Corrían los inicios del verano del año 1936, cuando un grupo
de militares llevan a cabo un golpe militar, con el fin de derribar el gobierno
democrático surgido de las urnas…; el golpe no triunfa y comienza el que ha
sido uno de los peores episodios sin lugar a dudas de nuestro país, la guerra
civil española.
Cuando esto ocurre, el joven escritor y poeta Federico García
Lorca, por ser un destacada defensor de cuestiones como la libertad o la igualdad,
huye de la capital de España hasta su tierra, la ciudad de Granada, creyendo
que allí lejos de los grandes poderes del país, y bajo la protección de su
familia, que era de clase acomodada, no tendría peligro alguno.
Así pues el poeta se refugia en la casita de descanso y
recreo que su familia tiene a las afueras de Granada en plena vega del río
Genil; denominada la huerta de San Vicente.
Pero la burguesía granadina, alineada con los golpistas tiene
como objetivo detener al poeta; decía de éste que hacía más daño con la pluma,
que un ejército entero con las armas; y el poeta con su absoluta libertad y
genialidad, suponía una diana perfecta de todo aquello que más odiaban.
García Lorca había dicho en varias ocasiones, que “la peor
burguesía de España era la de Granada”; esto unido a que varias familias importantes
de la vega granadina se había sentido
identificadas con los personajes de las obras literarias de “la casa de
Bernarda Alba” y de “Doña Rosita la soltera”; lo hacían objeto de todas las
iras…
Así pues alertado por amigos de la familia, García Lorca
decide salir de la casa del huerto de San Vicente, y refugiarse en la casa de la
familia de los Rosales, amigos de toda la vida, personas relevantes en Granada y miembros de
Falange pensando que nadie sospecharía que aquí se escondía.
Pero al poco acudió hasta la casa Ramón Ruiz Alonso,
activista derechista y ejecutor de la denuncia contra el poeta.
El corpulento fascista llegó a la casa, cuando sólo se
encuentran en la misma la madre de los Rosales, y el poeta.
En un primer momento Ruiz Alonso ante el hecho de que la
interlocutora es una mujer mayor, desiste en sus pretensiones y sale de la
casa; mientras tanto García Lorca ya ha escuchado lo conversado y observado
desde la ventana el movimiento de policías en las rodalías de la casa.
Así pues decide vestirse y entregarse, para así no meter en
ningún lío a los Rosales; al poco regresan a la casa de nuevo Ruiz de Alonso y
Miguel Rosales; (el amigo que protegía a García Lorca); entienden que la
detención es irremediable y el poeta sale de la casa en dirección al Gobierno
Civil.
Miguel Rosales explica a la madre que va a acompañar al
falangista y al poeta, para ver cuál es el problema, aludiendo a que
seguramente sólo querrán hacerle unas preguntas.
Federico se despidió con un abrazo de la familia que lo había
acogido, diciéndoles: “no os doy la mano, porque no quiero que penséis que no
nos vamos a ver otra vez…”
García Lorca marchó de la casa, vistiendo pantalón gris
oscuro, una camisa blanca con el nudo de la corbata suelto, y americana al
brazo.
Llegan a la sede del Gobierno Civil y hace de Gobernador
Civil provisional el guardia civil jubilado
de nombre Nicolás Velasco Simarro, ya que el Gobernador Civil, el Sr José
Valdés Guzmán se encuentra en una operación militar por la comarca de la
Alpujarra.
Así pues y tras cachear al poeta, lo encierran en una
habitación del primer piso de las dependencias; su amigo Miguel Rosales, trata
de tranquilizarlo aludiendo a que hará todo lo posible por liberarlo.
Tras salir de allí Miguel trata de ponerse en contacto con el
resto de sus hermanos y mover sus contactos dentro de Falange para tratar de
liberar a Federico.
Pero esto se convertía en arduo imposible porque el
Gobernador no estaba.
Eso sí Miguel Rosales hizo una declaración en el propio
Gobierno Civil, contando que un tal Ruiz Alonso, había ido hasta su casa,
siendo ellos una familia falangista, para detener a su huésped, sin una orden
escrita ni oral. Como su tono era alto, de repente alguien le espetó: “ese Ruiz de Alonso soy yo”.
A lo que Rosales recriminó: “¿por qué te has presentado en casa de hombres de Falange, sin una
orden y has retirado a mi amigo?”
A lo que Ruiz Alonso contestó: “bajo mi única responsabilidad”.
Horas después Rosales acudió de nuevo a la sede del
Gobierno Civil, sabía que ya estaba allí el Gobernador; en un primer momento
varios soldados le impidieron el paso, pero al fin pudo hablar de tú a tú con
el Gobernador Civil de Granada.
Cuando Rosales le expuso los acontecimientos, el Gobernador
aludió a que tenía una denuncia en relación a García Lorca; denuncia en la que
se decía que: “García Lorca era un
escritor subversivo; que tenía una radio clandestina en la Huerta de San
Vicente con la cual estaba en contacto con los rusos; que era homosexual; que
había sido secretario de Fernando de los Ríos (Político Socialista)”.
Tras leer la denuncia el Gobernador dijo que no podía liberar
al Poeta, pues tenía que investigar lo denunciado, pero que estuviese
tranquilo, que nada le pasaría.
Así pues Rosales, antes de abandonar el edificio de
Gobernación, pasó a la habitación donde estaba recluido Federico; y le dio su
palabra de que vendría a por él, en poco tiempo…; pero la verdad es que ya
nunca más lo volvería a ver.
