En los confines del antiguo Señorío de Molina, en la
profundidad del valle del río Gallo, una vez que éste ha pasado junto a los
tapiales de la ermita de la Virgen de la Hoz, y totalmente mimetizado entre pinos, sabinas y
bosque de ribera, aparece como de repente el pueblo de Torete.
Torete está a 964 metros sobre el nivel del mar, en mitad del
valle y rodeado de grandes cerros como el del Castillo, el Castaño y el Picón
de los Burros; dejó de ser pueblo independiente
como tal, para convertirse en pedanía de Corduente el 7 de febrero de 1974; y
según el Instituto Nacional de Estadística, Torete cuenta con 30 habitantes.
Visto desde los cerros del frente al otro lado del río,
Torete, más que real, parece un lienzo al óleo, mostrando un paisaje de
inefable belleza, y que no es más que preludio de las cientos de sensaciones,
todas ellas buenas que se tendrán al recorrer sus calles y plazuelas.
El pueblo de Torete está atravesado por la serpenteante
carretera que desde Molina arriba hasta el pueblo de Cuevas Labradas. (http://blogdeoscarpardodelasalud.blogspot.com.es/2013/06/un-paseo-por-cuevas-labradas-en-el.html);
pasando la travesía por las dos plazas con las que cuenta el pueblo.
La primera de ellas está conformada aprovechando el espacio
rectangular que deja el denominado juego de pelota, tan típico en todos los
pueblos de la comarca molinesa, estando presidido por un Ayuntamiento,
construido en los años, en que estos pueblos pinariegos estaban en pleno
esplendor por la industria resinera.
Y es que Torete siempre ha vivido de sus recursos naturales,
siendo la resina el sector que más trabajo proporcionaba, pero también la
fuerza motriz del agua del Gallo, daba para
poner en marcha la maquinaria de una gran herrería, de la que hoy apenas quedan
unos lienzos de pared.
Restos de la vieja Herrería |
Así mismo Torete ha
sido y es uno de los pueblos más huertanos de la comarca, buena tierra, agua en
abundancia, y una orografía que en cierta manera lo han protegido de los
rigores climatológicos, han hecho de Torete un referente en lo que a huerta e
incluso árboles frutales se refiere, en una comarca donde el extremo frío ha
condicionado mucho estas cuestiones.
Pasear en primavera, verano e incluso otoño entre la ribera
derecha del río, y las primeras casas, supone todo un catálogo en lo que a
botánica huertana se refiere.
La otra plaza con la que cuenta Torete, está más desdibujada;
me refiero a que tiene una forma irregular, estando presidida por una hermosa
fuente de piedra rojiza, restaurada en el año 1926, y cuyo abrevadero y dos caños, han sido
durante décadas el punto de encuentro y reunión del pueblo.
De los dos caños, surge una agua fresca y de gran calidad,
que en continuo diálogo rompen el silencio y sosiego que lo impera todo por las
calles de Torete.
A la derecha una iglesia de nueva planta construida en los
años 60 del pasado siglo XX, por unos albañiles de Molina; y que vino a
sustituir a la vieja iglesia y al horno
de pan que amenazaban ruina.
Una curiosidad en el interior de la iglesia es la gran sabina
de tres brazos, cuyas ramas ejercen de peanas para los patrones del pueblo
Nuestra Señora de la Asunción y San Roque.
Arriba de la plaza y presidiendo la totalidad del pueblo la
torre del reloj, parado en una hora desde tiempo inmemorial, igual que pasa en
el vecino pueblo de Cuevas Labradas, no lo está por falta de electricidad, sino
por falta de manos humanas que den cuerda al reloj, pues efectivamente
amigos/as lectores/as; el reloj de la torre de Torete pese a sus grandes
dimensiones de casi un metro de esfera, sigue siendo de cuerda; estando en
perenne silencio su campanil de bronce…
Esta torre y su reloj, se construyeron como reza en su
fachada allá por el año 1964, ostentando la vara de mando el señor Iluminado
Novella, siendo una muestra más de aquel esplendor que trajo a la zona, la
industria resinera.
No nos podemos marchar de Torete sin caminar por la ribera de
río Gallo, entre salgas y choperas,
paseando de puente a puente, y descansando un poco en el merendero, centro de
reuniones y tertulias en la primavera y el verano, y que a estas alturas ya del
otoño, se encuentra exento de barullo o
bullicio alguno.
El río Gallo siempre ha sido famoso por ser truchero y
cangrejero, a otrora lo fue mucho más, pero asomándote a su cauce no es difícil
observar el raudo y asustadizo deambular de decenas de truchas, así como el
tranquilo pasear de cangrejos.
El mismo espacio es compartido por nutrias y garzas, que los
lugareños tratan de espantar, bajo el argumento que se comen las truchas…
La verdad que dar un paseo por Torete supone la toma de una
gran dosis de paz, tranquilidad y sosiego; tan necesarios para saber equilibrar
el cuerpo y el alma en esta vida que llevamos hoy en día, en lo que casi todo
se requiera para ya o para ayer…
Por lo demás dedicar este post, a mi amiga Lola López, hija
de toretanos, y que desde luego la paz y
el buen “rollismo” que desprende Torete, han sido atributos heredados en el
carácter de Lola. FINEM
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