La Sierra de Caldereros desde siempre me ha parecido tener una energía especial y no sólo por su belleza, que desde luego; sino por la cantidad de lugares recónditos que la hacen un lugar especial.
He leído de esta sierra que, algunos geólogos le llaman el tejado de España, pues las aguas que caen al norte de la misma, y que dan origen al río Piedra, ese que un poco antes de Nuévalos, se despeña por cascadas de inefable belleza, en ese lugar conocido como el Monasterio de Piedra, junto al Mesa, desembocan en el Jalón, y éste en el Ebro abocando sus aguas finalmente en el Mediterráneo.
Sin embargo, las aguas que caen al sur de la Sierra, van al río Gallo, éste al padre Tajo, y finalmente al Océano Atlántico, siempre y cuando el trasvase al Segura así lo permita.
Es un mirador extraordinario pues desde toda la cresta de su cordillera, sobre todo hacia al norte, se aprecian kilómetros y kilómetros de Aragón, la lámina de agua de Gallocanta y allá a lo lejos el enigmático Moncayo.
Reguardado de los fríos nortes del viento, al que por estas tierras llamamos Cierzo, el majestuoso Castillo de Zafra, ese en el que el tercer Señor de Molina se escondió tras atacar al Rey de Castilla Fernando III…; y un poquito más al sur, en mitad de ninguna parte, entre tierras de labor, carrascales, y hondonadas cuyas superficies se convierten en pequeñas lagunas en períodos de lluvia, se encuentra una de las ermitas más bellas de toda la comarca de Molina, se trata de la ermita de la Virgen de la Carrasca. (Castellar de la Muela)
Amplio ha sido el debate entre estudiosos de la comarca, si se trataba de la parroquia del antiguo poblado de los Villares o no, pera la opción mayoritaria a día de hoy es que no, ya que ese poblado sería anterior a la ermita, de la época celtíbera; así pues parece ser que desde siempre fue una ermita del vecino pueblo de Castellar de la Muela.
Casi todos los edificios dedicados al culto, a la oración, a la reflexión, desde tiempos paganos están en lugares donde no tengo muy claro por qué razón, se respira paz, y desde luego la ubicación de la ermita de la Virgen de la Carrasca es uno de ellos.
En mitad de esta soledad serrana, con piedras de sillar de tonos rojizos, toscamente labrados, se erigió la ermita, la cual se caracteriza por su sencillo estilo románico, por su ciprés y por el ruidoso silencio, del lugar donde se asienta.
Su construcción data del siglo XII, cuando el Señorío de Molina daba sus primeros pasos, y los moradores de esta tierra cambiaban de religión.
La ermita está compuesta por una nave única alargada, cuyo ábside en forma circular, como mandan los cánones del románico está orientada hacia oriente, y es que los edificios de estilo románico se construían siguiendo un eje este – oeste; la cabecera de la iglesia o ábside hacia el este; y todo por pura simbología, ya que en oriente (tierra Santa), es donde había nacido Cristo, y así mismo por donde sale el sol todos los días, tras el período de tinieblas; el cual con su ciclo diario constituye un recordatorio permanente del ciclo de la vida y la muerte.
En este ábside hay una pequeña ventana con forma de aspillera, donde tras el alba penetran los primeros rayos de sol; todo este ábside, tiene un alero de sencilla traza, adornado con canecillos y modillones que refuerzan así mismo la cornisa.
La fachada sur del templo es para la portada, ornamentada por tres arquivoltas de arista lisa, que descansa en sendas columnas, cuyo conjunto otorgan al espacio una sobria elegancia.
De igual manera en el románico era típico hacer un pequeño patio como de antesala al templo, y la ermita de la Virgen de la Carrasca también lo tiene, éste es prácticamente hermético, entrando la luz al mismo, por dos pequeñas ventanas, y la puerta de acceso.
Dentro del atrio en varias piedras se observan las denominadas marcas de cantero, que no era otra cosa, sino la muesca que cada cantero hacía en las piedras que colocaba para luego cobrar el trabajo hecho.
La fachada norte del templo, lo compone un potente muro de mampostería, sin ventana alguna; ya que trata de proteger al templo, de las inclemencias meteorológicas que, en esta parte de las parameras de Molina son extremas, sobre todo en los meses de invierno.
Y hacia poniente una sobria fachada en cuya cumbrera aparece una desvencijada espadaña, cuyas oquedades nos descubren que antaño albergaban un campanil.
Desde hace tiempo la talla de la Virgen se alberga en la Iglesia de Castellar de la Muela, para evitar que los amigos de lo ajeno se la puedan llevar, aunque el tercer sábado de mayo las gentes de Castellar la llevan en romería hasta la ermita, donde los castellarenses pasan el día entre bocatas de embutido, tortillas de patata y votas de vino; es típico el lanzamiento de caramelos y golosinas para los niños, y el disparo de fuegos artificiales cuando las andas regresan al pueblo.
Virgen de la Carrasca. (Fuente Facebook Peña de Castellar de la Muela). |
El profesor y poeta José Antonio Labordeta, describía los elementos artificiales que se introducen en el campo, como “la cutrez de la modernidad”; pues bien, algunos de estos elementos rodean el paraje de la ermita, números molinos eólicos, con sus cables de alta tensión acompañan al paisaje, pero aún, así eso no quita la paz y el sosiego del lugar.
Desde la ermita a lo lejos, apenas dos kilómetros se vislumbra el pueblo de Castellar de la Muela, del que hace tiempo algunas cosas os conté: (https://blogdeoscarpardodelasalud.blogspot.com/search/label/Castellar%20de%20la%20Muela?m=0)
Y en la otra dirección la ermita de San Segundo en el término municipal de Hombrados, uno de los mejores miradores de toda la comarca.
Con todo lo anterior, poco más os puedo contar sobre esta ermita y sobre este lugar, sólo que la visita compensará el viaje hasta ella, pues como dice el Cronista Oficial de la Provincia de Guadalajara don Antonio Herrera Casado, “Su dignidad silenciosa evoca la fuerza constructiva de las gentes anónimas de los pasados siglos. (…) Su lejanía, su silencio, su olvido de todos, añade un valor a este templo, que recomendamos visitar a quienes gustan de estas viejas piedras, a quienes, sobre todo, se dedican a contarlas y describirlas.”
Ya me contaréis FINEM.