viernes, 20 de febrero de 2015

REQUENA Y SU TÍTULO DE CIUDAD




Requena
 Siempre se dice que un pueblo que olvida su historia está condenado a repetir los mismos errores; así mismo es importante conocer nuestro pasado para así entender nuestro presente…;  todo lo anterior para hablar de una escultura que hay en la ciudad valenciana de Requena, con términos inscritos como libertad y victoria y que durante la dictadura del General Franco sufrió el retiro y la desconsideración porque esas palabras eran mal sonantes para el dictador y sus acólitos.

 

Se trata de un pequeño pilón con letras situado en el arrabal de San Nicolás, junto a la Iglesia dedicada a este Santo y Patrón de la ciudad.
Corría el año 1833, cuando el Rey apodado “el deseado” Fernando VII, y sin lugar a dudas uno de los peores Reyes que ha tenido España, expiraba, dejando un legado para el país, parecido a lo que había sido su reinado, caos, desasosiego y guerra.

Fernando VII
 La cosa derivaba por el ir y venir que el monarca había llevado con la denominada Ley Sálica, esa que impedía reinar a una mujer.
Fernando VII había tenido dos hijas, Isabel y Luisa Fernanda, por lo que para que su hija primogénita pudiese heredar el trono debía de derogar la Ley Sálica que se lo impedía, el problema fue que en el 1830 “el Deseado”, había firmado una ley denominada la Pragmática Sanción, que permitía heredar el trono tanto a los varones como a las mujeres, pero dos años después, enfermo en cama firmó un decreto derogando la Pragmática Sanción, lo que directamente convertía en heredero del trono a su hermano Carlos María de Isidro.
Isabel II
Carlos María de Isidro
Tras una leve mejoría de nuevo pone en vigor la Pragmática Sanción, y al poco tiempo muere, siendo por tanto heredera al trono su hija Isabel.

 

La futura Reina cuenta sólo con tres años, y se nombra Regente a su madre y tercera mujer de Fernando VII, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias.
Todo esto parece una tomadura de pelo al hermano de Rey, Carlos María de Isidro y sus seguidores, lo que desencadena las denominadas Guerras Carlistas.

 
 
Muchos fueron los pueblos y ciudades, que se mantuvieron con el orden legal establecido, siendo éste, el de la sucesión de la corona en la cabeza de Isabel, hecho que conllevó el  odio y la inquina de las tropas carlistas contra esas villas, y esto fue lo que le ocurrió a la ciudad de Requena.

 
 
La villa amurallada tuvo que sufrir las consecuencias de apoyar a la que sería Isabel II; los ataques carlistas se repetían cada muy poco tiempo, ideando los requenenses argucias varias para defenderse e incluso para despistar al enemigo, como por ejemplo la puesta de cientos de faroles en los balcones recayentes a las murallas, para desaconsejar a los carlistas atacar por la noche, al creer éstos que la ciudad estaba despierta y en alerta.
 
Así pues la noche del 13 de septiembre de 1836, los carlistas decidieron atacar, sufriendo Requena una importante ofensiva; pero las murallas y tapiales de la villa requenense aguantaron el enviste; los seguidores de Carlos María de Isidro, asediaron la villa, concentrando sus tropas en las Puertas denominadas de Alcalá, el Rollo y Cantarranas.

 
 
Al frente de las tropas requenenses un militar conquense, el Comandante José Ruiz de Albornoz, había departido previamente, con un emisario de los carlistas, el cual advirtió que era mejor que se rindieran que luchar, pues estaban rodeados por más de catorce mil infantes y cuatrocientos caballos; a lo que el Comandante  Ruiz de Albornoz replicó que preferían enterrarse bajo las ruinas de la patria antes que rendirse. 

 
La batalla de Requena, mucho más que la preferencia sobre quien ocupara el trono, fue el enfrentamiento entre dos sistemas políticos, el  absolutismo o el liberalismo.

 
Finalmente y tras varias escaramuzas fallidas, los carlistas decidieron retirarse, dando por perdida la lucha por tomar Requena.

 
 

Toda esta historia llegó a oídos de la Corte por lo que en 23 de septiembre de 1836 se otorgó a la ciudad de Requena el título de “Muy Noble y Muy Leal Ciudad”, siendo desde entonces su consideración la de ciudad; así mismo y también como homenaje y agradecimiento, se le dedicó una calle en la Villa de Madrid, en lugar muy cercano al Palacio Real.



