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sábado, 2 de septiembre de 2017

A VUELTAS CON EL POEMA DEL MÍO CID, ¿Estuvo realmente el Cid en Molina, o existía otro Molina?





Estos días repasaba ese episodio del “Cantar del mío Cid”, esa gesta de autor desconocido, escrita según los estudiosos de la lengua y la literatura entorno al año 1200, y que narra las aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar, en las que se cuenta que el burgalés había pasado por Molina y visitado al Alcaide árabe de la villa, un tal Abengalbón, en su deambular camino de tierras del este.
En concreto el poema relatando el camino que el Cid hace desde Medinaceli (Soria), con Doña Jimena (su esposa) y doña Elvira y doña Sol (sus hijas), en dirección a Valencia, indica que:
Entran todos en Molina, de buenas y ricas casas.
Allí el moro Abengalbón ¡qué bien les sirvió sin falta!
De todo cuanto quisieron, no echaron de menos nada.
Y también las herraduras quiso él mismo pagarlas.
 ¡Dios, como honraba él a las dueñas y al Minaya!.
Al otro día, de mañana, en seguida a Valencia cabalgaban. El molinés corre con todo,
sirviendo a todos se afana y de ellos no toma nada.”
        
Así pues, tras toda esta estrofa, y no siendo la única además en la que se nombra a Molina y a su “reyezuelo árabe” Albengalbón, queda muestra clara que, en los albores del nuevo milenio, Molina ya era plaza importante. (Estamos hablando de las décadas centrales y finales del año 1000).

 
La duda que me surge tras la lectura es, si la Molina que aparece en el Cantar, estaba ubicada donde se encuentra en estos momentos, es decir en las vegas que conforman el río Gallo y el arroyo de la Cava, o estaba en un promontorio cercano a la población de Rillo de Gallo, y que todo el mundo denomina Molina la Vieja. 

 
Molina la Vieja, se encuentra sobre un promontorio a escaso kilómetro y medio del pueblo de Rillo de Gallo, junto al Barranco denominado del río Viejo, ese en el que se encuentra la Fuente del Cura, unos kilómetros antes de llegar a las instalaciones que la Consejería de Medio Ambiente de Castilla la Mancha tiene para la cría y reproducción del cangrejo común de río.
 
 
Desde la cima se observa a lo lejos el actual castillo – alcázar de Molina de Aragón, y así mismo valles y montañas por doquier.

 
 

El poblado apenas lo componen una serie de muros, mucho tapial desmochado, y restos de construcciones varias.


 
 
 
 
En lo alto de la rocha, un aljibe de grandes dimensiones, y lo que parecen ser los restos de un castillo con cimiento en la roca.

 
 

Si queréis obtener más y mejor información sobre Molina la Vieja, podéis hacerlo visitando la fantástica página de Rillo de Gallo (http://www.rillo-de-gallo.com).

 
Para tratar de dar luz a la duda planteada al comienzo del texto, echo mano de lo difundido a lo largo de la historia por los diversos estudiosos de Molina y su comarca.
El médico, historiador y Cronista de la provincia de Guadalajara don Antonio Herrera Casado,  en su obra de estudio “Heráldica Molinesa”, indicó que a todo el territorio que se le conoce como la Celtiberia (Aproximadamente las actuales provincias de Soria, Teruel, Guadalajara, Cuenca, interior de Valencia, y parte de Valladolid, Segovia y Zaragoza), la cultura romana tardó en llegar, e indica que el territorio de la actual comarca de Molina, fue conquistada por los romanos allá por el año 150 antes de Cristo.

 
Y en relación a ello, el Cronista Herrera Casado, hace mención a los antiguos historiadores que dicen que Molina fue fundado por los romanos con el nombre de Manlia, y que ésta fue erigida en lo que hoy conocemos como Molina la Vieja.
Otros autores como el también médico y humanista del siglo XVI Francisco Núñez, en su texto: “Archivo de las cosas notables de la villa de Molina”, que nunca llegó a publicarse, pero del que sabemos gracias al trabajo de don Diego Sánchez Portocarrero, (Molina de Aragón, 1607 - Almagro, 26 de octubre de 1666) indica que: en la sexma del sabinar, muy cerca de Molina pero más aún de Rillo, allí se fundó antiguamente Molina la Vieja.
 
Indica así mismo el Licenciado Núñez que, los moros tuvieron que abandonar súbitamente el poblado, pero que dejaron muchos tesoros escondidos y que incluso había libros explicando dónde se encontraban los mismos.
 
