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domingo, 14 de enero de 2024

Mariana Pineda la gran heroína granadina.

 



Creo que, si hiciéramos una encuesta acerca de cuál o quién ha sido el peor Rey que ha tenido España, ganaría por goleada Fernando VII; y mira que los hemos tenido malos.


Retrato con uniforme de capitán general, por Vicente López (Museo del Prado).


Mientras que Fernando y su padre Carlos IV, junto a sus familias, se van a vivir a Bayona (Francia), porque así se lo pide Napoleón, viviendo a todo lujo, y sin preocupación alguna; los españoles enfurecidos se levantan contra el invasor francés, en aquello que la historia ha denominado la guerra de la independencia.

Cuadro de Francisco de Goya, titulado "el 2 de mayo".

Tal fue la lucha que, por primera vez, las tropas de Napoleón, sufrieron una derrota, y España clamaba por la vuelta de su rey Fernando, de ahí el apodo del deseado.

Mientras tanto surgieron las Cortes de Cádiz, la constitución de 1812, “la pepa”, y decena de héroes y heroínas, que defendían la libertad y la independencia de España.

Cuando Fernando VII, ese rey tan deseado regresa al país, lo primero que hace es cargarse todo lo que suena a liberalismo, a constitución, a modernidad o a avance social; y con ello a las personas que tanto habían luchado por su vuelta, entre otros Juan Martín Díez “el empecinado”.

Y algo parecido le pasó a la protagonista de este artículo, a la granadina: Mariana Rafaela Gila Judas Tadea Francisca de Paula Benita Bernarda Cecilia de Pineda Muñoz, conocida popularmente como Mariana Pineda. 


Podríamos decir de Pineda que, fue una mujer valiente, coherente y que luchó por unos ideales como el progreso y la libertad, hasta sus últimas consecuencias, de hecho, esa coherencia y el compañerismo fue lo que le llevaron a su ajusticiamiento, pero como se dice ahora, no hagamos “spoiler”.


¿Qué pasó con Mariana Pineda? Pues bien, Granada no era tan grande, y Ramón Pedro y Andrade, al cual los absolutistas fernandinos, lo habían nombrado en 1825, alcalde del crimen de Granada, o dicho de otra manera juez, para perseguir cualquier atisbo de liberalismo, sospechaba desde hacía tiempo de ella.

Las sospechas no eran infundadas, Pineda había ayudado a escapar de la prisión, a un primo suyo, también liberal, y que había sido encarcelado, por exaltar la constitución de 1812; y así mismo,  se había interceptado correspondencia de ésta, con liberales que residían en Gibraltar; así pues, el alcalde del crimen sólo tenía que esperar un descuido, o directamente tenderle una trampa, y así parece que fue la cosa.


Un chivatazo dado por un sacerdote; contó que dos hermanas bordadoras del barrio del Albaicín, estaban llevando a cabo un encargo hecho por Mariana Pineda, y que no era otra cosa, sino una bandera morada, con un triángulo verde en medio y sobre cuyos lados pusiera las siguientes palabras: libertad, igualdad y ley.


El problema es que la bandera no estaba en casa de Mariana, y que no había pruebas del encargo, así pues el plan que los absolutistas urdieron fue el siguiente: el comisario jefe de Granada, (como veis lo de Villarejo no es un invento del siglo XXI),  pidió a las bordadoras que llevasen la bandera a la casa de Mariana Pineda, y justo en el momento que la estaban entregando apareció la policía, y acusando a Pineda  de ser responsable de esa bandera, de ese lema y de intento de rebelión contra el orden y el monarca.

A las bordadoras por esta labor, “el Villarejo” granadino les pagó 400 reales.

La defensa de Pineda argumentó, que ella no sabía bordar, que la bandera en si no lo era, pues estaba a medias, y que la misma tenía más que ver con la masonería que, con una supuesta revolución liberal; pero todos los argumentos de nada servían, la sentencia ya estaba puesta antes de empezar el juicio.

Dibujo de: https://historia.nationalgeographic.com.es/

Pero no todo estaba perdido, Pineda tenía una oportunidad de salvar su vida; y es que, desde el Ministerio de Justicia, le dijeron que la indultarían, si ella delataba a sus compañeros liberales.