Y de esta manera el monumento que tanto molestaba al franquismo, ha venido a ser el reflejo de aquellos acontecimientos que tan alto galardón dieron a la bella Requena.

 
 
Por último y antes de acabar este post, sólo me queda recomendaros visitar su casco histórico, y saborear los deliciosos vinos y la exquisita gastronomía requenense. FINEM



viernes, 13 de febrero de 2015

TAL VEZ UN AMOR IMPOSIBLE, PERO SU LOCURA LE HIZO LIBRE. A la sombra de un Léon.




Con permiso de Joaquín, querría contaros lo que le pasó a un amigo de éste, y que a su vez Joaquín me lo contó a mí…
Joaquín tiene un amigo al que desde muy niño le detectaron una enfermedad; se trataba de una demencia degenerativa, que lo hacía ser una persona muy especial.
 
De hecho el amigo de Joaquín es un tipo formidable; con motivo de esta demencia tuvo que ser ingresado en un hospital psiquiátrico al sur de Madrid, en el pueblo de Ciempozuelos.


Al amigo de Joaquín le gustaba cubrirse la cabeza con un capirote de papel; de esa manera se imaginaba que era el capitán de un barco en busca de nuevas tierras.

Desde niño el amigo de Joaquín, estaba totalmente enamorado de una dama madrileña, y siempre que podía iba a verla; pero ahora al estar ingresado llevaba mucho tiempo sin visitarla, así que un buen día decidió escaparse del psiquiátrico; para ello nuestro protagonista se disfrazó de enfermero y así pasar desapercibido, escapando de Cienpozuelos burlando la seguridad.


Tras coger el cercanías, el amigo de Joaquín  por fin llegó a Madrid, donde residía su amada, como lo llevaba haciendo desde el año 1782…; al principio la ciudad se le hacía un poco hostil, tal vez la gente no entendía a un hombre con vestimenta tan estrambótica: espada de madera, zapatos de payaso y un capirote de papel por sombrero, no daban sensación de seriedad…; pero la cosa es que el amigo de Joaquín había decidido comerse el mundo, y antes de visitar a su Diosa, trató de juntarse con otra divinidad; en esta caso la diosa Fortuna, comprando lotería en la Administración más famosa de Madrid, Doña Manolita…

Tras pasar por Sol, por fin se dirigió al lugar de residencia de su amada; y es que sólo una persona con demencia, se  había dado cuenta de que su amada de nombre  Cibeles pese a estar rodeada de un enorme trajín de ir y venir de  coches y de gentes, estaba totalmente sola e ignorada.
 

Por fin llegó ante ella y comenzaron a hablar…; ella le confesó que estaba sola y sin marido, y él quiso sacarla a bailar…; Cibeles bajó de su carro y el Paseo del Prado se convirtió en una gran salón de baile donde ambos encandilados comenzaron a bailar, una música de Valls que parece ser venía de allí cerquita, en la otra esquina del gran  Salón un tal Neptuno les amenizaba la sesión.

Mientras tanto Madrid seguía a su aíre con ese movimiento continuo que hay en la gran ciudad, sin darse cuenta que su símbolo más preciado estaba feliz y agradecida porque alguien le había abrigado el corazón.
Tras el baile, ambos se durmieron acurrucados a la sombra de un león…

 

Esa noche a la hora de la cena en el psiquiátrico se dieron cuenta que faltaba el interno dieciséis…


Al otro día el amigo de Joaquín quiso que la relación se formalizase, estaba feliz, pues su sueño se había cumplido, su amor hacia Cibeles era correspondido; así pues decidió regalarle un anillo para pedir que se casara con él; la cosa es que el pobre amigo de Joaquín, había salido con apenas unas monedas del hospital, por lo que no podía hacer frente a tan ingente gasto, así pues por amor se atrevió a hacerlo, e hizo algo de persona no demente…;  robó un anillo en el Corte Inglés. 
De nuevo esa tarde la Cibeles fue feliz, pues el amigo de Joaquín le había cortejado y acompañado, cuando por fin se atrevió a pedirle la mano, alguien de la gran ciudad se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, tal vez por ignorancia, o tal vez por no ser tan inteligente como un demente, raudo mostró su placa de agente y detuvo al amigo de Joaquín por posibles daños al monumento…



Me contó Joaquín que al día siguiente vio a la novia del agente, con el anillo que su amigo había regalado a la Diosa Cibeles…

 
Preocupado pregunté por su amigo, me contó que no pudo resistir que de forma tan brusca separasen sus labios de la boca de mármol de la Diosa Cibeles, y que como un pájaro del árbol, cayó triste y abatido… al mismo tiempo que la Cibeles comenzaba a llorar, siendo testigo de todo ello un taxista que por allí pasaba, el cual mudo y aturdido chocó contra el banco central…
 
Seguro que hoy otra vez la Cibeles rodeada de miles de personas “cuerdas”, ha estado sola y con el corazón sin abrigar...