En esta obra de la que tanto “bebió” el humanista Sánchez Portocarrero, hizo mención especial al paso del Cid por Molina, y Núñez venía a decir que:
        “El Cid salió al campo de batalla contra todos y los venció, prendiendo a muchos y a los otros los puso en huida, entonces, según cuenta el libro de las Grandezas de España, tomado de otras historias, dice que fue preso el Rey de Molina (rey árabe), y por rescate se hizo tributario del Cid y al llegar a Molina envió al Cid un gran presente como su señor. Esto sucedió el año de 1075, después en el año de 1087, habiendo ganado el Cid Valencia envió mucha caballería con su sobrino Alvar Fañez Minaya para que llevasen a su mujer y a sus hijas a Valencia, cuando supo que venían le envió un mensaje al Rey Abengalbón de Molina para que enviase cien caballeros junto con otros cien que él enviaba y saliese a recibir a sus hijas en Medina (la actual Medinaceli), el cual lo hizo tan cumplida y magníficamente que llevo doscientos caballeros de los suyos y trajo a todos a Molina donde los hospedó y los proveyó de todo lo necesario, hasta las herraduras de las cabalgaduras y después con todo aquel aparato, llevó a Dña. Jimena y sus hijas a su costa hasta ponerlas en presencia del Cid a tres leguas de Valencia, por lo cual el Cid le dio muchas gracias y muchos dones”...
        
Las dudas sobre la ubicación de Molina surgen después, ya que, según Jerónimo Zurita y Castro, historiador y Cronista Mayor del Reino de Aragón en el siglo XVI; don Alfonso de Aragón, conocido como el Batallador comienza el asedio a la Molina árabe en el año 1124, rindiéndose ésta en el año 1129.
 
Alfonso el Batallador muere en 1134, y se produce un gran enfrentamiento interno, acerca de quién le tiene que suceder, por lo que las recién conquistadas tierras de Molina se quedan un tanto descontroladas; pero los árabes tampoco las recuperan pues tienen miedo a perder otra batalla contra los cristianos, por lo que durante unos años, las tierras molinesas quedan prácticamente desiertas, sin gobierno, ni leyes, en una pura anarquía.

 
Siendo ésta la situación es cuando el Conde de Almerich, o mejor dicho el Hidalgo don Manrique Pérez de Lara, solicita a la Corona que se le permita reconstruir Molina y ocupar aquellos territorios para proteger lo conquistado del “peligro sarraceno”.
 
Jerónimo Zurita, cuenta en sus relatos del siglo XVI, que la mezquita que se hallaba en Molina la Vieja generaba gran devoción en la contornada, hasta el punto que no era extraño que desde la nueva Molina la población sarracena que convivía en paz con la judía y la cristiana hiciesen romerías hasta la misma. 
 
Y según relata Zurita esto había sido así hasta que Isabel I de Castilla (Isabel la Católica), asesorada por Fray Tomás de Torquemada y el Cardenal Cisneros optó por expulsar a todos los árabes del Reino, destruyendo sus mezquitas.

Al respecto de todo esto, Diego Sánchez Portocarrero, (nacido en Molina en el año 1607), funcionario del estado e historiador de Molina, en su obra “Antigüedad del Noble y Muy Leal Señorío de Molina”, indica que: “En el Señorío hay dos Molinas: una despoblada junto al lugar de Rillo, que llaman la Vieja, porque estuvo allí la Cabeza de este Señorío en tiempos de los Moros; y otra la que habitamos, adonde después se trasladó esta por cerca del año 1140, que la pobló el Conde  don Enrique de Lara, Primer señor de Molina, como consta en su Fuero…” .

 
Así pues, si nos quedaba alguna duda Sánchez Portocarrero de forma clara y meridiana nos habla de los dos Molina, y de la fundación de la actual Molina en el margen derecho del río Gallo, ya bajo prelados cristianos.
Así pues y leyendo a los sabios, entiendo que el paso del Cid por estas tierras allá por las décadas centrales del año 1000,  tal y como se relatan en el poema del Mío Cid, debieron de ser por la denominada Molina la Vieja, y no por la actual Molina.
Ruinas de Molina la Vieja

Aunque hay elementos en toda esta historia que me siguen despistando, y es que en el castillo de la actual Molina, quedan restos de una torre albarrana, es decir de origen árabe, y así mismo muchas de sus cimentaciones, tienen elementos arquitectónicos meramente árabes, como los sardineles de parte de la muralla.

Torre albarrana (Castillo Molina de Aragón)
Sardineles de cimiento bajo la muralla. Castillo de Molina
También me despista el nombre de Molina, que siempre había leído que venía de Molino, por los muchos molinos harineros situados en las orillas del río Gallo; aunque para esto también algunos autores como Pérez Carmona, indica que Molina no viene de molino, sino de mola o muela, coincidiendo plenamente entonces con la orografía y forma de Molina la Vieja. 
Montículo donde se asienta Molina la Vieja.