Pineda no lo pensó ni dos segundos, contestando que: Nunca una palabra indiscreta escapará de mis labios"

Tras cuatro días de juicio se dictó sentencia, concretamente en fecha de 26 de abril de 1831, firmada por el infame Fernando VII.

Y el amanecer del 26 de mayo de 1831, a lomos de una mula, ya que había sido condenada a garrote noble, fue trasladada hasta el denominado campo del triunfo, frente a la puerta de Elvira.

Iba vestida con las ropas que se vestía a los ajusticiados, pero ella muy digna pidió a los verdugos que, no le quitasen las ligas, pues era feo eso de ir a patíbulos con las medias caídas, al alba la arrebataron la vida, contaba con 26 años.

Después trasladaron sus restos al cementerio, a una tumba discreta y sin identificar; pero unas personas que habían presenciado el mismo, esa noche clavaron una cruz, para identificar el lugar del enterramiento; años después, cuando Fernando VII había dejado este mundo, los restos se exhumaron y se dejaron en el Ayuntamiento de la capital granadina, en el cual se custodiaban, y cada 26 de mayo los mismos se paseaban en procesión por las calles de Granada.



Posteriormente en el año 1856, la heroína de la libertad, fue enterrada en la cripta de la catedral de Granada, donde sus restos reposan desde entonces.




Casi cien años después de su ajusticiamiento, otro granadino universal, el poeta Federico García Lora, escribió la obra de teatro “Mariana Pineda”, en la cual destaca una frase que ha quedado como un canto a la esperanza. “en la bandera de la libertad, bordé el amor más grande de mi vida”. FINEM.

 

domingo, 22 de noviembre de 2015

Y EL CRIMEN FUE EN GRANADA EN SU GRANADA (Hablando del asesinato de Federico García Lorca)




 

Corrían los inicios del verano del año 1936, cuando un grupo de militares llevan a cabo un golpe militar, con el fin de derribar el gobierno democrático surgido de las urnas…; el golpe no triunfa y comienza el que ha sido uno de los peores episodios sin lugar a dudas de nuestro país, la guerra civil española.

Cuando esto ocurre, el joven escritor y poeta Federico García Lorca, por ser un destacada defensor de cuestiones como la libertad o la igualdad, huye de la capital de España hasta su tierra, la ciudad de Granada, creyendo que allí lejos de los grandes poderes del país, y bajo la protección de su familia, que era de clase acomodada, no tendría peligro alguno.

 

Así pues el poeta se refugia en la casita de descanso y recreo que su familia tiene a las afueras de Granada en plena vega del río Genil; denominada la huerta de San Vicente.


Pero la burguesía granadina, alineada con los golpistas tiene como objetivo detener al poeta; decía de éste que hacía más daño con la pluma, que un ejército entero con las armas; y el poeta con su absoluta libertad y genialidad, suponía una diana perfecta de todo aquello que más odiaban.
García Lorca había dicho en varias ocasiones, que “la peor burguesía de España era la de Granada”; esto unido a que varias familias importantes de la vega  granadina se había sentido identificadas con los personajes de las obras literarias de “la casa de Bernarda Alba” y de “Doña Rosita la soltera”; lo hacían objeto de todas las iras…

 

Así pues alertado por amigos de la familia, García Lorca decide salir de la casa del huerto de San Vicente, y refugiarse en la casa de la familia de los Rosales, amigos de toda la vida,  personas relevantes en Granada y miembros de Falange pensando que nadie sospecharía que aquí se escondía.
Pero al poco acudió hasta la casa Ramón Ruiz Alonso, activista derechista y ejecutor de la denuncia contra el poeta.

 
El corpulento fascista llegó a la casa, cuando sólo se encuentran en la misma la madre de los Rosales, y el poeta.
En un primer momento Ruiz Alonso ante el hecho de que la interlocutora es una mujer mayor, desiste en sus pretensiones y sale de la casa; mientras tanto García Lorca ya ha escuchado lo conversado y observado desde la ventana el movimiento de policías en las rodalías de la casa.


