domingo, 18 de febrero de 2024

LOS AMANTES DE TERUEL. Una bella y triste historia de amor.




    El genial cantautor Ismael Serrano, en su canción “tierna y dulce historia de amor”, afirma eso de que “como todas las historias de amor, al menos las más bellas..., la nuestra por supuesto,  también acabó en tragedia”.

   



    Y algo así pasó con la historia que hoy os voy  relatar, que a caballo entre la tradición oral y la leyenda, cuentan los turolenses que, ocurrió allá por el siglo XIII, en la pequeña y tranquila ciudad del Torico.

    Parece ser que dos jóvenes de familias hidalgas turolenses desde niños compartían juegos, escapadas y largos paseos por las riberas de los ríos Turia y Alfambra.

    Esa relación hizo  nacer entre ellos un amor incuestionable que, no les permitía estar el uno sin la otra y viceversa.


    Esta coyuntura les llevó a su deseo de contraer nupcias para poder pasar juntos el resto de sus vidas.

    Pero había un inconveniente, y es que la familia de Diego  Martínez de Marcilla que así se llamaba el chico, pese a la hidalguía y nobleza, estaban pasando por ciertas penurias económicas, hecho éste que disgustaba al padre de Isabel de Segura, nombre de la protagonista de esta historia.



    Así pues, Diego y el padre de Isabel acordaron que el primero, saldría de Teruel a buscar fortuna, para volver rico y con dote suficiente para poder contraer matrimonio con su amada Isabel; la cantidad acordada fue la de 30.000 sueldos; y todo ello en un plazo improrrogable de cinco años.

 Los Amantes Ciudad Encantada de Cuenca

    Dicho y hecho, Diego emigró de Teruel camino de las contiendas que árabes y cristianos tenían por el sur peninsular por la conquista y tenencia del territorio bajo una religión u otra.



    Los enfrentamientos eran duros, igual que las condiciones de vida, pero Diego tenía siempre presente el recuerdo de su amada que, le animaba en continuar con su empresa de recoger el botín acordado.



    Mientras Isabel esperaba a su amado rechazando los envites de hidalgos caballeros turolenses, y añorando el regreso de  Diego, para acudir junto a éste al tálamo nupcial.



    Pero el padre de Isabel, creyendo que Diego nunca más volvería, y para asegurar bienestar y riqueza a su hija y futuros nietos, antes de acabar el plazo acordado con Diego, ordena la boda de su hija Isabel con el Señor de Azagra, noble importante en la Corte Aragonesa y hermano del Señor de Albarracín.



     Isabel triste y abatida acepta los deseos de su padre y se celebra una boda con grandes magnificencias, siendo conocida tal efeméride en todo el reino.


     Es precisamente el día señalado para la boda, cuando Diego ya de regreso cabalga presuroso y jadeante hacia su añorada ciudad de Teruel, animando a su pollino con aquel ya famoso “anda quilla”, como si quisiera hacer más breves los momentos que le faltan para llegar hasta su amada; creyendo que ya nada podría frenar aquel entrañable y conmovedor querer.



    Pero para su desgracia, nada más atravesar las murallas de Teruel por la Puerta de Daroca, alguien le informa de los acontecimientos que se están dando; a través de unos vecinos amaña una entrevista con Isabel  en el zaguán de  la casa de ésta. 



    Diego incrédulo de lo que le cuentan y bastante emocionado al reencontrarse con Isabel le pide un beso que,... ésta le rechaza aludiendo a que no puede, pues ahora se debe a otro hombre…; el infortunado Diego lleno de dolor y desdicha, palidece, se desploma y cae muerto al suelo…



    Al otro día se celebran las exequias fúnebres con los restos de Diego; cientos de personas acompañan al desventurado amante hacia su última morada…, al tétrico paso, se suman el sonido del tañer de las campanas, y el griterío de las plañideras…



    Isabel tras las celosías observa el triste acontecimiento compungida y llena de dolor; exhausta  se cubre con un oscuro manto y sale a la calle, abrumada se abre paso entre la multitud y al llegar ante los restos de Diego, se abraza al mismo y le da el beso que en vida le había negado; cuando pretenden separarla del mismo, atónitos todos perciben que está exánime, es decir sin vida.




