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domingo, 24 de julio de 2016

LA HISTORIA DE DON BENITÓN. El más grande y fuerte de Minglanilla.


MINGLANILLA (Cuenca)


Cuando arribas a Minglanilla (Cuenca) proveniente de Valencia, por la antigua nacional III; a mano derecha asomándose a los grandes desniveles que desde allí se producen hasta las cristalinas aguas del río Cabriel, hay una curiosa escultura metálica, que no es otra cosa sino un homenaje a una historia local, que de padres a hijos se ha ido transmitiendo, no sabiéndose muy bien hasta donde es leyenda, y hasta donde realidad.

 

La cosa es que fuera como fuese, la vida de don Benitón, que así se llamaba  nuestro protagonista, se enmarca en la segunda mitad del siglo XVIII; en los tiempos en que Carlos IV “el cazador”, reinaba en España, poco antes de estallar la guerra de la independencia contra los franceses.

Rey Carlos IV
En aquella época Minglanilla era una población menor a la actualidad, de casas humildes elaboradas con adobe y blanqueadas con cal; pudiendo pasar perfectamente en su fisionomía, por alguna de aquellas poblaciones de la Mancha por donde transcurría en sus hazañas el hidalgo Don Quijote.


Era un caluroso 11 de julio, y en el seno de una familia humilde se produjo un alumbramiento, como no sabían que nombre ponerle; la vecina propuso el del santo del día, siendo la onomástica de San Benito, de ahí que al niño le pusiesen Benito.
San Benito
Benito crecía como un niño más, y pronto tuvo que dejar la escuela, pues en su casa los haberes eran pocos, y todas las manos jornaleras eran buenas para garantizar el pan diario, así que pronto junto a su padre hacía labores de leñador, o transportaba carretillas desde las minas de sal.


Desde muy joven Benito, tuvo un desarrollo físico que impresionaba; alcanzando una altura que no era para nada normal en aquella época donde la media no superaba a penas los 167 cm de altura. Y esta altura iba acompasada de fuerza y musculatura.

 
 
De hecho, cuando salía al bosque a por leña, los haces de madera que cargaba a sus espaldas eran muy superiores a los que cargaba sobre los lomos de su pollino.

Por todas estas cuestiones Benito fue destacando, siendo ya conocido por toda la comarca como el gigantón de Minglanilla, pasando poco después de Benito a Benitón.
Cuando apenas contaba con dieciocho años, sus compañeros de la mina le proponían hacer pruebas de resistencia, y Benito las aguantaba todas, destacando la de cargar a sus espaldas una saca de 483 kilos de sal, e incluso subir un escalón.
A las pocas semanas de haber alcanzado los dieciocho años, Benito marchó de Minglanilla para hacer el servicio militar obligatorio, con la anécdota de que el coronel de su regimiento ordenó que en materia de comida a Benito se le diese dos raciones…
En esa época Napoleón Bonaparte ocupaba medio territorio europeo, y pidió al Rey de España, si éste le dejaba pasar por territorio español, para invadir tierras portuguesas…

Napoleón Bonaparte

Carlos IV no pone problemas…; y los franceses una vez en territorio español, deciden quedarse.
Al mismo tiempo que Carlos IV abdica en su hijo Fernando VIII, y éste a su vez en Napoleón, el cual cede el trono de España a su hermano José Bonaparte.
 
Rey José I Bonaparte.
Así y tras observar como la Familia Real Borbónica tiene que salir del Palacio Real, el pueblo de Madrid el dos de mayo de 1808, se levanta en armas contra los franceses, comenzando la guerra de la Independencia.

Estos trágicos episodios se suceden estando Benito haciendo el Servicio Militar, por lo que le toca luchar en primera línea de fuego.
Su gran fortaleza conllevó a que pronto lo nombraran Cabo de gastadores, que eran los soldados que se encargaban de cavar para abrir trincheras y caminos en la marcha al resto del ejército; cuerpo que posteriormente se denominó de zapadores.