Así pues decide vestirse y entregarse, para así no meter en ningún lío a los Rosales; al poco regresan a la casa de nuevo Ruiz de Alonso y Miguel Rosales; (el amigo que protegía a García Lorca); entienden que la detención es irremediable y el poeta sale de la casa en dirección al Gobierno Civil.


Miguel Rosales explica a la madre que va a acompañar al falangista y al poeta, para ver cuál es el problema, aludiendo a que seguramente sólo querrán hacerle unas preguntas.
Federico se despidió con un abrazo de la familia que lo había acogido, diciéndoles: “no os doy la mano, porque no quiero que penséis que no nos vamos a ver otra vez…”


García Lorca marchó de la casa, vistiendo pantalón gris oscuro, una camisa blanca con el nudo de la corbata suelto, y americana al brazo.
Llegan a la sede del Gobierno Civil y hace de Gobernador Civil provisional el guardia civil  jubilado de nombre Nicolás Velasco Simarro, ya que el Gobernador Civil, el Sr José Valdés Guzmán se encuentra en una operación militar por la comarca de la Alpujarra.
Así pues y tras cachear al poeta, lo encierran en una habitación del primer piso de las dependencias; su amigo Miguel Rosales, trata de tranquilizarlo aludiendo a que hará todo lo posible por liberarlo.
Tras salir de allí Miguel trata de ponerse en contacto con el resto de sus hermanos y mover sus contactos dentro de Falange para tratar de liberar a Federico.
 
Pero esto se convertía en arduo imposible porque el Gobernador no estaba.
Eso sí Miguel Rosales hizo una declaración en el propio Gobierno Civil, contando que un tal Ruiz Alonso, había ido hasta su casa, siendo ellos una familia falangista, para detener a su huésped, sin una orden escrita ni oral. Como su tono era alto, de repente alguien le espetó: “ese Ruiz de Alonso soy yo”.
A lo que Rosales recriminó: “¿por qué te has presentado en casa de hombres de Falange, sin una orden y has retirado a mi amigo?
A lo que Ruiz Alonso contestó: “bajo mi única responsabilidad”.
Horas después  Rosales acudió de nuevo a la sede del Gobierno Civil, sabía que ya estaba allí el Gobernador; en un primer momento varios soldados le impidieron el paso, pero al fin pudo hablar de tú a tú con el Gobernador Civil de Granada.

 
Cuando Rosales le expuso los acontecimientos, el Gobernador aludió a que tenía una denuncia en relación a García Lorca; denuncia en la que se decía que: “García Lorca era un escritor subversivo; que tenía una radio clandestina en la Huerta de San Vicente con la cual estaba en contacto con los rusos; que era homosexual; que había sido secretario de Fernando de los Ríos (Político Socialista)”.
Tras leer la denuncia el Gobernador dijo que no podía liberar al Poeta, pues tenía que investigar lo denunciado, pero que estuviese tranquilo, que nada le pasaría.
 
Así pues Rosales, antes de abandonar el edificio de Gobernación, pasó a la habitación donde estaba recluido Federico; y le dio su palabra de que vendría a por él, en poco tiempo…; pero la verdad es que ya nunca más lo volvería a ver.
Al otro día Rosales, obtuvo del Gobernador Militar de Granada, el Coronel Antonio González Espinosa una orden para liberar al poeta; así pues raudo corrió hasta Gobernación.

 
El Gobernador Civil,  se puso furioso ante tal orden, y dijo a Rosales, que llegaba tarde; que el poeta ya no estaba en aquellas dependencias…; realmente Valdés mintió a Rosales para quitárselo de encima, García Lorca seguía en aquella habitación, sin más mobiliario que una mesa y una silla.
Los Rosales en ese momento además comenzaron a preparar su propia defensa, pues comenzaban a ser incómodos al poder instaurado, y podían ir contra ellos en cualquier momento.
José Valdés Guzmán, el Gobernador Civil de Granada, era descrito como un fanático perseguidor de “rojos”; sabía de la fama de García Lorca, y entendía que el ajusticiamiento de éste a sus órdenes le pondría en la palestra de los héroes de la nueva España…; pero antes de tomar la decisión llamó al general Queipo de Llano; el cual desde Sevilla, dirigía la estrategia del bando fascista en el sur de la Península. A la pregunta de Valdés de qué hacer con García Lorca, Queipo espetó: “a García Lorca hay que darle café, mucho café…”; era la particular expresión que utilizaba para ordenar ejecuciones.
 
