Sobre el cerro que rodea por el norte la villa de Molina en
Guadalajara, en tiempos de los sarracenos se construyó una atalaya que servía
de vigilancia para los vastos terrenos que comprendían la taifa y entorno de la ciudad;
eran tiempos complicados de batallas por el credo, de conquistas y
reconquistas, de amores imposibles, de vecinos con religiones diversas, de
habitantes de la península cristianos y árabes…
Tras el triunfo del Rey aragonés, Alfonso I el Batallador
sobre las huestes morunas, y la constitución del Señorío de Molina, el primer
Conde de la Villa Don Manrique de Lara, decide construir sobre el viejo y
decrépito alcázar árabe y sobre la atalaya de vigilancia, un castillo, que por
sus características y situación geográfica, sean símil de su poder y
legitimidad.
Un castillo que sin lugar a dudas, a lo "arroz y tartana" de Blasco Ibáñez, trataba de mostrar más poderío militar, del que realmente se tenía.
En alguna ocasión os he hablado del castillo de Molina dando
un paseo por sus adarves y almenas.
Pero en esta ocasión os hablaré de la torre solitaria que en lo alto del cerro, ha hecho de guardián y vigilante, y así mismo faro guía y referente de la ubicación de Molina a lo
largo de los siglos.
Como os decía anteriomente, corría el siglo XII, cuando el primer
Conde del Señorío decide sobre aquella atalaya árabe construir un gran torreón;
y digo lo de gran torreón, porque según
algunos cronistas de la época, llegó a uno de los edificios más altos de aquella Europa medieval,
con prácticamente treinta metros de alzada; en la actualidad tiene unos pocos
menos, dieciocho y medio; luego os cuento el porqué de este decrecimiento. Pero
pensad que tenía una planta más con respecto ahora, y su terraza en lo alto,
estaba a medio cubrir por tejado a dos aguas.
Dibujo (página web turismo de Molina de Aragón). |
Batida por todos los vientos, en su cara noreste acaba de
forma de lanza, haciendo por tanto que tenga forma pentagonal; varias son las
finalidades de ese remate; uno evitar los ataques frontales por ese lado, ya
que es el único franco con acceso llano hasta la torre, y así mismo romper el
viento del cierzo (viento frío de noreste), que es con esta dirección por la que arriba hasta las
tierras de Molina.
La torre así misma siempre ha estado rodeada de una gran
muralla en forma de rectángulo, en cuyo interior albergaba todas las
instalaciones necesarias para el suministro y mantenimiento de la torre; así
mismo en este espacio había diversas canaleras, cuya finalidad era conducir las
aguas pluviales hasta un gran aljibe, y así proveer a la atalaya de agua, incluso en situaciones de asedio.
De igual manera dentro de este recinto había un almacén,
donde se guardaban alimentos y víveres varios para la guarnición, cocina para
elaborarlos, horno de pan, cobertizos con paja, leña etc…; y así mismo había
una pequeña herraría para la reparación y puesta a punto de lanzas, cuchillos,
hachas, etc… No olvidemos que la función principal de la torre era de vigiliancia y defensa de la población.
También a lo largo y ancho del adarve de la torre se
almacenaban grandes piedras para lanzar con catapultas en caso de batalla, y
grandes recipientes donde calentar agua para arrojar sobre posibles intrusos.
En este adarve que rodea el recinto exterior se colocaban
grúas y poleas para subir sin grandes esfuerzos, todas estas piedras y objetos
de defensa desde el exterior a la barbacana de almenas.
El acceso a la torre no era como hoy lo conocemos; de hecho se accedía a
través de una escalera practicable, de estas de mano, hecha de madera y cuerda; y que se quitaba para evitar que
nadie pudiese entrar, siendo por tanto un edificio totalmente inexpugnable, y
que nunca a lo largo de los siglos fue ocupado por fuerzas enemigas a las que
controlaban la torre.
Tampoco era como lo es hoy el acceso al recinto exterior de
la torre; éste lo era en forma de ele o codo, para evitar que pudiesen derribar
la puerta con un ariete, etc…; y así mismo aprovechando el recodo de acceso,
desde lo alto de la torre poder atacar al invasor arrojando
toda clase de piedras y agua hirviendo.
