Las carreteras generales, al igual que las vías rápidas, o
las autovías conllevan muchas cosas buenas, como son la seguridad, la rapidez
en el transporte y desplazamiento, y por ende la eficacia en el viaje; pero
tienen consigo otras tal vez más banales para el objetivo último que es el
desplazamiento de un lugar a otro, pero a las que yo les doy importancia, y es
que con la velocidad que otorgan estas vías nos perdemos el camino y sus pueblos.
Y algo así ocurre cuando circulando por la nacional 211, esa que
une Alcolea del Pinar con Tarragona, atraviesas la población de Castellar de la
Muela; la cual pasa totalmente inadvertida, escondiendo entre sus casas y
parajes grandes tesoros arquitectónicos, históricos y paisajísticos.
Situada en la zona sur de la Sierra de Caldereros en plenas
parameras de Molina a 1.223 msnm, Castellar yergue asentada sobre una muela
rocosa de la cual toma el apellido, y que sirve de fundamentos y cimientos para
su iglesia y para el barrio que los castellarenses denominan del Castillo.
Castellar de la Muela desde Caldereros
No está muy claro el origen del pueblo, dándose por ciertas
las teorías de que surgió tras el traslado de la población de un poblado
cercano que se denominaba los Villares, por la insalubridad del suelo donde se
asentaba éste, ya que había grandes humedales, y del que hoy sólo queda lo que
era su parroquia, y es sin lugar a dudas la joya de Castellar, la ermita de la
Virgen de la Carrasca.
Se trata de una sencilla ermita ruralde estilo románico, datada del siglo XIII,
como el castillo de Molina.
Alguna tradición oral dice que esta ermita, formaba parte de
un Convento de monjes templarios; pero autores de reconocido prestigio como
Antonio Herrera Casado lo han desmentido, calificando tales datos de meras
fábulas y leyendas.
El conjunto ermitorio de lejos aparenta una tosca
construcción, que se convierte en unajoya de sencilla belleza en cuanto la observas de cerca; consta de una
sola nave con ábside y atrio en la que se comprende una sencilla portada
románica.
En el interior de la ermita antaño se guardaba una pila
bautismal que databa del año 1300, y que hoy por miedo a los robos y la rapiña,
se guarda y protege en la Iglesia Parroquial.
Hasta esta ermita acuden las gentes del lugar en alegre
romería el tercer sábado del mes de mayo, cuando la mies ya brilla con brío por
estos páramos; Siendo la propia ermita y gran el ciprés que le acompaña
testigos mudos de fiesta y devoción a partes iguales.
Cerca hay otra pequeña ermita, ésta dedicada a la Virgen de
la Soledad, y que data del siglo XVII.
Volviendo al pueblo, destaca por encima de todo el caserío,
como si de un pastor con su rebaño se tratara, la Iglesia advocada a la
Exaltación de la Cruz.
La misma data del siglo XVI; aunque las obras de su construcción
no concluyeron hasta la centuria del 1700.
La torre obra del maestro cantero Manuel Gilaberte, se
termina en el mismo año que la vecina Francia lleva su revolución más famosa;
corre el año 1789.
La iglesia está construida en su generalidad con piedra
oscura, contrastando con el resto del
caserío que en general está construido con la rojiza de rodeno, haciendo ambos iglesia y
caserío una perfecta simbiosis de adaptacióny mimetizaje con el terreno.
La plaza del pueblo está presidida por la casa de la villa o
ayuntamiento que data del siglo XVIII y como todos los pueblos molineses por un
recio y firme frontón.
La plaza es el espacio público de reencuentro, ocio y
esparcimiento, en ella está el pequeño bar que agrupa a las gentes de
Castellar, en torno a un buen café, o a una partida de cartas, siendo conocidos
los campeonatos de guiñote en la época estival.
También en esta plaza se celebran las fiestas populares,
verbenas, disfraces, etc…
Hablando de fiestas, una tradición conocida del pueblo de
Castellar, es el denominado “baile del pollo”; y que parece ser consiste, en
bailotear alrededor del pueblo y en parejas, acompañados de una gaita, al
soniquete de la siguientes letras: “Pollo,
pollo, pollo la gallina, el que no lo baile es una cochina”.
