reciente “adquisición”, una casa al estilo Gaudí.
Rillo de Gallo se encuentra a 1055 msnm, en mitad de dos
valles, el que conforma la hondonada de Herrería; por dónde transcurren los
riachuelos del Saúco y Seco; y el río Viejo proveniente de los frondosos
pinares de Molina, Canales, etc… y donde tenemos parajes de especial belleza
como la denominada fuente del Cura.
Los tres riachuelos se juntan en mitad del caserío para
transcurrir tranquilos por mitad de campos de labor, hasta el río Gallo junto
al paraje de la “serna”.
En relación al río Gallo, cuenta la historia que allá por el
siglo XVII, cuando el Rey Felipe IV visitó la ciudad de Molina y probó las
truchas del río Gallo, dio orden que desde ese momento siempre que se le
sirviese este pescado, el mismo procediera del río Gallo, cogiendo desde entonces
gran fama de río truchero.
Volviendo a Rillo de Gallo, y con un viento frío que las
numerosas veletas se encargan de recordarnos que procede del noroeste, lo que aquí
se denomina Cierzo.
Comenzamos a pasear por unas más que tranquilas calles, en
la que nos encontramos gatos, perros e incluso dos potros…, pero ni rastro de
vida humana; las chimeneas humeantes nos revelan que el personal yace
tranquilamente en las casas, en la compañía de un buen fuego, esperando que
amaine el temporal…
Pasear por Rillo de Gallo, es volver a los tiempos de la esplendorosa
industria de la resina; ese líquido denso y pegajoso que los pinos resineros de
la zona han proporcionado a kilos a lo largo de la historia, y que desde luego
en estas tierras del Señorío de Molina, tanto
empleo y economía proporcionaba.
Es muy común pasear por los pinares sobre todo de la sexma
del sabinar y encontrarse con las sencillas macetas de barro, que servían como
recipiente del “lento sangrar” de los grandes pinos resineros.
Esa resina se llevaba a las pequeñas industrias que había en
diversos pueblos, como en el propio Rillo, o también en Mazarete para ser
tratadas y tras pasar unos procesos químicos transformarla en todo tipo de
productos.
Y es también de esta época de la resina, la fuente que
preside la plaza Mayor de Rillo, la cual fue sufragada y mandada erigir por
Calixto Rodríguez; un ingeniero de montes y pionero de la explotación resinera
en la comarca, que a modo de cacique provincial hacía estas obras a cambio de
votos para su escaño en el Parlamento Nacional, como representante del Partido
Republicano allá por finales del siglo XIX, principios del XX.
Rodeado de sabinares, bosques de ribera y campos de labranza,
el caserío de Rillo se mimetiza con la tierra, pues la mayoría de sus casas están construidas con
la piedra arenisca característica del terreno, y que conlleva a esa perfecta
simbiosis.
Es de destacar la parte trasera de la plaza Mayor, donde con
el enorme tronco de un olmo afectado por la grafiosis, se ha hecho una nueva
fuente, así como el callejón del arco, que da acceso desde la plaza a los
arrabales del pueblo, junto a la ribera del arroyo Viejo.
Junto al arroyo también se encuentra el lavadero, el cual con
techumbre de madera y orientado al sur, seguro que antaño fue el centro de
charla y cotilleo sobre todo lo que acaecía en la población; me cuentan que a
día de hoy se sigue usando sobre todo en la época estival, por motivos más
románticos y de añoranza que por practicidad, habiendo incluso unos tendederos
públicos junto al mismo, y de los que también me cuentan nunca ha faltado una
prenda que se tendiera, una cuestión más ésta de eso que denominamos la calidad
de vida de los pueblos.
El Ayuntamiento de Rillo es de nueva planta, construido sobre
el antiguo horno; junto al mismo se encuentra el trinquete o juego de pelota, y
un sencillo parque infantil.
Al otro lado de la plaza, una
humilde iglesia de trazas medievales y gran sabor rural, con espadaña al
oeste y dos grandes campanas; la puerta de acceso es de carácter semicircular,
y está orientada al sur, como intentado buscar el refugio y consuelo de los
feligreses en los domingos de invierno.