Por dentro la torre no estaba hueca, se dividía en plantas, a
las que igual que en la entrada se accedía por escaleras de mano practicables,
que en caso de emergencia se retiraban para evitar la ocupación de las diversas
dependencias.
Así pues os diré que la planta baja, es decir por donde hoy
se entra, estaba por debajo de la puerta de acceso; el acceso a la torre lo era en torno a dos tres metros del suelo, a través de lo que es hoy un ventanuco; se ponía la escalera desde el exterior para acceder hasta él; de esta manera en caso de invasión tampoco podían acceder a la torre en tropel, sino que debían hacerlo de uno en uno, lo que facilitaba la defensa del bastión; bajo esta planta de acceso y que suponía por tanto la primera planta,se encontraba el habitáculo, que es ahora la zona de acceso, con la puerta a pié llano, y que enonces se utilizaba como almacén de alimentos y provisiones; y en alguna
ocasión incluso como calabozo.
Por toda la torre había braseros de cerámica o hierro para
calentar las dependencias, y así mismo antorchas para los desplazamientos
nocturnos por las dependencias, elaboradas de pez y estopa.
En la primera planta, es decir la planta por la que se accedía a la torre; se encontraba lo que
se denominaba cuerpo de guardia, y que no era otra cosa sino un grupo de soldados que ejercían las labores de guardia y control de acceso a la torre.
Estas dependencias tenían un mobiliario sencillo, mesas y banquetas, que se utilizaban para comer, baúles
para guardar la rudimentaria vajilla, armas, etc… además de largas bancadas con almohadones de
paja para descansar.
La segunda planta, al ser una de las intermedias de la torre,
era de las más cálidas, por lo que se utilizaba como dormitorio de la
guarnición; su mobiliario lo componían grandes jergones, es decir colchones de
esparto, paja o hierba, donde descansaban los soldados todos juntos; así mismo
en estas dependencia había cántaros con agua, braseros, perchas, arcones, y
orinales.
La tercera planta era la más caliente de la torre, por lo que
ésta se convertía en las dependencias del jefe o responsable de la guarnición
de guardia; el mobiliario también era escueto y sencillo, una estructura de
madera que hacía las funciones de cama, colchón de paja, perchas, arcones,
tinajas con agua, mesa, taburete y orinal.
Las ventanas se cubrían de telas y pellejos con grasa para
evitar la entrada de frío y las corrientes de aire; pensemos que en esa época no había cristal , ni ventanas con rotura de puente térmico etc...
En la misma habitación también dormían los ayudantes más
directos del jefe de turno.
Toda la dependencia contaba con braseros altos, fijos sobre un pie, en que se encienden
materias inflamables y que servían como calefacción e iluminación. También se
usaban velas elaboradas con grasa, ya que la cera era un producto de excesivo
lujo.
La cuarta planta…; ya llevamos cuatro plantas en un edificio
del siglo XII…; se utilizaba como almacén de utensilios para la torre, armas,
munición, leña, mobiliario de la torre, etc…
Por último llegamos a la azotea; ésta se dividía en dos
espacios, uno cubierto con un tejado a
dos aguas, machihembrado con madera, y
otro dedicado a terraza; en la zona cubierta se guardaban los materiales que
necesitaban estar secos, como por ejemplo leña, y servía para cubrir y proteger
de las inclemencias meteorológicas el acceso a las plantas inferiores.
El resto de espacio de la terraza servía para comunicaciones
a través de espejos, humo y fogatas con el resto de castillos y fortificaciones
del Señorío, y de fuera (Zafra, Santiuste, Alpetea, Peracense…); así como lugar
único para la vigilancia, y de defensa de la propia torre.
En esta azotea también se guisaba para el personal de
guardia, y se guardaban piedras y elementos arrojadizos para el caso de ataque
al torreón.
Desde la torre al castillo, había una coracha o pasillo
subterráneo, que permitía el paso de un espacio a otro sin ser visto por el
enemigo, en caso de conflicto.
