La luna llena sobre Javalambre
Hoy he comido con mi gran amiga y maravillosa persona Pilar
Berzosa Sanz, desbordaba alegría y cierta emoción; la razón era que su sobrina
Espe a la que Pilar tanto quiere y admira acaba de ser madre.
Un precioso niño de nombre Lucas, había llegado al mundo en
la ciudad de Valencia el pasado 28 de agosto del presente 2014.
El mismo día, pero setenta y ocho años después que soldados
del bando franquista, fusilaran a su tatarabuelo del mismo nombre a la entrada
de la ciudad de Teruel.
Pilar me ha contado en infinidad de ocasiones aquellos
trágicos días del año 1936 en la ciudad de Teruel; donde la irracionalidad se
impuso al sentido común; y donde los odios, las visceralidades y los rencores
se desbordaron de manera tal, que hoy casi ochenta años después, sigue habiendo llanto y sufrimiento por aquellos sucesos.
El abuelo de Pilar natural de Gea de Albarracín (Teruel)
estudia en el Seminario de Albarracín para ser sacerdote; pero al tiempo se
cansa, y aunque su madre de nombre Dionisia le insiste en que sería un buen
futuro, él deja los estudios con el bachillerato acabado.
En ese mismo lugar conoce a Milagro Herranz quien será el amor
de su vida, su esposa y la madre de tres hijas.
Se prepara oposiciones para telégrafos y tras un arduo
esfuerzo las aprueba siendo su primer destino Alcázar de San Juan.
Posteriormente pide traslado a Albarracín donde una vez allí
instalado contrae matrimonio con Milagro.
Conforme sus cuatro
hijas van creciendo, la familia se alquila una casa en Teruel para que así las hijas puedan estudiar en la ciudad de los Amantes, y porque además a Lucas lo hacen Jefe de telégrafos en dicha ciudad.
hijas van creciendo, la familia se alquila una casa en Teruel para que así las hijas puedan estudiar en la ciudad de los Amantes, y porque además a Lucas lo hacen Jefe de telégrafos en dicha ciudad.
Previo al golpe de Estado del 18 de julio de 1936; el
gobierno decide recolocar a los funcionarios, en previsión de que si algo sucediera
la administración no se colapsara; y
ofrecen a Lucas trasladarse a Madrid.
Milagro le dice que se traslade por si acaso ocurriese algo,
pues en Madrid pasaría más inadvertido, pero Lucas entendía que no tenía por
qué dejar su tierra, puesto que además no militaba en ningún partido, su puesto
de trabajo lo había conseguido por oposiciones y méritos propios, y nunca había
hecho daño a nadie.
El 18 de julio las tropas del General Franco dan un golpe de
Estado, éste no triunfa y torna en una guerra incruenta e inútil; que a la
postre generaría miles de muertos y la destrucción de un país…
Lucas y Milagro observan estos acontecimientos en la ciudad
de Teruel con cierto pánico y preocupación, pues la mayor de sus hijas cuenta
sólo con veintidos años.
A finales del mes de julio Teruel es tomada por el bando
franquista y en la plaza del Torico comienzan a producirse lo que se denominan paseos
y sacas…; detienen a diferentes personas por sus cargos en la administración
del estado, por filiación política o ideológica, y sin juicio alguno, son
fusiladas junto al pilón de la fuente del Torico…; dicen las crónicas que la
sangre corría bajo la torre del Salvador camino del óvalo.
A los pocos días estando Lucas en su despacho, el ordenanza
le dice que dos guardias civiles querían verlo; él les invita a entrar a su
despacho, pero éstos le dicen que salga.
Al salir, le detienen llevándolo preso al viejo cuartel de
San Francisco.
El ordenanza raudo acude a casa de Milagro para avisarle. Era
un caluroso 24 de agosto de 1936.
Al otro día de nuevo hubo fusilamientos en la plaza del
Torico, las hijas de Lucas acudieron atemorizadas por si su padre era uno de
los asesinados; por fortuna él no estaba.
Tampoco en los fusilamientos del día 26.
Cuentan que el Obispo de la ciudad Anselmo Polanco pidió a
las autoridades franquistas que se dejase de fusilar en la plaza del Torico.
Milagro todos los días llevaba a su esposo, una muda limpia y
algo de comer; y éste en un ato le dejaba la muda sucia.
El día 27 Lucas devuelve la muda sucia, y una moneda de un
duro amadeo de plata que siempre llevaba en el bolsillo. A Milagro eso le
preocupó… pero como no le dejaban verlo, no pudo preguntarle por qué le daba aquella
moneda…; después entendió Milagro que se lo devolvió porque Lucas sabía que a
donde lo iban a llevar ya no lo necesitaba.
Cuando Milagro se iba del viejo cuartel, observó como un
camión del que parecían oírse voces, pese a estar tapado con lonas; se dirigía
a gran velocidad en dirección a la carretera de Zaragoza, como hacia la
modernista ermita del Carmen.
Al otro día una de sus hijas venía en el coche de línea o
correo como llaman por allí desde Albarracín hacia Teruel; eran aproximadamente
las cuatro de la tarde, y en mitad de la carretera de la vieja nacional 234,
una patrulla de la guardia civil, las paró. Al instante se escucharon disparos,
y a la media hora dejaron que prosiguiesen la marcha camino de la capital
turolense.
Mientras Milagro esperaba a las puertas del viejo cuartel de
San Francisco para de nuevo darle una muda limpia a su esposo…; al rato le
dijeron que no fuese nunca más que su marido esa mañana había sido trasladado…
La cosa es que nunca más supieron de él.
Milagro sacó a sus hijas adelante, e incluso a sus nietos,
pero su corazón nunca más pudo sonreír…; cuando iban de Teruel a Albarracín, la
abuela Milagro suspiraba mirando al cielo y les decía a sus hijas algo me dice
que por aquí está enterrado vuestro padre…
Sólo cuarenta años después de aquella atrocidad, con la
arribada de la democracia, las gentes que sabían del tema, comenzaron a contar las graves atrocidades que se habían
hecho junto a la carretera de Zaragoza frente a la población de Caudé.
Un pastor que se encontraba en la zona aquellos aciagos días,
anotó en unas tablas los tiros de gracia que en la lejanía escuchaba… siendo
casi mil cien rayas las que aquel hombre marcara…
La cuestión es que ésta es solamente una historia más de las
miles que hubo en aquel triste episodio de la historia de nuestro país, donde
sacó lo mejor de mucha gente, pero también lo peor de muchos otros.
La conclusión es que ojalá ni el recién nacido Lucas, ni
todos lo que me estáis leyendo veamos nunca más episodios como aquel; y sirva
esta reseña para el general conocimiento, por aquello de que el pueblo que
olvida o desconoce su historia está condenado a repetirla.
Y por toda la querencia, cariño y respeto que siento por mi
amiga Pilar Berzosa, sirva también este escrito como homenaje a aquel hombre bueno, de nombre Lucas Sanz
Atienza. FINEM