Así pues Valdés ya tenía el camino expedito para el fatal desenlace.
La aquiescencia y orden velada de Queipo de Llano, más los pensamientos que Valdés tenía hacia García Lorca, que lo consideraba, “un rojo asqueroso, con vida privada repugnante y  y obra escrita subversiva…” hicieron el resto.
Así pues la noche del 18 de agosto, del año 1936, García Lorca fue sacado del edificio de la Gobernación Civil de Granada, iba esposado, con otro detenido, un maestro que llevaba una pata de palo, de nombre Dióscoro Galindo García, oriundo de un pueblo de Valladolid, y que ejercía como maestro de primaria en Pulianas (Granada), el Secretario de este pueblo lo había denunciado por “ferviente republicano y enemigo de la España nacional”.
 
Al salir a la calle, un joven músico reconoció a García Lorca, se trataba de Ricardo Rodríguez Jiménez; al cual unos años antes, García Lorca había regalo un violín; éste espetó a los militares y falangistas que acompañaban a la comitiva: “criminales vais a matar a un genio, a un genio criminales…”; eso le supuso una paliza y la detención.
García Lorca y Galindo García, fueron trasladados a las afueras de Granada, a lo que se llamaba Villa Concha, entre las poblaciones de Alfacar y Víznar, a un edificio en mitad del campo y rodeado de montañas, donde durante la República pasaban los veranos los niños pobres de Granada, de ahí que por la zona, denominasen al lugar las Colonias.
Aquel edificio pasó, de ser un lugar de recreo, asueto y diversión, a ser la última morada de miles de personas asesinadas, simplemente por pensar distinto…
 
Poco se sabe en relación al tiempo que el genio estuvo en el edificio de las colonias, hay informaciones contrariadas aludiendo a que quiso confesar, y así mismo en relación a que fue insultado y torturado…
A eso de las cuatro de la mañana; fueron subidos a un camión: García Lorca, el maestro de Pulianas, y dos banderilleros granadinos, Joaquín Arcollas Cabeza y Francisco Galadí Melgar; militantes anarquistas que cual grito en el desierto, habían pedido al Gobierno Republicano, armas para defenderse del zarpazo fascista.
El camión puso su siniestra marcha en dirección a Alfacar, y al poco en una abrupta curva, junto a un viejo olivar, cerca de la fuente que los árabes llamaban de las lágrimas, alumbrados con las luces del camión ; los verdugos realizaron sendos disparos para segar la vida del maestro, de los banderilleros, y del genio García Lorca.

 

Allí estaba un joven de dieciocho años, al que apodaban Manolo el comunista, el cual era el encargado de dar sepultura a los fusilados, la fosa ya estaba preparada, enseguida reconoció a los banderilleros, y luego diría que en aquella estrecha fosa, había sepultado también uno encima de otro, “a  un señor que tenía una pierna de madera (el maestro de Pulianas), y a otro señor que gastaba una corbata de lazo, de esas que usan los artistas…”

 
En aquellas horas la luna inspiradora tantas veces de García Lorca, en su cuarto creciente, ya se había escondido por Sierra Elvira, pero seguro que antes de expirar García Lorca miró hacia el Mulhacén (el más alto), y siendo conocedor de su destino, suspiraría tranquilo pensando que su pluma se pararía en ese instante, pero que su obra sería universal, sobreviviendo a pistolas y cañones… la poesía, el teatro y la prosa, no murieron en aquel alba de agosto, de hecho en ese momento los asesinos, convirtieron la escritura de García Lorca, en inmortal.

 
Al otro día Juan Luis Trescastros Medina, casado con una prima lejana del padre del poeta, dijo con orgullo por las calles de Granada, que había participado en la muerte del Poeta, y que además: “le hemos metido dos tiros por el culo por maricón…”.
Que mejor que acabar este post, con el poema que el gran Antonio Machado escribiera por estos acontecimientos, porque todo esto había ocurrido en Granada, en su Granada. FINEM

 
EL CRIMEN FUE EN GRANADA: A FEDERICO GARCÍA LORCA
1. El crimen

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.

