VATICANO
Hace
tiempo encontré por internet una iniciativa popular que decía algo así: “Cambio
tesoros vaticanos por comida para África…” a priori la iniciativa me parecía
atractiva e investigué un poco la cuestión; se trataba de un joven de nombre Alberto Juesas que pretendía no la
acción literal de lo enunciado, sino la generación de un debate, una discusión
y un análisis a través de las redes sociales, donde en cierta manera se ponga
de manifiesto la incoherencia de una institución milenaria que supone un gran
negocio para muchos.
Bajo
la excusa de la buena fe de miles de personas, y así mismo aprovechando la
debilidad humana, la Iglesia Católica ha ido creando un gran Imperio cuyo mayor
exponente es el Vaticano.
Parece
un poco incoherente hablar de austeridad, de ayudar a los necesitados, a los
que nada tienen, y calzar de prada, viviendo rodeados de oro, mármoles y
suntuosas riquezas.
Si
bien es verdad que no toda la institución es así, hay cientos de religiosos y
religiosas haciendo mucho bien a lo largo y ancho del mundo, sin querer
olvidarme de las gentes que están en las misiones y que son verdaderos héroes y
heroínas allí donde están.
Volviendo
al tema del vaticano, hace unos días, tuve la ocasión de visitar este peculiar
Estado, uno de los más pequeños del mundo, y a su vez uno de los que mayor
renta por cápita tiene…
Fuimos
un grupo de seis amigos; hicimos una gran cola para poder entrar a lo que se
denominan Museos Vaticanos, una fila cuádruple en la que estuvimos casi tres
horas; la entrada haciendo esta cola valía 15 euros, y no te daban ni folleto
ni nada, sólo una entrada con un pequeño grabado de la famosa pintura de
Rafael, “La Escuela de Atenas”.
Filas para acceder a los Museos Vaticanos
Pero
si pagabas 50 euros, te librabas de hacer cola ninguna, te ponían un guía y
después desde los Museos Vaticanos te colaban directamente a la Basílica de San
Pedro… ¿será por eso que se dice que los
caminos del señor son inescrutables?
Una
vez que entras en el pequeño y rico Estado tras ver en una pantallas imágenes
de Benedicto XVI, tan elegante y coqueto como siempre…pasas varios controles
donde comprueban que nos lleves ningún objeto peligroso, armas, etc… y sobre
todo el decoro en el vestir, nada de ir de corto, o enseñar rodilla, y la
chicas hombro y escote tapado… no vaya ser que algún monaguillo se excite…
Benedicto XVI
Tras
este protocolario trámite por fin comienzan los denominados Museos Vaticanos;
galerías y galerías llenas de verdaderas obras de artes, joyas, pinturas,
esculturas, tesoros varios que desde luego son todo un revulsivo para los sentidos.
Puedes estar perfectamente todo un día y no terminar de verlo.
Una
curiosidad a lo largo y ancho de la ciudad de Roma hay centenares de fuentes
bebedero de una gran calidad; esto no pasa en el Vaticano, donde a penas hay
fuentes y el agua de los baños es “no potable”, solución a comprarla en las
cafeterías varias que hay, y es que como se suele decir la pela es la pela, y a
Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César…
La
visita a los Museos concluye con la visita a la Capilla Sixtina; casi sin darte
cuenta tras bajar unas escaleras te plantas en el altar mayor de la misma.
Exterior Capilla Sixtina
La verdad es que vale la pena verla al menos una vez en la vida, por fuera no
te imaginas lo que su interior atesora. No se podían hacer fotos, ya que el
Vaticano vende excepcionales postales de la misma…; pero lo cierto es que los
españoles, tal vez porque estaba en inglés y en italiano todos hacíamos decenas
de fotos… ya sabéis que aquí se lleva mucho eso de “hecha la ley, hecha la
trampa…”
Los
pobres, los que hacíamos cola y pagábamos 15 euros debíamos volver a salir, y
dar toda la vuelta al pequeño Estado y de nuevo soportar una imponente fila para acceder a la
Basílica; los que habían pagado 50 euros los bajaban directamente por un
ascensor…; por cierto este trayecto rodeando el Vaticano, está lleno de pedigüeños
y personas tullidas tiradas por los suelos produciendo una sensación
contradictoria con toda la riqueza que hay al otro lado de los muros.
La
Basílica cuya descripción podría definirse a través de adjetivos como colosal,
inmensa, bárbara, etc…es una verdadera joya artística que desde luego no deja
indiferente a nadie, destacando sus dimensiones, sus suelos, y las esculturas
de los diversos Papas inhumados en las paredes de la misma.
A
todos nos impresionó la escultura de la Piedad de Miguel Ángel, el cuerpo
momificado de Juan XIII, las grutas Vaticanas con las tumbas de decenas de
Papas, o el baldaquino sobre los restos del Apóstol San Pedro. Con gran dosis de
ironía argumentábamos, cuanta sobriedad, sencillez y austeridad…
Mirando
la Basílica de frente en su parte derecha había otra inmensa cola; ésta era
para subir a los tejados de la misma donde hay cafeterías y tiendas de souvenirs,
así como para subir a la cúpula. La subida valía 5 euros si lo hacías andando y
7 euros si subías en ascensor hasta los tejados de la Basílica. Aquí el grupo
nos dividimos, pues habíamos leído en una guía que la escalera era angosta y
nada recomendable para las personas que sufrieran de claustrofobia, así pues
que de los seis sólo subimos dos. Efectivamente pagamos nuestros 5 euros y
subimos andando... y como muy bien decía la guía el último tramo acongojaba un
poquillo, eso sí las vistas que desde allí se procesaban de toda la ciudad hacían
válido el esfuerzo de los quinientos cincuenta y uno escalones.
Así
pues esta es mi humilde reflexión sobre la belleza y riqueza del lugar y sobre
la total incoherencia con respecto a todo lo que se dice, se argumenta y se
predica desde las instituciones que se acogen bajo estos lujosos techos; Pido
disculpas si con este post y con mis irónicas reflexiones he ofendido a
alguien, desde luego no va dirigido contra los creyentes, practicantes, etc…
los cuales me merecen el máximo respeto, sino contra una élite que más bien
poco o nada tienen que ver con lo que hacía y decía el revolucionario
Jesucristo; y que en el caso de que los conociera, estoy seguro que se repetiría
el pasaje de la Biblia donde Jesús hecha a los mercaderes por haber convertido
el Templo en una cueva de ladrones.