    Ante aquella indescriptible escena de amor, hubo un unánime sentir de que ambos amantes estuviesen  juntos en la muerte, ya que en la vida las circunstancias lo habían impedido, y que lo estuviesen por siempre jamás para toda la eternidad…

 

 

    Cuentan que en las noches de luna llena, no es difícil verlos caminar tranquila y sosegadamente por las bellas calles de Teruel… 
 

domingo, 14 de enero de 2024

Mariana Pineda la gran heroína granadina.

 



Creo que, si hiciéramos una encuesta acerca de cuál o quién ha sido el peor Rey que ha tenido España, ganaría por goleada Fernando VII; y mira que los hemos tenido malos.


Retrato con uniforme de capitán general, por Vicente López (Museo del Prado).


Mientras que Fernando y su padre Carlos IV, junto a sus familias, se van a vivir a Bayona (Francia), porque así se lo pide Napoleón, viviendo a todo lujo, y sin preocupación alguna; los españoles enfurecidos se levantan contra el invasor francés, en aquello que la historia ha denominado la guerra de la independencia.

Cuadro de Francisco de Goya, titulado "el 2 de mayo".

Tal fue la lucha que, por primera vez, las tropas de Napoleón, sufrieron una derrota, y España clamaba por la vuelta de su rey Fernando, de ahí el apodo del deseado.

Mientras tanto surgieron las Cortes de Cádiz, la constitución de 1812, “la pepa”, y decena de héroes y heroínas, que defendían la libertad y la independencia de España.

Cuando Fernando VII, ese rey tan deseado regresa al país, lo primero que hace es cargarse todo lo que suena a liberalismo, a constitución, a modernidad o a avance social; y con ello a las personas que tanto habían luchado por su vuelta, entre otros Juan Martín Díez “el empecinado”.

Y algo parecido le pasó a la protagonista de este artículo, a la granadina: Mariana Rafaela Gila Judas Tadea Francisca de Paula Benita Bernarda Cecilia de Pineda Muñoz, conocida popularmente como Mariana Pineda. 


Podríamos decir de Pineda que, fue una mujer valiente, coherente y que luchó por unos ideales como el progreso y la libertad, hasta sus últimas consecuencias, de hecho, esa coherencia y el compañerismo fue lo que le llevaron a su ajusticiamiento, pero como se dice ahora, no hagamos “spoiler”.


¿Qué pasó con Mariana Pineda? Pues bien, Granada no era tan grande, y Ramón Pedro y Andrade, al cual los absolutistas fernandinos, lo habían nombrado en 1825, alcalde del crimen de Granada, o dicho de otra manera juez, para perseguir cualquier atisbo de liberalismo, sospechaba desde hacía tiempo de ella.

Las sospechas no eran infundadas, Pineda había ayudado a escapar de la prisión, a un primo suyo, también liberal, y que había sido encarcelado, por exaltar la constitución de 1812; y así mismo,  se había interceptado correspondencia de ésta, con liberales que residían en Gibraltar; así pues, el alcalde del crimen sólo tenía que esperar un descuido, o directamente tenderle una trampa, y así parece que fue la cosa.


Un chivatazo dado por un sacerdote; contó que dos hermanas bordadoras del barrio del Albaicín, estaban llevando a cabo un encargo hecho por Mariana Pineda, y que no era otra cosa, sino una bandera morada, con un triángulo verde en medio y sobre cuyos lados pusiera las siguientes palabras: libertad, igualdad y ley.


