Desde luego no es algo nuevo en la ciudad de Valencia, pero
tal vez porque he coincidido en los horarios, o porque al apreciarlo la primera
vez he puesto más ahínco en su observación, me he quedado más que sorprendido
de la cantidad de pájaros que pueblan algunas plazas, parques, jardines o
árboles solitarios en la ciudad de Valencia.
Y es que las suaves temperaturas del actual invierno, y la
cercanía de la ciudad de Valencia con respecto a la huerta, y a la propia
Albufera hacen el resto, para que la capital del Turia sea un hábitat cómodo y
agradable, para la que se considera una de las especies invasoras más dañinas
del planeta.
Me estoy refiriendo a los estorninos; (Sturnus vulgaris), un
pequeño pájaro de plumaje negro con reflejos verdes, morados y pintas blancas,
pico cónico y patas rojizas, que tiene un montón de cualidades singulares que
desde luego les denota cierta peculiaridad.
Una de ellas es que viven en bandadas; de hecho nunca las
abandonan y siempre van juntos a todos los sitios; todo lo hacen juntos, a las
mismas horas; en un momento concreto salen de los sitios donde duermen, vuelan
en una dirección, en otra, vuelven al nido, etc… de hecho ver sus juegos
voladores en el aire son todo un espectáculo visual, convirtiendo en verdaderas
nubes de pájaros que recuerda en parte a
la película “Pájaros” de Alfred Hitchcock.
Se alimentan siempre en el suelo, comiendo pequeños insectos,
lombrices, gusanos, semillas, etc...;
así como restos de comida; hecho éste que les permita vivir sin problemas en zonas
urbanas.
Porque además para dormir no suelen tener problemas,
aprovechan cornisas, puentes, y sobre todo grandes árboles solitarios, o
conjuntos de copas arbóreas de parques, jardines bulevares, etc…
Otra peculiaridad de los estorninos es que son capaces de
imitar los sonidos de su entorno, e incluso de aprenderlos.
Es verdaderamente impresionante observarlos sobre todo a
última hora de la tarde, cuando se inicia el ocaso de luz solar; los cuales pueblan las azoteas, antenas y cableados
próximos a sus dormideros, y de repente todos a una, y como si en respuesta a
una llamada se tratase salen raudos en dirección a estos lugares de cría y
descanso.
Suelen criar una media de cinco pollos por temporada, esto
unido a su condición gregaria lo convierten en todo un problema para los
vecinos de las zonas donde duermen y crían, por la algarabía que provocan, y
por los efectos de sus excrementos.
Otro inconveniente es que desplazan a las aves autóctonas, en
el caso de la ciudad de Valencia palomas y gorriones (estos últimos protegidos
legalmente).
Aunque no todo son problemas, ya que gracias a su
alimentación acaban con plagas de insectos, invertebrados, incluso restos de
basura orgánica arrojada por los humanos.
Fuera como fuese es un verdadero espectáculo observar cada
tarde la forma tan curiosa con la que acaban su jornada diurna; en el caso de
Valencia, les queda poco tiempo de estar tranquilos, el uno de marzo comienzan
las “mascletaes” y en breve las fiestas falleras, donde el continuo estruendo de los artificios
pirotécnicos obligarán a nuestros visitantes de invierno a huir camino de lugares más tranquilos.
Eso significará que la primavera ya está aquí… aunque este
año al menos a Valencia el invierno aún no ha llegado.