Al otro día Rosales, obtuvo del Gobernador Militar de
Granada, el Coronel Antonio González Espinosa una orden para liberar al poeta;
así pues raudo corrió hasta Gobernación.
El Gobernador Civil, se puso furioso ante tal orden, y dijo a
Rosales, que llegaba tarde; que el poeta ya no estaba en aquellas dependencias…;
realmente Valdés mintió a Rosales para quitárselo de encima, García Lorca seguía
en aquella habitación, sin más mobiliario que una mesa y una silla.
Los Rosales en ese momento además comenzaron a preparar su
propia defensa, pues comenzaban a ser incómodos al poder instaurado, y podían
ir contra ellos en cualquier momento.
José Valdés Guzmán, el Gobernador Civil de Granada, era
descrito como un fanático perseguidor de “rojos”; sabía de la fama de García
Lorca, y entendía que el ajusticiamiento de éste a sus órdenes le pondría en la
palestra de los héroes de la nueva España…; pero antes de tomar la decisión
llamó al general Queipo de Llano; el cual desde Sevilla, dirigía la estrategia
del bando fascista en el sur de la Península. A la pregunta de Valdés de qué
hacer con García Lorca, Queipo espetó: “a
García Lorca hay que darle café, mucho café…”; era la particular expresión
que utilizaba para ordenar ejecuciones.
Así pues Valdés ya tenía el camino expedito para el fatal
desenlace.
La aquiescencia y orden velada de Queipo de Llano, más los
pensamientos que Valdés tenía hacia García Lorca, que lo consideraba, “un rojo
asqueroso, con vida privada repugnante y y obra escrita subversiva…” hicieron el resto.
Así pues la noche del 18 de agosto, del año 1936, García
Lorca fue sacado del edificio de la Gobernación Civil de Granada, iba esposado,
con otro detenido, un maestro que llevaba una pata de palo, de nombre Dióscoro
Galindo García, oriundo de un pueblo de Valladolid, y que ejercía como maestro
de primaria en Pulianas (Granada), el Secretario de este pueblo lo había
denunciado por “ferviente republicano y enemigo de la España nacional”.
Al salir a la calle, un joven músico reconoció a García
Lorca, se trataba de Ricardo Rodríguez Jiménez; al cual unos años antes, García
Lorca había regalo un violín; éste espetó a los militares y falangistas que
acompañaban a la comitiva: “criminales
vais a matar a un genio, a un genio criminales…”; eso le supuso una paliza
y la detención.
García Lorca y Galindo García, fueron trasladados a las
afueras de Granada, a lo que se llamaba Villa Concha, entre las poblaciones de
Alfacar y Víznar, a un edificio en mitad del campo y rodeado de montañas, donde
durante la República pasaban los veranos los niños pobres de Granada, de ahí
que por la zona, denominasen al lugar las Colonias.
Aquel edificio pasó, de ser un lugar de recreo, asueto y
diversión, a ser la última morada de miles de personas asesinadas, simplemente
por pensar distinto…
Poco se sabe en relación al tiempo que el genio estuvo en el
edificio de las colonias, hay informaciones contrariadas aludiendo a que quiso
confesar, y así mismo en relación a que fue insultado y torturado…
A eso de las cuatro de la mañana; fueron subidos a un camión:
García Lorca, el maestro de Pulianas, y dos banderilleros granadinos, Joaquín Arcollas
Cabeza y Francisco Galadí Melgar; militantes anarquistas que cual grito en el
desierto, habían pedido al Gobierno Republicano, armas para defenderse del
zarpazo fascista.
El camión puso su siniestra marcha en dirección a Alfacar, y
al poco en una abrupta curva, junto a un viejo olivar, cerca de la fuente que
los árabes llamaban de las lágrimas, alumbrados con las luces del camión ; los
verdugos realizaron sendos disparos para segar la vida del maestro, de los banderilleros,
y del genio García Lorca.
Allí estaba un joven de dieciocho años, al que apodaban
Manolo el comunista, el cual era el encargado de dar sepultura a los fusilados,
la fosa ya estaba preparada, enseguida reconoció a los banderilleros, y luego
diría que en aquella estrecha fosa, había sepultado también uno encima de otro,
“a un señor que tenía una pierna de
madera (el maestro de Pulianas), y a otro señor que gastaba una corbata de
lazo, de esas que usan los artistas…”
En aquellas horas la luna inspiradora tantas veces de García
Lorca, en su cuarto creciente, ya se había escondido por Sierra Elvira, pero
seguro que antes de expirar García Lorca miró hacia el Mulhacén (el más alto),
y siendo conocedor de su destino, suspiraría tranquilo pensando que su pluma se
pararía en ese instante, pero que su obra sería universal, sobreviviendo a
pistolas y cañones… la poesía, el teatro y la prosa, no murieron en aquel alba
de agosto, de hecho en ese momento los asesinos, convirtieron la escritura de
García Lorca, en inmortal.
Al otro día Juan Luis Trescastros Medina, casado con una
prima lejana del padre del poeta, dijo con orgullo por las calles de Granada,
que había participado en la muerte del Poeta, y que además: “le hemos metido
dos tiros por el culo por maricón…”.
Que mejor que acabar este post, con el poema que el gran
Antonio Machado escribiera por estos acontecimientos, porque todo esto había
ocurrido en Granada, en su Granada. FINEM
EL CRIMEN FUE EN GRANADA: A FEDERICO GARCÍA LORCA
1. El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.
2. El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»
3. Se le vio caminar...
Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!