El problema es que la bandera no estaba en casa de Mariana, y que no había pruebas del encargo, así pues el plan que los absolutistas urdieron fue el siguiente: el comisario jefe de Granada, (como veis lo de Villarejo no es un invento del siglo XXI),  pidió a las bordadoras que llevasen la bandera a la casa de Mariana Pineda, y justo en el momento que la estaban entregando apareció la policía, y acusando a Pineda  de ser responsable de esa bandera, de ese lema y de intento de rebelión contra el orden y el monarca.

A las bordadoras por esta labor, “el Villarejo” granadino les pagó 400 reales.

La defensa de Pineda argumentó, que ella no sabía bordar, que la bandera en si no lo era, pues estaba a medias, y que la misma tenía más que ver con la masonería que, con una supuesta revolución liberal; pero todos los argumentos de nada servían, la sentencia ya estaba puesta antes de empezar el juicio.

Dibujo de: https://historia.nationalgeographic.com.es/

Pero no todo estaba perdido, Pineda tenía una oportunidad de salvar su vida; y es que, desde el Ministerio de Justicia, le dijeron que la indultarían, si ella delataba a sus compañeros liberales.

Pineda no lo pensó ni dos segundos, contestando que: Nunca una palabra indiscreta escapará de mis labios"

Tras cuatro días de juicio se dictó sentencia, concretamente en fecha de 26 de abril de 1831, firmada por el infame Fernando VII.

Y el amanecer del 26 de mayo de 1831, a lomos de una mula, ya que había sido condenada a garrote noble, fue trasladada hasta el denominado campo del triunfo, frente a la puerta de Elvira.

Iba vestida con las ropas que se vestía a los ajusticiados, pero ella muy digna pidió a los verdugos que, no le quitasen las ligas, pues era feo eso de ir a patíbulos con las medias caídas, al alba la arrebataron la vida, contaba con 26 años.

Después trasladaron sus restos al cementerio, a una tumba discreta y sin identificar; pero unas personas que habían presenciado el mismo, esa noche clavaron una cruz, para identificar el lugar del enterramiento; años después, cuando Fernando VII había dejado este mundo, los restos se exhumaron y se dejaron en el Ayuntamiento de la capital granadina, en el cual se custodiaban, y cada 26 de mayo los mismos se paseaban en procesión por las calles de Granada.



Posteriormente en el año 1856, la heroína de la libertad, fue enterrada en la cripta de la catedral de Granada, donde sus restos reposan desde entonces.




Casi cien años después de su ajusticiamiento, otro granadino universal, el poeta Federico García Lora, escribió la obra de teatro “Mariana Pineda”, en la cual destaca una frase que ha quedado como un canto a la esperanza. “en la bandera de la libertad, bordé el amor más grande de mi vida”. FINEM.

 

domingo, 12 de noviembre de 2023

De paseo por el templo de Zeus olímpico.

 




Cuando no puedo conciliar el sueño, siempre utilizo la misma técnica, y como si de un funcionario del “ministerio del tiempo” se tratara, me gusta imaginar que viajo en el tiempo.

El último viaje mental, antes de pillar el sueño, fue ir a visitar un templo, un templo dedicado al dios Zeus, en la ciudad de Olimpia.

Todas las religiones, han buscado y buscan lugares con energía especial, sitios que por las razones que sean, te invitan a la tranquilidad, a la reflexión, al sosiego…, y desde luego la antigua ciudad de Olimpia cuenta con esas características.

En el mismo lugar, ya se habían dedicado templos a otras deidades; pero con plena mitología griega en desarrollo, los habitantes de la zona entre los años 470 a 456 antes de Cristo, decidieron dedicar un templo a Zeus, (el padre de los dioses y de los hombres).


Así pues, en mi paseo por el tiempo viajé hasta el 430 antes de Cristo, no me percaté en la ropa con la que iba vestido, ni se hacía frío o calor, sólo se que era un día por la tarde, pues vi atardecer entre los robles y encinas que rodeaban el templo.