Poco tiempo después ya por las tierras del bajo Ebro, salvó a su Coronel que estaba herido trasladándolo montado sobre las espaldas desde la línea de combate, hasta el hospital de campaña.
Unos meses posteriores, ya en 1811, en la batalla que se denominó el sitio de Tarragona, Benito, mostró gran destreza con las armas, y sobre todo arrojo y compañerismo, por lo que fue ascendido a Sargento segundo, y cuando acabó la guerra, lo nombraron Capitán, destinándolo a un puesto de cierta complejidad como era el de Melilla.

Y cuenta la leyenda que estando en esta plaza, cuando con un amigo estaba dando un paseo, un grupo de árabes los rodearon y secuestraron, pidiéndole que abandonase el cristianismo y procesara la religión de Mahoma; parece ser que Benito rechazó la propuesta, y para humillarlo y menos cavar su moral, le hicieron labrar unas tierras, con unos arneses enganchados a unas vertederas…; la situación era complicada pues a Benito le daba miedo que pudieran hacer algo a su amigo, el cual acababa de ser padre.

Pero una noche aprovechando un fuerte aguacero; y justo cuando el carcelero les traía unos mendrugos de pan para cenar, propinó un golpe a éste y consiguió escapar de aquel inhumano calabozo; lo comunicó a sus compañeros destinados en Melilla que llevaban días buscándolos, y fueron a rescatar a su compañero.
Este episodio le dejó muy mermado moralmente, por lo que pidió su traslado a otro lugar.
Destinándole a Murcia; pero su viaje fue aciago, por motivos desconocidos los caballos que conducían su carruaje, se desbocaron, tomando velocidad peligrosa…; Benito se tiró desde los estribos del carruaje, se enganchó a la rueda, consiguiendo parar éste.
En Murcia estuvo poco tiempo, pues en breve lo destinaron a Valencia, lugar éste que a Benito le gustaba más, pues lo acercaba a su manchuela conquense.
 
En la capital del Turia, vivía en una vieja finca por el barrio del Carmen, muy próximo a las torres de Quart; tenía alquilada una humilde alcoba, con derecho a uso del cuarto de baño, etc. Y la dueña de la casa cocinaba para su familia y para Benito.
Pero la señora de la casa, tenía graves problemas de movilidad, cuestión ésta que entristecía a Benito; ella le contaba lo que le gustaba de joven acudir a los campos de naranjos por la zona del Alboraya junto al barranco del Carraixet, y coger la naranjas más buenas, con las que hacía mermeladas e incluso ungüentos para las articulaciones…; ante el hecho de que la casera no podía ni bajar al mercado, un día Benito, subió en brazos hasta el domicilio a un pequeño asno que en dos serones transportaba kilos y kilos de naranjas; para que la casera escogiera las que quisiera. Coincidía con las navidades, a lo que la casera dijo ser el mejor regalo de navidad que nunca la habían hecho.
Anécdotas en torno a su fuerza sobre natural las hubo a lo largo de toda su vida…; como por ejemplo cuando llevó un cañón hasta el despacho de un superior para que éste lo revisara, etc…
La historia que ha llegado hasta nuestros días, tiene amplias lagunas en cuanto a la vida personal de Benito, pero si dice que hacia el 1825 regresó a Minglanilla, donde le esperaban desde hacía tiempo mujer e hijos.

 

Junto a las rochas del Cabriel Benito era feliz, allí se encontraba en su entorno natural, y con su gente de siempre; y cuentan que no era difícil verlo fumarse un cigarro de liar bajo los longevos pinos donceles de la entrada al pueblo.

 

En las fiestas su fuerza sobre natural y su bondad infinita lo hacían objeto de juegos, y apuestas; dándose una vez el caso de que sentado en una silla, le sujetaban los brazos entre varios, y en una mesa ponían una botella y un vaso de viso, y Benito, a cada instante se desprendía de los agarradores y se bebía tranquilamente su vaso de vino.