Fuera como fuese, la cosa es que podemos disfrutar de dos Molinas dentro de la misma comarca, y además podemos viajar con la imaginación para ver cómo fueron aquellos fastos en honor al Cid y a su familia que según el poema los molineses procesaron. FINEM.




domingo, 13 de abril de 2014

PASEANDO POR RILLO DE GALLO EN EL SEÑORÍO DE MOLINA



 
En una ventosa, desapacible y fría mañana del mes de marzo, estuve paseando por uno de los pueblos más desconocidos de la comarca del antiguo Señorío de Molina, y que desde luego sus calles y plazuelas encierran gran encanto.

 
 
 
Y digo que es desconocido, porque por la mayoría de pueblos y ciudades por las que pasa una carretera, lo único que se hace es pasar, siendo muy pocas las veces que nos paramos a conocer el caserío o algo sobre su historia e idiosincrasia. 
  
 

 



Algo de esto le pasa al pueblo de Rillo de Gallo; el cual situado en el kilómetro cincuenta y cinco de la Nacional 211; está acostumbrado a ver pasar viajeros, por su ciertamente peligrosa travesía en forma de curva, siendo muy pocos los que se quedan a visitar su recoleta plaza, sus impresionantes parajes, o su reciente “adquisición”, una casa al estilo Gaudí.


 
 
 
Rillo de Gallo se encuentra a 1055 msnm, en mitad de dos valles, el que conforma la hondonada de Herrería; por dónde transcurren los riachuelos del Saúco y Seco; y el río Viejo proveniente de los frondosos pinares de Molina, Canales, etc… y donde tenemos parajes de especial belleza como la denominada fuente del Cura.

 
 
Los tres riachuelos se juntan en mitad del caserío para transcurrir tranquilos por mitad de campos de labor, hasta el río Gallo junto al paraje de la “serna”.
En relación al río Gallo, cuenta la historia que allá por el siglo XVII, cuando el Rey Felipe IV visitó la ciudad de Molina y probó las truchas del río Gallo, dio orden que desde ese momento siempre que se le sirviese este pescado, el mismo procediera del río Gallo, cogiendo desde entonces gran fama de río truchero.

 
Volviendo a Rillo de Gallo, y con un viento frío que las numerosas veletas se encargan de recordarnos que procede del noroeste, lo que aquí se denomina Cierzo.

 
Comenzamos a pasear por unas más que tranquilas calles, en la que nos encontramos gatos, perros e incluso dos potros…, pero ni rastro de vida humana; las chimeneas humeantes nos revelan que el personal yace tranquilamente en las casas, en la compañía de un buen fuego, esperando que amaine el temporal…

 
Pasear por Rillo de Gallo, es volver a los tiempos de la esplendorosa industria de la resina; ese líquido denso y pegajoso que los pinos resineros de la zona han proporcionado a kilos a lo largo de la historia, y que desde luego en estas  tierras del Señorío de Molina, tanto empleo y economía proporcionaba.
 
 
 
Es muy común pasear por los pinares sobre todo de la sexma del sabinar y encontrarse con las sencillas macetas de barro, que servían como recipiente del “lento sangrar” de los grandes pinos resineros.
Esa resina se llevaba a las pequeñas industrias que había en diversos pueblos, como en el propio Rillo, o también en Mazarete para ser tratadas y tras pasar unos procesos químicos transformarla en todo tipo de productos.

 
 
Y es también de esta época de la resina, la fuente que preside la plaza Mayor de Rillo, la cual fue sufragada y mandada erigir por Calixto Rodríguez; un ingeniero de montes y pionero de la explotación resinera en la comarca, que a modo de cacique provincial hacía estas obras a cambio de votos para su escaño en el Parlamento Nacional, como representante del Partido Republicano allá por finales del siglo XIX, principios del XX. 

 
  

 
Rodeado de sabinares, bosques de ribera y campos de labranza, el caserío de Rillo se mimetiza con la tierra, pues la mayoría de sus casas están construidas con la piedra arenisca característica del terreno, y que  conlleva a esa perfecta simbiosis.

 
 
 
 
Es de destacar la parte trasera de la plaza Mayor, donde con el enorme tronco de un olmo afectado por la grafiosis, se ha hecho una nueva fuente, así como el callejón del arco, que da acceso desde la plaza a los arrabales del pueblo, junto a la ribera del arroyo Viejo.

