Retrato con uniforme de capitán general, por Vicente López (Museo del Prado). |
Cuadro de Francisco de Goya, titulado "el 2 de mayo". |
Tal fue la lucha que, por
primera vez, las tropas de Napoleón, sufrieron una derrota, y España clamaba
por la vuelta de su rey Fernando, de ahí el apodo del deseado.
Mientras tanto surgieron
las Cortes de Cádiz, la constitución de 1812, “la pepa”, y decena de héroes y
heroínas, que defendían la libertad y la independencia de España.
Cuando Fernando VII, ese
rey tan deseado regresa al país, lo primero que hace es cargarse todo lo que
suena a liberalismo, a constitución, a modernidad o a avance social; y con ello
a las personas que tanto habían luchado por su vuelta, entre otros Juan Martín
Díez “el empecinado”.
Y algo parecido le pasó a
la protagonista de este artículo, a la granadina: Mariana Rafaela
Gila Judas Tadea Francisca de Paula Benita Bernarda Cecilia de Pineda Muñoz, conocida popularmente como Mariana Pineda.
Un chivatazo dado
por un sacerdote; contó que dos hermanas bordadoras del barrio del Albaicín,
estaban llevando a cabo un encargo hecho por Mariana Pineda, y que no era otra
cosa, sino una bandera morada, con un triángulo verde en medio y sobre cuyos
lados pusiera las siguientes palabras: libertad, igualdad y ley.
El problema es
que la bandera no estaba en casa de Mariana, y que no había pruebas del
encargo, así pues el plan que los absolutistas urdieron fue el siguiente: el comisario
jefe de Granada, (como veis lo de Villarejo no es un invento del siglo XXI), pidió a las bordadoras que llevasen la bandera
a la casa de Mariana Pineda, y justo en el momento que la estaban entregando apareció
la policía, y acusando a Pineda de ser
responsable de esa bandera, de ese lema y de intento de rebelión contra el
orden y el monarca.
A las bordadoras
por esta labor, “el Villarejo” granadino les pagó 400 reales.
La defensa de
Pineda argumentó, que ella no sabía bordar, que la bandera en si no lo era,
pues estaba a medias, y que la misma tenía más que ver con la masonería que,
con una supuesta revolución liberal; pero todos los argumentos de nada servían,
la sentencia ya estaba puesta antes de empezar el juicio.
Dibujo de: https://historia.nationalgeographic.com.es/ |
Pero no todo
estaba perdido, Pineda tenía una oportunidad de salvar su vida; y es que, desde
el Ministerio de Justicia, le dijeron que la indultarían, si ella delataba a sus
compañeros liberales.
Pineda no lo pensó ni dos segundos, contestando que: “Nunca una palabra indiscreta escapará de mis labios"
Tras cuatro
días de juicio se dictó sentencia, concretamente en fecha de 26 de abril de
1831, firmada por el infame Fernando VII.
Y el amanecer
del 26 de mayo de 1831, a lomos de una mula, ya que había sido condenada a
garrote noble, fue trasladada hasta el denominado campo del triunfo, frente a
la puerta de Elvira.
Iba vestida con
las ropas que se vestía a los ajusticiados, pero ella muy digna pidió a los
verdugos que, no le quitasen las ligas, pues era feo eso de ir a patíbulos con
las medias caídas, al alba la arrebataron la vida, contaba con 26 años.
Después
trasladaron sus restos al cementerio, a una tumba discreta y sin identificar;
pero unas personas que habían presenciado el mismo, esa noche clavaron una
cruz, para identificar el lugar del enterramiento; años después, cuando
Fernando VII había dejado este mundo, los restos se exhumaron y se dejaron en
el Ayuntamiento de la capital granadina, en el cual se custodiaban, y cada 26
de mayo los mismos se paseaban en procesión por las calles de Granada.
Posteriormente
en el año 1856, la heroína de la libertad, fue enterrada en la cripta de la
catedral de Granada, donde sus restos reposan desde entonces.
Casi cien años
después de su ajusticiamiento, otro granadino universal, el poeta Federico
García Lora, escribió la obra de teatro “Mariana Pineda”, en la cual destaca
una frase que ha quedado como un canto a la esperanza. “en la bandera de la
libertad, bordé el amor más grande de mi vida”. FINEM.