Sin lugar a dudas una de las experiencias más bonitas de mi
vida fue la de realizar, al menos en algunos tramos el Camino de Santiago; esa
vieja ruta que desde hace más de diez siglos atraviesa el norte de España
camino de la ciudad de Santiago de Compostela, para terminar en la gran
catedral sobre la supuesta tumba del apóstol
Santiago.
Desde el siglo X a esta parte todo ha cambiado mucho, y cada
uno hace la andadura del camino por motivos diversos, la religiosidad, una
promesa, la reflexión, el reencontrarse a uno mismo y miles de motivos más, que
podríamos enumerar si preguntásemos a cada uno de los miles de peregrinos que
cada día deambulan por las diversas rutas jacobeas.
Mi experiencia personal la contaré en un post dedicado en exclusiva
a ello; pero viene a resumirse, por las gentes, los paisajes, la convivencia,
los colores, la enigmática magia que encierra todo, una de las experiencias más
bonitas de mi vida.
Pero como os decía eso lo contaré en otro post; hoy quiero
divagar con todos vosotros sobre el hecho de si realmente están o no los restos
del apóstol Santiago en la capital gallega.
El apóstol Santiago, también conocido como Santiago el mayor,
según la tradición cristiana fue uno de los doce apóstoles de Jesús; según esta
misma tradición tras la Ascensión de Jesús a los cielos, Santiago vino a
evangelizar por las tierras romanas de Hispania; donde entro otros se sucedió
el famoso capítulo de la aparición de la Virgen sobre una columna de jaspe, a
la orillas del Ebro en la ciudad romana de Caesaraugusta.
Posteriormente en el año 43, el Rey de Judea, Herodes de
Agripa ordena su decapitación con una afiliada espada.
La cosa es que allá por el siglo IX; el obispo gallego
Teodomiro, observando que los musulmanes dominaban la práctica totalidad de la
antigua Hispania, y comprobando también el auge que la ciudad de Roma estaba
tomando por la peregrinación a la supuesta tumba del apóstol San Pedro, decidió
buscar unos restos que correspondieran al apóstol que había predicado por las
hispanias y que no era otro sino Santiago.
Asique Teodomiro contó la siguiente historia: vino a decir que por
aquellas colinas suaves vivía un ermitaño de nombre Pelayo, y que éste le avisó
que llevaba unos días donde en el campo había gran resplandor, un campo de
estrellas, un “campus stellae”… Compostela.
El propio Teodomiro acudió desde Iria hasta esas colinas,
para observar los acontecimientos que le había indicado el ermitaño, y
efectivamente también fue testigo de aquel campo de estrellas…; apreciando que
un haz de luz marcaba un lugar concreto en la espesura del bosque; yendo a ese
lugar se encontraron un sepulcro con tres cuerpos en su interior…; al instante
el Obispo de Iria, determinó que aquellos cuerpos correspondían a Santiago el
Mayor, y sus dos discípulos Teodoro y Atanasio.
Tras “el hallazgo”, el Obispo de Iria se lo comunica de
inmediato al Rey astur, Alfonso II el Casto.
Y éste hace la primera peregrinación a Compostela, por lo que
a día de hoy se denomina el Camino primitivo que parte de la ciudad de Oviedo.
Éste junto a Teodomiro deciden construir una pequeña iglesia sobre
la tumba; siendo éste el momento en el que nace el Camino de Santiago, pues
comienzan a venir peregrinos desde muchos lugares de Europa, asique al poco la
iglesia ya se había quedado pequeña; y Alfonso III, decide ampliar la primitiva
iglesia; conformando ya una considerable basílica de características románicas,
acabándose ésta hacia el año 890.
Pero al poco un caudillo musulmán de nombre Almanzor en el
año 997, la destruye por completo; reduciendo la basílica a escombros…; destruyendo
todo, excepto el sepulcro.