Y es que Castellar pese a ser castellana, por su cercanía con
Aragón tiene muchas peculiaridades análogas con la región maña, de ahí que
tenga muchas canciones populares que aquí denominan seguidillas, que aparentan
en casi todo a la jota aragonesa.
No podemos irnos de Castellar de la Muela, sin conocer la
preciosa fuente que el molinés maestro cantero Martín Mendieta ha construido hace
unos años, y que la dedica a otro cantero oriundo del propio Castellar a Maxi.
La fuente representa a una especie de dragón-pez que con sus
mandíbulas empuña el caño por donde brota el líquido elemento.
En frente de Castellar dos viejos palomares, que como dos
centinelas vigilan los fructíferos huertos que en la época estival, provee a
las sabias manos agrícolas de las gentes de Castellar, de ricas verduras y
hortalizas.
Un poco más allá la Sierra de Caldereros, esa que divide las
vertientes acuíferas entre el Mediterráneo y el Atlántico, y en mitad de la
misma el roquero y majestuoso castillo de Zafra.
Acabo este post dedicándolo a las buenas gentes de Castellar
de la Muela, y recomendando encarecidamente un paseo por la paz y sosiego de
sus calles y plazuelas. FINEM.
A escasos 40 kilómetros de la ciudad de Valencia, se encuentra el pintoresco municipio de Segart, muy conocido por la montaña que la preside y que recibe la nomenclatura del mismo pueblo; no es otra sino la Muela de Segart.
Segart se encuentra escondido entre las estribaciones más orientales de la Sierra Calderona, siendo un pueblo familiar e íntimo hasta el punto que todavía en muchas de sus casas dejan la llave puesta en las cerraduras.
Su recoleta plaza y casco urbano se asoman hacia el barranco que conforma el arroyo cuyas aguas vienen desde la Mola y el Garbí.
Pero la intención de este post, es mostraros una posible excursión de total facilidad, cercana a Valencia, y cuya realización os dará mucha satisfacción; y no es otra sino la subida a la Muela o Mola de Segart.
A la Mola de Segart se puede acceder por varios sitios; aunque la ruta principal surge a la derecha de la carretera que sale desde Segart, por un sendero (no camino forestal), y que está marcado como ruta de senderismo GR 10, y que en la zona le llaman el camino de la “Font del Campaner”; atravesando una zona umbría y húmeda de constante ascenso, tapizado con un frondoso bosque de pinares de rodeno, se arriba hasta una pista forestal la cual tomaremos hacia la derecha. Esta pista sin dejarla rodea la Mola, hasta su parte occidental, donde surge a mano derecha un empinado sendero que en unos pocos metros da acceso a la cima. Siguiendo la pista forestal puedes volver a Segart.
Esta anterior es la ruta que yo había hecho en otra ocasión, y que es la que hace la mayoría de gente.
Pero en mi último ascenso, en la que iba con mi buen amigo Alfredo Sánchez, tras hablar con varios excursionistas decidimos ir por otra que nos dijeron que era un poco más arriesgada pero muy bella. Y que consistía en llegar a la cima por lo que en la zona denominan “la caries de la Mola”, es decir un cortado en el farallón de roca que corona la cumbre de la montaña.
"Caries de la Mola"
Esta subida surge en el camino forestal que nos hemos encontrado tras dejar la senda de la “Font del Campaner”, siguiendo recto por el mismo, llegas a un desvío en “Y”, cogiendo el ramal de la derecha primero para en seguida observar el arranque de un sendero a mano izquierda un tanto abandonado, y que no está muy marcado. La subida por aquí es más corta, aunque también mucho más dura y arriesgada.
En el punto geodésico de la Mola
La distancia desde el pueblo hasta la cima de la Mola es aproximadamente de unos 6 kilómetros, con un desnivel acumulado de 266 metros, ya que la Mola arriba a los 566 metros sobre el nivel del mar, y Segart está a 300.