Desde la puerta de la humilde iglesia se aprecia a lo lejos y
casi al alcance de la mano, las portentosas torres del castillo-alcázar de
Molina; y es que Rillo apenas dista cuatro kilómetros de la capital del
Señorío.
Seguimos tranquilos el transcurso por las calles de Rillo de
Gallo; por cierto aquí también debemos
hacer un parón en analizar su apellido y es que muchas y variadas han sido las
teorías de por qué allá por el año 1916 se puso ese apellido; en primer lugar
se puso para diferenciarlo con otro pueblo de idéntico nombre en la provincia
de Teruel. Y segundo lo de Gallo, la teoría más generalizada es que proviene de
una expresión muy extendida en aquella época sobre todo por tierras aragonesas
de “hervir a gallos”, referido a hervir muy fuerte, siendo que en Rillo hay
varias fuentes que brotan del subsuelo con gran fuerza como si hirvieran,
siendo la fuente principal de estas cualidades la del Borbullón, de la cual se
abastece el pueblo y da lugar al nacimiento del arroyo Viejo.
En la soledad de la mañana y por nuestro transcurrir
callejero, el viento viene acompañado de un aroma dulce, al principio pensamos
que vendrá de alguna casa, pero enseguida descubrimos que proviene del horno Mateo;
un horno familiar con despacho en Molina, y que es conocido por la gran calidad
de sus panes, pastas y dulces.
Antes de abandonar el caserío de Rillo, no podemos dejar de
ver una casa todavía en obras y que sin lugar a dudas se va a convertir en
monumento indiscutible del pueblo; se trata de una construcción cuyas trazas y
diseños asemejan en todo al estilo gaudiniano, utilizando la forja y el “trencadis”
a lo largo y ancho de la construcción.
Un hijo de Prados Redondos y rillano por adopción marital, de
nombre Juan Antonio, es el artífice de esta obra que con dinero propio, poco a
poco y con mucho sacrifico está levantado.
Las gentes del pueblo la han denominado “el capricho rillano”;
en ella se pueden apreciar decoraciones representado a varios animales, entre
otros, una gran serpiente que hace colación a una vieja leyenda local, relativa
a la existencia de una serpiente de grandes dimensiones en el paraje de Villacabras;
me comenta un vecino que por allí pasaba, que la casa la están haciendo sin
planos ni croquis…; lo que me hace recordar a las primeras obras de Gaudí las
cuales una vez garantizada su estabilidad iba haciendo según su inspiración.
Y hablando de Villacabras, famoso fue el litigio que por los
pastos de este lugar tuvieron en sus tiempos la Comunidad de Villa y Tierra y
el pueblo de Rillo; estando ubicada en este lugar la ermita de la Virgen de la
Carrasca; ermita que en la actualidad está totalmente en ruinas, manteniéndose
en pie un solo arco, y que es utilizada como paridera de ganado.
Foto web http://www.rillo-de-gallo.com/ |
Foto web http://www.rillo-de-gallo.com/ |
De Villacabras a Rillo se encuentran los restos de los que
los estudiosos dicen fue Molina la Vieja, también el bello paraje de la Fuente
del Cura, y piedras varias con inscripciones de índole religioso.
Por lo tanto amigos/as lectores/as; como podéis comprobar
Rillo de Gallo es mucho más que un pueblo de paso; porque tras pasear por sus
coquetas calles, algunas dedicadas a los pastores, a los labradores, o incluso
al retén de Cogolludo, en honor a las once personas que fallecieron en las
labores de extinción del trágico
incendio de julio del 2005 en los vecinos bosques de Anquela, Cobeta, Mazarete,
Selas, Riba, Ablanque, etc;
te puedes adentrar junto al arroyo Viejo para
sorprenderte en mitad de unos parajes de soberbia belleza, donde la
tranquilidad y el sosiego te reconcilian con eso que llamamos madre naturaleza.
Si pasáis y paráis en Rillo, ya me contaréis. VALE.