Lunes de carnaval, un lunes donde despegarse de las sábanas, ha costado un poco más de lo normal; y es que estos días, las fiestas de carnaval invaden todos los rincones del país, celebrándose de forma muy distinta en cada municipio, comunidad, etc... teniendo cada uno de ellos sus propias pecualiaridades.
Las fiestas de carnaval, evocan a Juan Ruiz, Arcipreste de Hita; y su compleja obra, el Libro de Buen Amor, escritor del siglo XIV que sabe conjugar la alegría del vivir con la seriedad moralizadora del clérigo, junto a una clara intención didáctica.
La “Batalla de don Carnal y doña Cuaresma” es una parodia de la épica, los ejércitos de don Carnal y de doña Cuaresma están compuestos por diferentes manjares de carne y de pescado, respectivamente, que se atacan y matan. El ejército de don Carnal es vencido, y su jefe encarcelado; pero el Domingo de Ramos logra escapar, al tiempo que doña Cuaresma desaparece. Y entonces don Carnal -en un pasaje en el que la sátira antieclesiástica se hace patente- es recibido con grandes honores por distintos representantes de la clerecía.
La cuestión es que doña Cuaresma el martes de Carnaval, vence a don Carnal, y se inaugura el periodo de Cuaresma con el miércoles de Ceniza, como en tantas otras esferas, se mezcla lo religioso con lo pagano.
Yo estuve en mi pueblo Molina de Aragón, que aunque lejos de los Carnavales de Cádiz o Tenerife, también tiene un encanto muy especial.
Lo que si que quiero remarcar, que son unas celebraciones, donde el objeto principal es el disfraz, la transgresión, la ruptura con la rutina, y el tener por unas horas una identidad distinta a la habitual. Así pues a disfrutar lo que queda hasta el martes (con el entierro de la sardina); antes de que llegue doña Cuaresma imponiendo el ayuno, la sobriedad, el recatamiento, y los “buenos modos”
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