Desde la cima se ven unas preciosas vistas, del Golfo de Valencia, se observándose las últimas estribaciones del Maestrazgo, el valle o Camp del Turia, y las ciudades de Castellón y Valencia.
Desde este humilde blog mi recomendación para hacer un bonita y relativamente sencilla excursión.
Ya hacía tiempo que mis hermanos y yo teníamos intención de dar un paseo por el Parque Natural del Moncayo e intentar subir a su cima; así pues aprovechando los días libres de la Semana Santa, hicimos una escapada a este impresionante monte.
SENDERO DE ASCENSO
El Moncayo, es una gran montaña, perteneciente al Sistema Ibérico, pero que se encuentra un tanto aislada del resto de sistemas montañosos y sierras que conforman esta cordillera, lo que le otorga una singularidad especial.
LLEGANDO A LA CIMA
El Moncayo se divisa desde cientos de kilómetros de las comarcas castellanas y aragonesas, lo que conlleva que desde su cumbre se observen panorámicas que parecen de avión, apreciándose incluso las cimas de los Pirineos, sobre todo en el invierno al estar éstas nevadas.
VISTAS DE LOS PIRINEOS DESDE EL SANTUARIO
Parece ser que desde antaño, y así lo atestiguan los vecinos de las localidades próximas, han girado muchas leyendas sobre la gran montaña, dándole un aspecto un tanto mágico e incluso enigmático; a las que sin lugar a dudas ayudan las formas de su cima, y los frondosos hayedos, salpicados de acebos, y pinos albares.
BOSQUES EN LAS FALDAS DEL MONCAYO
BOSQUE DE HAYEDOS
Para subir a la cima del Moncayo, existen varios caminos, siendo el más conocido, habitual y “cómodo”, el que sale desde le Santuario de Nuestra Señora del Moncayo.
MONASTERIO DE NUESTRA SEÑORA DEL MONCAYO
Desde la Comunidad de Aragón, pasando por el punto de información de Agramante, asciende una carretera, que a los pocos kilómetros se torna en pista forestal, en muy buen estado, que llega hasta un aparcamiento habilitado a unos 200 metros del Santuario, entorno a los 1623 metros de altitud, siendo desde ahí las vistas impresionantes. Atrás hemos dejando decenas de fuentes, y pequeños arroyos que se desprenden hacia las tierras del Ebro a gran velocidad por la pendiente.
Junto al Santuario, hay un Restaurante familiar, donde se come a muy buen precio deliciosos platos y comidas caseras típicas de la zona. (Muy recomendable).
Desde ahí (Santuario Nuestra Señora del Moncayo) comienza el ascenso por una senda que discurre bajo un frondoso bosque de pinos albar, siguiendo por un terreno despejado, hasta llegar al denominado circo del Cucharón (1833 m), desde ahí la senda comienza a ser empinada haciendo zigzag, por un ladera escarpada, hasta llegar a la cima del cerro de San Juan a (2283 m), y desde allí por la cuerda de la montaña hasta la cumbre a 2314 metros de altura.
Nuestra experiencia fue la siguiente: pese a que en la base de la montaña hacía buena temperatura y calma total, al llegar entorno a los 1800 metros, el aire se tornó en fuerte y frío viento.
De igual manera no llevábamos crampones (especie de clavos que se ponen en las suelas de la botas para mayor sujeción y estabilidad en zonas de hielo); este hecho nos impidió poder acceder a la cima, ya que entorno a los 2100 metros, la nieve y el hielo eran muy espesos, y peligrosos, abocando en caso de resbalón a enormes pendientes y precipicios. De hecho nos dijeron en la oficina de información que el ascenso era peligroso por las grandes placas de hielo, y que debíamos aplicar la prudencia antes que la osadía.
PANORÁMICAS DESDE LOS 2100 METROS
Así pues desde esa altura hicimos unas cuantas fotos, quedándonos impresionados de las vistas y panorámicas… y haciendo la firme propuesta que debemos de volver más hacia el verano para poder ascender a la cima.
VALLE DEL EBRO
Acabo este post, recomendando la visita a estos parajes, así como a las comarcas circundantes tanto de la provincia de Soria como de Zaragoza.