Tras la guerra de la Independencia, la Constitución de Cádiz, el trienio liberal, etc…; vino la década ominosa, y en 1833 la muerte de Fernando VII; en su lecho de muerte había derogado la ley sálica, por lo que las mujeres podían reinar; accediendo por ello al trono su hija Isabel, que se convirtió en Isabel II; pero esto no gustó al sector más conservador, que apoyaban como candidato al reinado de España al hermano de Fernando VII; Carlos María de Isidro, comenzando así las guerras carlistas…

Reina Isabel II

En esa época la Nacional III; tal y como la conocemos hoy todavía no existía; ya que ésta se fue a terminar hacia el 1853; pero el trayecto ya comenzaba a utilizarse como el camino más corto entre la capital de España y el levante, así pues, un cabecilla carlista camino de Valencia, se quedó a descansar en un posada ubicada por la calle Real de Minglanilla.

 
 
 
 

Informaron de tal cuestión a Benito, y él como militar fiel al orden legal vigente, se dirigió hasta la posada, para ver de quién se trataba y que hacía por allí.

 
Pero el carlista asustado, ante el hecho de que trataban de abrir la puerta de la humilde alcoba, descerrajó cinco tiros con su trabuco, contra la frágil puerta; alcanzando todos ellos al cuerpo ya deteriorado por la edad y la vida llena de sacrificio y esfuerzo de Benito, el cual quedó tendido en el suelo junto a un gran charco de sangre.
Con la ayuda de los vecinos lo trasladaron a una cama, y consiguieron curarle las heridas de cuatro balas, pero la quinta… le había provocado graves daños al pulmón, y la falta de medicamentos conllevó a que se gangrenara la herida, lo que provocó a su muerte. Corría el año 1848.
En ese instante murió Benito, nació la leyenda de aquel gran hombre Benitón. FINEM


domingo, 21 de septiembre de 2014

Pólvora y devoción en las Fiestas de Minglanilla




Cuando llega el mes de septiembre, el ocaso del verano ya se ve en el horizonte, y los racimos de uva ya se repletan en las miles de vides que pueblan el campo de la manchuela conquense, Minglanilla se prepara para celebrar sus fiestas patronales, en honor al Santísimo Cristo de la Salud; en alguna ocasión ya os he hablado de estas fiestas, y del gran fervor que el pueblo siente hacia su Patrón.

Y es hablando de todo ello, cuando en esta ocasión me quiero quedar con una de las tradiciones más características de estas fiestas, que es sin lugar a dudas la quema de miles de tracas y petardos.
Siempre se ha dicho que Valencia y la costa mediterránea son las zonas donde mayor afición a la pólvora y a los fuegos artificiales hay de todo el país; seguramente esto es así por las fiestas como las Fallas de Valencia o las Hogueras de Alicante, donde la pólvora es junto a los monumentos los elementos característicos de la fiesta; aunque también es cierto que en ciudades como Zaragoza o San Sebastián disparan unos espectáculos de fuegos artificiales de altísimo nivel.


Lo que choca tal vez porque no sea lo más común, es que un pueblo de Castilla y de Castilla lo ha sido siempre, tenga una tan gran afición por la pólvora.
Cualquier festividad de índole pública o privada en Minglanilla concluye con fuegos de artificiales.
 
Tal vez esta afición pirotécnica ha llegado por la intensa relación que el pueblo de Minglanilla ha tenido con Valencia y todo el levante español, ya que el pueblo está en pleno nudo de comunicaciones entre Madrid y Valencia, la antigua Nacional III lo atravesaba de un extremo a otro, haciéndolo ahora la autovía por la parte oriental del término municipal.

Antigua Nacional III atravesando Minglanilla

La cuestión fuera como fuese es que los espectáculos pirotécnicos que se disparan en Minglanilla son toda una referencia para los aficionados a este arte, y desde luego para los habitantes de Minglanilla, sus descendientes marchados a otras tierras y los paisanos de los pueblos vecinos.