Desde su construcción hasta nuestros días, mucho ha llovido e
incluso nevado por estos lares, siendo la Torre protagonista de decenas de
avatares históricos.
Tras la muerte de Doña Blanca, y heredado el Señorío su
hermana la Reina de Castilla María de Molina, de la que hace unos días, se cumplió el séptimo centenario de su muerte e 1 de julio del año 1321, la torre y el castillo dejaron un poco su
papel defensivo, y de apariencia de poder.
¿Y por qué a la Torre se le apellidó de Aragón?, bueno pues la razón la tenemos, por aquellos seis años (1396 - 1375); en que Molina y sus tierras, pasaron a conformar parte del Reino de Aragón.
Aquí os cuento, por qué Molina se apellida de Aragón:
(http://blogdeoscarpardodelasalud.blogspot.com.es/2014/11/hablando-de-la-castellana-molina-de.html).
En recuerdo de aquella efeméride Molina se apellida de Aragón, y denominan a la torre más alta y visible
del castillo, como Torre de Aragón.
Muchos años después, cuando Carlos VI, y como dice la periodista Nieves Concostrina, el mastuerzo de su hijo, Fernado VII, dejan pasar a Napoleón camino de Portugal, y éste decide quedarse en España; surge aquella guerra denominada de la indepedencia, donde los españoles luchan porque sus Reyes regresen del exilio vacacional en Bayona, y José I (José Bonaparte, también conocido como Pepe botella, por bajar lo impuestos a las bebidas esperituosas), salga de Madrid, en dirección a los Pirineos.
Molina sufrió mucho en aquella guerra, de hecho los franceses quemaron más de 600 viviendas, y entre otras edificaciones la iglesia de San Gil; lo partidarios del Napoleón, tomaron la torre, convirtiéndola en su cuartel general, haciendo un gran
foso a su alrededor.
En esa época las recién creadas Cortes de Cádiz, ante el esfuerzo de los molineses en la lucha contra los franceses, concedieron a Molina el título de ciudad.
Pero la gran transformación de la Torre, vino años después con las
denominadas guerras carlistas; el Rey Fernando VII, “el deseado”… en su lecho
de muerte deroga la Ley Sálica, permitiendo con ello que puedan reinar las
mujeres, él cuenta solamente con una hija, menor de edad, y que por tanto debe
tomar la regencia su mujer de nombre María Cristina; la hija sería la futura
Reina Isabel II; pero tal derogación de la Ley Sálica enfadó enormemente a su
hermano Carlos María de Isidro, que entendía que a él le correspondía el trono,
surgiendo así una guerra civil denominada como las guerras carlistas.
Pues bien los carlistas tomaron rápido la ciudad de Molina y
se instalaron en su castillo y torre de Aragón, y aunque por fuera apenas
cambiaron nada, por el interior la cambiaron de arriba abajo, haciendo una
escalera fija de madera, en vez de las incómodas practicables, y que es la
escalera que ha llegado a nuestros días.
Cuando acabaron las guerras con el triunfo de los Isabelinos;
Isabel II recordando que el castillo de Molina había sido refugio de su enemigo
decidió volarlo, y así comenzó a bombardear la Torre de Aragón y el recinto
amurallado del castillo, ese que baja a lo que hoy es el cruce de la Nacional
211, con la Autonómica que va en dirección a Daroca y Calatayud.
Tras las peticiones del pueblo de Molina de que no tirase su
edificio más emblemático, y por el alto coste que suponía la obra, Isabel II,
accedió a la petición y no derribó la fortaleza, pero la Torre de Aragón, rota
y desmochada perdió casi diez metros de altura, de ahí su decrecimiento que os
comentaba antes.
Fuera como fuese la ubicación de la Torre de Aragón es impresionante
porque se atisba desde la práctica totalidad de los términos municipales que
comprenden el antiguo Señorío de Molina,
siendo sin lugar a dudas uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.
Sólo me queda recomendaros la subida a este precioso edificio
y que disfrutéis del paisaje que desde arriba se otea. FINEM