2. El poeta y la muerte

Se le vio caminar solo con Ella,
sin miedo a su guadaña.
—Ya el sol en torre y torre, los martillos
en yunque— yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
«Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban...
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
qué bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!»

3. Se le vio caminar...

  Labrad, amigos,
de piedra y sueño en el Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!

 

miércoles, 10 de junio de 2015

Y el Doncel de Sigüenza murió en la Vega de Granada.



SIGÜENZA
http://m1.paperblog.com/i/206/2063829/pueblos-medievales-siguenza-
No hay guadalajareño que se precie o amante del arte sacro y funerario que no conozca la tumba de Martín Vázquez de Arce, más conocido como el Doncel de Sigüenza.
Se halla en una capilla lateral de la impresionante catedral de Sigüenza (Guadalajara), sirviendo de última morada de un hijo Ilustre de la villa, que encontró la muerte en la Vega de Granada en aquellos tiempos de la reconquista, a las órdenes de Gonzalo de Córdoba (el Gran Capitán).

Escultura funeraria de el Doncel
Parece ser que Martín Vázquez fue uno de aquellos solados escogidos por el Gran Capitán, cuando la Reina Isabel, le pidió que quería ver Granada y el palacio rojo de la Alhambra años ante de su toma; historia que conté en este enlace:
Sobre el  monumento funerario, pone: “Aquí yaze Martín Vasques de Arce - cauallero de la Orden de Sanctiago - que mataron los moros socorriendo - el muy ilustre señor duque del Infantadgo su señor - a cierta gente de Jahén a la Acequia - Gorda en la vega de Granada - cobró en la hora su cuerpo Fernando de Arce su padre - y sepultólo en esta su capilla - ano MCCCCLXXXVI. Este ano se tomaron la ciudad de Loxa. - Las villas de Illora, Moclin y Monte frío - por cercos en que padre e hijo se hallaron.”


“Aquí yace Martín Vázquez de Arce, Caballero de la Orden de Santiago, que mataron los moros, socorriendo al Muy Ilustre Señor, Duque del Infantado, su Señor, a cierta gente de Jaén en la acequia Gorda de la Vega de Granada. Cobró en la hora su  cuerpo Fernando de Arce su padre, y dióle sepultura en esta su capilla. Año 1486. Este año se tomaron La Ciudad de Loja, y las Villas de Illora, Moclín y Montefrío, por cercos en que padre e hijo se hallaron”.

Catedral de Sigüenza
A modo de epílogo la inscripción narra lo acaecido durante ese año, y como el padre se vio en el trance de tener que dar sepultura a su hijo, tras éste haber encontrado la muerte lejos del río Henares y su tierra seguntina, allá en la gran vega que conforman el Darro y el Genil camino del Guadalquivir, tras haber regado antes los jardines y excelencias de la Alhambra.

Vega de Granada
Cuenta la historia que la Guerra de Granada ya iba incardinada al triunfo cristiano, justo un año después el Papa Inocencio VIII concedía la Bula de Cruzada, lo que suponía un gran impulso económico, traduciéndose en soldados y armas.

Corría el año 1486, el emir Muley Hacen había muerto un año antes, tomando el poder su hermano, un soldado despiadado llamado el Zagal, el cual si no obtenía rendición del enemigo, lo pasaba a cuchillo exhibiendo sus trofeos de guerra, en forma de colgar las cabezas de los capitanes cristianos, en los lomos de su caballo…


Los Reyes Católicos mientras tanto pactaban con Boabdil que éste volviese a Granada, y tomase el emirato que por ser hijo de Muley Hacen le correspondía; provocando con ello la división de las tropas árabes, y pequeños conatos de guerra civil moruna entre los partidarios de uno y de otro…

El Albaicín Granada
Mientras las tropas cristianas iban cercando la ciudad de Granada, arrasando allá por donde iban, no dejando en pie, cosecha, casa o cobertizo que encontraran, los nervios y las ansias por poner una cruz en lo alto de la Alhambra, convertían sus hazañas en más de una ocasión en verdaderas grandes imprudencias.