 
 
Junto al arroyo también se encuentra el lavadero, el cual con techumbre de madera y orientado al sur, seguro que antaño fue el centro de charla y cotilleo sobre todo lo que acaecía en la población; me cuentan que a día de hoy se sigue usando sobre todo en la época estival, por motivos más románticos y de añoranza que por practicidad, habiendo incluso unos tendederos públicos junto al mismo, y de los que también me cuentan nunca ha faltado una prenda que se tendiera, una cuestión más ésta de eso que denominamos la calidad de vida de los pueblos.

 
 

El Ayuntamiento de Rillo es de nueva planta, construido sobre el antiguo horno; junto al mismo se encuentra el trinquete o juego de pelota, y un sencillo parque infantil.

 
 
Al otro lado de la plaza, una  humilde iglesia de trazas medievales y gran sabor rural, con espadaña al oeste y dos grandes campanas; la puerta de acceso es de carácter semicircular, y está orientada al sur, como intentado buscar el refugio y consuelo de los feligreses en los domingos de invierno.

 
 
 


Desde la puerta de la humilde iglesia se aprecia a lo lejos y casi al alcance de la mano, las portentosas torres del castillo-alcázar de Molina; y es que Rillo apenas dista cuatro kilómetros de la capital del Señorío.

 

Seguimos tranquilos el transcurso por las calles de Rillo de Gallo; por cierto aquí también debemos hacer un parón en analizar su apellido y es que muchas y variadas han sido las teorías de por qué allá por el año 1916 se puso ese apellido; en primer lugar se puso para diferenciarlo con otro pueblo de idéntico nombre en la provincia de Teruel. Y segundo lo de Gallo, la teoría más generalizada es que proviene de una expresión muy extendida en aquella época sobre todo por tierras aragonesas de “hervir a gallos”, referido a hervir muy fuerte, siendo que en Rillo hay varias fuentes que brotan del subsuelo con gran fuerza como si hirvieran, siendo la fuente principal de estas cualidades la del Borbullón, de la cual se abastece el pueblo y da lugar al nacimiento del arroyo Viejo.

 
En la soledad de la mañana y por nuestro transcurrir callejero, el viento viene acompañado de un aroma dulce, al principio pensamos que vendrá de alguna casa, pero enseguida descubrimos que proviene del horno Mateo; un horno familiar con despacho en Molina, y que es conocido por la gran calidad de sus panes, pastas y dulces.


Antes de abandonar el caserío de Rillo, no podemos dejar de ver una casa todavía en obras y que sin lugar a dudas se va a convertir en monumento indiscutible del pueblo; se trata de una construcción cuyas trazas y diseños asemejan en todo al estilo gaudiniano, utilizando la forja y el “trencadis” a lo largo y ancho de la construcción.
Un hijo de Prados Redondos y rillano por adopción marital, de nombre Juan Antonio, es el artífice de esta obra que con dinero propio, poco a poco y con mucho sacrifico está levantado.
 

 
 
Las gentes del pueblo la han denominado “el capricho rillano”; en ella se pueden apreciar decoraciones representado a varios animales, entre otros, una gran serpiente que hace colación a una vieja leyenda local, relativa a la existencia de una serpiente de grandes dimensiones en el paraje de Villacabras; me comenta un vecino que por allí pasaba, que la casa la están haciendo sin planos ni croquis…; lo que me hace recordar a las primeras obras de Gaudí las cuales una vez garantizada su estabilidad iba haciendo según su  inspiración.
 
 
 
Y hablando de Villacabras, famoso fue el litigio que por los pastos de este lugar tuvieron en sus tiempos la Comunidad de Villa y Tierra y el pueblo de Rillo; estando ubicada en este lugar la ermita de la Virgen de la Carrasca; ermita que en la actualidad está totalmente en ruinas, manteniéndose en pie un solo arco, y que es utilizada como paridera de ganado.

Foto web http://www.rillo-de-gallo.com/
Foto web http://www.rillo-de-gallo.com/

De Villacabras a Rillo se encuentran los restos de los que los estudiosos dicen fue Molina la Vieja, también el bello paraje de la Fuente del Cura, y piedras varias con inscripciones de índole religioso.
 
 
 
Por lo tanto amigos/as lectores/as; como podéis comprobar Rillo de Gallo es mucho más que un pueblo de paso; porque tras pasear por sus coquetas calles, algunas dedicadas a los pastores, a los labradores, o incluso al retén de Cogolludo, en honor a las once personas que fallecieron en las labores de extinción del  trágico incendio de julio del 2005 en los vecinos bosques de Anquela, Cobeta, Mazarete, Selas, Riba, Ablanque, etc; 

 


 
te puedes adentrar junto al arroyo Viejo para sorprenderte en mitad de unos parajes de soberbia belleza, donde la tranquilidad y el sosiego te reconcilian con eso que llamamos madre naturaleza.
 Si pasáis y paráis en Rillo, ya me contaréis. VALE.



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