Este último hecho conllevó a que al poco tiempo ya en el
siglo XI, se volviera a reconstruir un nuevo templo de estilo románico, éste ya
de grandes volúmenes para convertirse en catedral y lugar de recepción de
peregrinos; a la vez comienzan a levantarse los primeros albergues, hospederías,
hospitales, casas de comidas, etc…
En el año 950, junto al Obispo francés de Puy de nombre
Godescaldo, acudió hasta Santiago un importante séquito de peregrinos,
comenzando de esta forma, el boca a boca y difusión de la ruta hasta la tumba
del apóstol
En el siglo XII se cuentan por decenas de miles los
peregrinos que acuden desde toda Europa hasta Compostela.
Desde entonces el peregrinaje fue “in crecendo” hasta los
siglos XVI y XIX; que la peregrinación se frenó por la desaparición de los
huesos…; la cosa es que el pirata inglés Sir Francis Drake atacaba a lo largo del siglo XVI, todo lo que tuviera
que ver con los intereses de la España de la época, tanto en la península como
en las indias; y sobre el año 1589 atacando tierras de Galicia, anunció que en
cuento llegara a Santiago destruiría la catedral y el relicario del Santo…;
este anuncio y la fama de malvado y destructor del pirata, conllevaron a que el
Arzobispo de Santiago Juan de San-clemente y Torquemada, decidiera esconder los
huesos de Santiago y sus discípulos…; el problema vino con el hecho de que el
Arzobispo no comunicó a nadie dónde escondía esos huesos, y el susodicho murió
llevándose consigo el secreto del escondite.
Casi tres siglos después en el año 1879, bajo mandato del
Arzobispo Miguel Payá y Rico, y tras perforar una bóveda de la catedral; apareció
una urna con huesos humanos; y en el 1884, el Papa León XIII; anuncia al mundo
por Bula, el redescubrimiento de los restos del apóstol, iniciándose de nuevo
las peregrinaciones hasta el día de hoy.
A la pregunta de la autenticidad o no de los restos de
Santiago, de nuevo tenemos que tomar la historia y la leyenda para poder esclarecer
algo sobre el asunto; y ésta dice que:
Santiago muere decapitado en Jerusalén por orden del rey
Herodes Agripa, sus restos son echados a los perros, luego siete discípulos
recogen los restos, los ponen en una barca de piedra, sin timón ni vela; esta
barca cruza desde Palestina todo el Mediterráneo, y tras pasar el estrecho de
Gibraltar, remonta el Atlántico hasta recabar en la ciudad romana de Iria
Flavia; allí los discípulos de Santiago colocaron los restos del apóstol sobre
un losa de piedra, que como si fuera cera se derritió para convertirse en un
sarcófago, con la ayuda de dos toros bravos que tras atarlos al carro se
amansaron, trasladaron el pesado sarcófago y los restos del pescador de judea
hasta el lugar donde los toros decidieron pararse; allí los discípulos
construyeron un pequeño sepulcro y erigieron un sencillo ermitorio. Y este
según cuenta la tradición cristiana es el sepulcro que encontró Teodomiro bajo
el campo de estrellas…
Cuando en el siglo XIX se encuentran los restos óseos en la
bóveda de la catedral, se lleva a cabo un simulacro de estudio e
identificación; acuden varios cardenales
mandados desde Roma, la curia de Compostela y se supone que la Universidad; la
cuestión es que entre todos deciden que son los restos de Santiago, y el Papa
León XIII dicta Bula “Deus Omnipotens” anunciando los huesos como auténticos, y
ordenando que esos huesos nunca más volviesen a estudiarse…
Decía Miguel de Unamuno respecto al tema que: “un hombre
moderno, de espíritu crítico, no puede admitir, por católico que sea, que el
cuerpo de Santiago el Mayor esté en Compostela…”
Pero la cuestión es que sea como sea, y con el máximo respeto
a quien quiera creer o no, a la fe, a la ciencia, a la historia, o a lo que
cada uno quiera acogerse, el fenómeno del Camino de Santiago, y la arribada
hasta el sepulcro de Compostela, ha sido, es y seguro que será, uno de los movimientos de masas más
importantes de la humanidad.
Por lo demás y ante todo en la vida, sólo desearos una cosa
Buen camino. FINEM