 
 

Grande el artista y poeta Joaquín Sabina. FINEM

 



sábado, 7 de febrero de 2015

De cartel publicitario a icono cultural. Hablando del Toro de Osborne






Desde pequeño cada vez que con la familia nos desplazábamos desde Molina de Aragón a Madrid, mi familia para intentar relajarme en el viaje, pues como niño, lo de estarse tranquilo y quieto no iba conmigo, me contaban, que a mitad de carretera veríamos tres grandes toros, que vigilaban la vía, y saludaban a los viajeros, hablando de ello lograban que me relajase un rato, hasta que por fin, tras una colina, una curva, en un cambio de rasante aparecían soberbios y altivos unos enormes toros negros, que inmóviles y estáticos, otorgaban cierta empaque tanto al paisaje como a la propia carretera.



Corría el año 1956, cuando la marca de bebidas espirituosas Osborne, con sede en Cádiz, encarga al dibujante y diseñador gráfico Manolo Prieto, el diseño de un símbolo que identificase el brandy Veterano; tras mucho cavilar, el publicista crea como símbolo un toro negro; la marca no acepta con mucho agrado lo ideado por Prieto, pero la premura en sacar al mercado el producto, hacen que finalmente sea aceptado; a las pocas semanas la empresa lleva a cabo una campaña publicitaria revolucionaria por lo novedoso, y no era otra cosa sino la colocación de grandes vallas publicitarias de madera en las principales carreteras del país, con la forma del toro; toda ella de color negro, con el nombre de la bebida en letras rojas.


Así pues en el año 1957 se coloca el primer gran toro de Osborne; se instala junto a la carretera Nacional I, en el madrileño pueblo de Cabanillas de la Sierra.
Estos primeros toros medían en torno a los cuatro metros, los cuernos estaban pintados de blanco, y excepto los postes todos ellos estaban hechos de madera.
Tras la colocación de varios de éstos, y observando que la madera se deterioraba con facilidad por las inclemencias meteorológicas, la empresa decide cambiarlos por otros más grandes, entorno a los siete metros de altura, cuya madera se cubre con chapas; corría el año 1961.


En el año 1962 se cambia la normativa con respecto a los carteles publicitarios en las carreteras, permitiendo mayor tamaño de los mismos; y es en este momento cuando se  instalan los grandes toros que conocemos hoy en día; unos gigantes metálicos de catorce metros de altura, (equivalente a un edificio de cuatro plantas), que pesan entorno a los cuatro mil kilos, y que ocupan sobre ciento cincuenta metros cuadrados.
A lo largo y ancho de la Península e incluso en las Islas Baleares y en Melilla se colocaron estos toros, llegando prácticamente a la friolera de 500 toros.


En el año 1988 y ya consolidada la democracia, la Ley General de Carreteras, indicó la prohibición de fijar carteles publicitarios en las carreteras, por el despistar y distracción que podría acarrear para los conductores; y con ello se comenzó al desmontaje de estos grandes toros; pero varias Comunidades Autónomas como Andalucía y Navarra, Municipios, políticos, artistas, etc… comenzaron a defender la iconografía del toro de Osborne, como símbolo y monumento típico, siendo el propio Tribunal Supremo en el año 1997, el que por Sentencia autorizó su permanencia en las ubicaciones en las que estaba, por el interés estético y cultural atribuido a dichos toros; lo único que se hizo, fue eliminar el enunciado en letras rojas de la bebida, quedando el toro enteramente pintado en negro. 

http://javiercostas.com

Fuera como fuese, no se imaginaba el gran artista Manuel Prieto, y la compañía Osborne que aquella campaña publicitaria para promocionar el brandy, se convertiría con el tiempo, en monumento cultural, y un elemento más del paisaje de las principales carreteras de nuestro país; perdurando a día de hoy  más de noventa Toros, y  siendo sin lugar a dudas un icono cultural más de nuestro país. FINEM

 

LOS AMANTES DE TERUEL. Una bella y triste historia de amor.

     El genial cantautor Ismael Serrano, en su canción “tierna y dulce historia de amor”, afirma eso de que “como todas las histori...