La Alhambra
Era un caluroso miércoles del mes de julio, Martín Vázquez de Arce, se encontraba feliz, por el honor que le suponía ser protagonista de aquellos acontecimientos; no importando las penurias y los peligros que todos los días sufrían.

Antes de salir de la tienda de campaña, Martín y su padre Fernando oraban, ante un Cruz del Apóstol Santiago que su Padre llevaba a todos los lugares donde iba.
Tras el rancho, y la colocación de armadura y armamento, Martín comenzó la andadura hacia el campo de batalla.

Justo cuando iba a salir de Campamento se encontró con Íñigo de Buiza, un tipo grandote y un tanto estrambótico, cuyo papel era el de adalid  almogávar, una especie de espía …; éste siempre iba acompañado de una gran águila y tenía fama en el campamento, de que tenía poderes para adivinar el futuro…

Cuentan las crónicas que cuando Martín se lo cruzó, Íñigo de Buiza se le quedó mirando como con condescendencia, totalmente pálido y sin articular palabra alguna…

Cuando Martín va a montar su caballo, éste también tiene una actitud extraña, y le impide ser montado, hasta el punto que el corcel sale corriendo…
Martín extrañado y un tanto angustiado por los acontecimientos toma otro caballo propiedad de su padre, y raudo se une con su destacamento, al frente del cual está el Duque del Infantado.


Comienzan a atravesar la fértil vega granadina, en una mañana un tanto aburrida por el exceso de tranquilidad; de repente y proveniente de un bosque cercano, un gran griterío de muchedumbre moruna, sorprende a las huestes del Duque, que un tanto desbordado, llama a la retirada camino del Campamento cristiano…; por fin van dejando atrás a las tropas árabes, cuando se encuentran con un destacamento cristiano.
Se trata de una tropa proveniente de las tierras de Jaén, que va siguiendo a una columna de tropas moras…; El Duque del Infantado decide unirse a su empresa, hasta que de repente se dan cuenta que todo se trataba de una argucia de las tropas moras; todo el batallón cristiano se encontraba rodeado de un grupo mucho mayor en número de soldados moros.

La única escapatoria era atravesando una gran acequia, que a modo de caz regaba las fértiles tierras de la vega granadina, se trataba de la conocida popularmente como Acequia Real o Acequia Gorda de Granada.


Así pues las tropas cristianas se dirigieron hacia ella, al mismo tiempo, que las tropas moras, abrían las compuertas del estanque que remansaba las aguas del río Genil.

 Provocando con ello una gran avenida de agua por la mencionada acequia, convirtiéndose éste en una pura ratonera acuática.
A la vez que caballos y caballeros son arrastrados por la corriente, los moros comenzaron a lanzar flechas;  las armaduras de los caballeros  cristianos rechazaban las flechas, pero su peso y quita de agilidad, eran un aliado perfecto para el ahogamiento…
Martín medio ahogado, a duras penas consigue salir de la acequia…; se quita la armadura pensando que así se movería mejor; el problema es que ha salido al lado de la acequia, donde se congregan las tropas enemigas…; el grueso de las tropas cristianas están al otro lado del cauce.
Los pocos cristianos que allí estaban se reagruparon, con Martín al frente de todos ellos, desde el otro lado de la gran acequia, el padre del doncel de Sigüenza gritaba y daba ánimos a su hijo, consciente de que aquello no podía salir bien.

Martín y sus compañeros cristianos lucharon en mitad del aquel enjambre moruno, hasta que una herida de muerte, hizo clavar sus rodillas en la tierra… 

Siendo esta la historia de lo ocurrido, y que de forma breve alguien contó en la tumba que desde aquel lejano año 1586, ha supuesto su última morada.
Si queréis saber más sobre la vida de este caballero castellano y guadalajareño, os recomiendo muy mucho el libro “Sueño que soy Piedra” del Profesor Guillermo Rocafort Pérez.
Y por último dedicar este post a un seguntino excepcional, mi amigo Julio Arjona. FINEM

LOS AMANTES DE TERUEL. Una bella y triste historia de amor.

     El genial cantautor Ismael Serrano, en su canción “tierna y dulce historia de amor”, afirma eso de que “como todas las histori...