Llegué caminando, siguiendo un curso de un arroyo, aguas abajo; y a lo lejos observé un edificio de enormes dimensiones, piedra caliza lo componía, lo que le daba un color muy característico.

Antes de entrar, al templo pregunté (en perfecto griego de la época), por el taller de Fidias; éste había sido el autor que había esculpido la gran talla de Zeus, que había dentro del templo; me indicaron por donde era y hasta allí que fui.

Entre cinceles y cortafríos, allí me encontré con Fidias, su apariencia me la imaginé tal cual el señor mayor de “érase una vez la vida”.

(tebeoesfera.com)


Le conté que venía de tierras muy lejanas, y que era un honor para mi conocerle, éste me contó que estaba muy cansado, pues tras hacer la estatua del Zeus olímpico, no paraban de encargarle nuevas obras, y las dimensiones de las piezas, y la dureza de los materiales, le llevaban mucho trabajo.

Templo de Zeus olímpico (imagen https://vivoz-gbo.ru/)

Así mismo me dijo que, el templo era blanco, no sólo por la piedra caliza, sino por una capa delgada de estuco, que conllevaba a que las columnas pareciesen de mármol.

Aunque mármol había y mucho, lo habían traído en barcos desde la isla de Paros, las esculturas, todas eran de este noble material; que luego se utilizó en la construcción del otro templo, el dedicado a Atenea, situado en la ciudad de Atenas, y que es conocido como Partenón.

            El templo así mismo, contaba con un techo, que estaba elaborado por tejas igualmente de mármol, hecho tan fino, que la luz del sol penetraba, iluminando el interior, como si miles de bombillas led se hubiesen colocado.

            Ante mi interés, Fideas me dijo si quería que fuésemos a ver el interior del templo; lo que no dudé ni un ápice.

            El templo de frente impresiona, por la grandeza y la decoración que acompaña al friso, y me hizo reflexionar en la involución que posterior a Grecia y Roma sufrió la humanidad también en lo arquitectónico, pues después de estos templos impresionantes, hasta el siglo XI, no vino el arte románico, es decir 1.100 años después; que de nuevo empezó a revolucionar la arquitectura, pero con dimensiones mucho más modestas.

Tras pasar la puerta, entre las columnas, te sientes pequeño, sobre todo ante la escultura del dios Zeus; la cual según me contó Fidias, estaba hecha de madera, y recubierta de oro y marfil.

Tenía una altura de doce metros, y el dios aparecía sentado en un trono, con el torso desnudo, y el manto en torno a las piernas, llevaba la cabeza coronada de olivo y la mirada, dirigida hacia abajo, confiriéndole un gesto paternal.

En la mano derecha, tenía a la diosa de la victoria, de nombre Niké, y en la mano izquierda un cetro rematado con un águila.

El manto estaba adornado con flores, y las sandalias también de oro, descansaban los pies sobre un escabel.

Todo el trono en sí, era igualmente una obra de arte.

Escultura Zeus olímpico. (Imagen de: https://travel.sygic.com/

Le dije a Fidias que enhorabuena, que me había encantado ver la escultura, y que no me extrañaba que aquella se considerara como una de las siete maravillas del mundo clásico; el puso cara extraña, como diciendo, “pero ¿qué me estás contando?

Ante mi interés, Fidias sacó de una especia de bolsa de tela que llevaba, lo que hoy en día llamamos, “tote bag”, unos bocetos, estaba ya en marcha la que sería su última gran obra maestra, la Atenea Pártenos, que presidía el Partenón de Atenas.

Atenea Pártenos. Foto wikipedia.org


Impresionado ante el boceto, me mordí la lengua y no quise decirle nada acerca de que tuviese cuidado con Pericles y la corrupción…; pues la regla de oro en estos viajes es que nada de la historia cambie.

Tras lo anterior, agradecí a Fidias sus explicaciones, y me salí del templo, la tarde estaba cayendo, y a los dos minutos dormía plácidamente. FINEM.

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