 

En plenas fiestas del Cristo, dos son los espectáculos pirotécnicos que se sufragan con dinero público;  son el castillo de fuegos que se dispara la víspera del día grande de las fiestas, es decir el 13 de septiembre o entrada ya la madrugada del día 14, y la mascletá de colores que se dispara la noche del 14 de septiembre, tras haber depositado la imagen del Cristo de la Salud en su ermita.

 
Ambos espectáculos han cambiado de ubicación; antiguamente se hacían en la pintoresca plazoleta que rodea a la ermita del Cristo, pero por motivos de seguridad ya hace varios lustros que el castillo se dispara en las instalaciones del frontón, y la mascletá en el recinto ferial.

 
 
De igual manera es desde hace más de dos décadas la Pirotecnia Gori de Mislata (Valencia), la que se encarga de la realización y disparo de ambos espectáculos.
Pero además de lo anterior, son los propios vecinos de Minglanilla los que se encargan a lo largo de los días 13 y 14 de septiembre y en coordinación con el paso del Cristo en procesión por las diversas calles de la villa, los que sufragan, organizan y en muchas ocasiones incluso montan de manera tradicional, las decenas de tracas, fuentes y silbadores.
Tras la última novena la noche del día 13 se realiza una procesión donde comienzan estos “pequeños” espectáculos particulares, para ser ya la mañana del día 14  cuando Minglanilla echa el resto.
 

 
 
 
Desde pequeño recuerdo a mi tía Remedios, hermana de mi padre y de la que también por aquí os he hablado en alguna ocasión 
(http://blogdeoscarpardodelasalud.blogspot.com.es/2012/01/remedios-pardo-penarrubia-una-gran.html); como los días previos a las fiestas patronales, saca un viejo cartel, que no es otra cosa, sino una vieja pizarra de juguete, en la que se dice: “ se admiten donativos para la traca del Santo Cristo, depositario Remedios”; y ésta permanece colgada sobre su casa hasta el día 14; día en el que ya de muy buena mañana y como hacen en muchas otras calles, los vecinos y los profesionales de la pirotecnia se afanan en tenerlo todo preparado para eso de las 12:30 horas, cuando el paso del Cristo de la Salud recorrerá diversas calles del pueblo, en lo que es una de las procesiones más originales y estruendosas que conozco.

 
Cuando mis primos y yo regresamos de “la vaca”, que no es otra cosa sino la suelta de unas vaquillas para el deleite del público en la denominada calle Real, a eso de las 6:30 – 7:00 de la mañana, mi tía Remedios ya ha abandonado los brazos de Morfeo para comenzar con todo el acometido que conlleva el montaje de la traca.

 
 

Con su libreta hace cálculos de lo recaudado cada año, para de esta manera pedirle al  pirotécnico más o menos material. 

 
 
Me cuenta mi tía que usa la misma libreta desde hace muchos años, y así sabe lo recaudado cada ejercicio; me resultó muy curioso echando un rápido vistazo a los datos de los últimos diez años, como también en los donativos para la traca del Cristo se había percibido la situación económica del país.

 

 
 
 
 
 
Pregunté a mi tía que cuáles eran las razones por las que los distintos vecinos aportan dinero para la traca, y todas ellas tenían un denominador común, el fervor y la devoción al Cristo de la Salud.

 

También es usual cada año, observar como una familia realiza un importante desembolso económico en uno de estos espectáculos pirotécnicos, por una promesa al Cristo, o por ser algún familiar Reina o Dama de las Fiestas,  por un nacimiento, etc…

La cuestión es que en Minglanilla devoción y pólvora van al unísono en las fiestas del Cristo, no pudiéndose entender la una sin la otra, haciendo el tándem perfecto para que los días 13 y 14 de septiembre estén marcados en el calendario como algo especial.
Al año que viene más y mejor.  FINEM 


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