sábado, 23 de noviembre de 2013

Y no me quedó más remedio. Yo también me enamoré de GRANADA





Hasta hace unos días cuando visité la ciudad de Granada, nunca había oído hablar del tal Whashington Irving; luego gracias al regalo que me hizo un buen amigo, ya he sabido que era un diplomático norteamericano, historiador y viajero, que llegó a la ciudad de la Alhambra en la primavera del 1829.
 
Su lugar de residencia fue el propio complejo donde se hallaba la antigua corte nazarí del Reino de Granada, allí entre esos muros, acompañado de los relatos que el vecindario le contaba, y con la ayuda de los cronistas musulmanes, encontró la inspiración para escribir “Cuentos de la Alhambra”, estando éstos a caballo entre la historia y la leyenda, y siendo a día de hoy historia universal.
 

Y es que no es de extrañar que Irving se enamorase de la Alhambra y de Granada; como antes lo habían hecho los propios Reyes Católicos; la propia Isabel I de Castilla, en sus testamento realizado en Medina del Campo (Valladolid) en  octubre de 1504, había pedido que: “e quiero e mando que mi cuerpo sea sepultado en el Monasterio de Sanct Francisco que es en la Alhambra, de la cibdad de Granada…” siendo trasladada allí desde Medina del Campo donde murió; en una dificultosa y legendaria travesía de veintitrés jornadas, de un helador mes de diciembre de 1504 

 
  tumba  de Isabel I de Castilla en la Alhambra
Antes habían llorado y no poco por la ciudad Granada; cuenta la historioa  que el Rey chico como le llamaban sus súbditos es decir Boabdil (el último Emir de Granada), cuando huía con sus huestes en dirección a las Alpujarras, tas haber firmado las capitulaciones y haber entregado la ciudad a los reyes Católicos, tras pasar la última colina en la que  se pierde de vista Granada en dirección a Motril, lloró de forma desconsolada; conociéndose a este lugar a día de hoy como el puerto del “suspiro del moro”… 


Y es que Granada no deja indiferente, es una ciudad mediana, tranquila, pero con toda clase de servicios, en la que se ha sabido mezclar de forma perfecta la modernidad y la practicidad con el respeto al patrimonio, a los monumentos, a las formas de sus calles y barriadas etc…

 
 
Su modo de vida, unido al carácter de los andaluces, hacen que en Granada pese a tener la calle de los Tristes, esta cualidad apenas exista.
Pasear por barrios como el Albaicín, el Realejo o la antigua “Bib arrambla”, donde hoy se asientan la Catedral o la Capilla Real entre otros, supone un revulsivo para los sentidos.

 
 
 
 

Y hablando de sentidos y más concretamente del sentido de la vista, hay un dicho popular en la ciudad que viene a decir “Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada, como la pena de ser ciego en Granada…”.

Y que os voy a contar de la Alhambra ese complejo palaciego y defensivo, situado en lo alto de la colina de la Alsabica, y donde la corte nazarí vivió  y gobernó los designios del Reino de Granada desde el siglo XIII hasta finales del XV. 
 
 
 
 
 
Posteriormente y tras la toma de Granada por las huestes cristianas, el emperador Carlos I de España y V de Alemania, nieto de los Reyes Católicos, y enamorado del lugar, decidió realizar en cierta manera un homenaje a la Alhambra construyendo su palacio junto al complejo nazarí.


Palacio de Carlos V


De esta época es también la Capilla Real donde se trasladaron los restos de los Reyes Católicos y de su hija y yerno: Juana “la loca” y Felipe “el hermoso”.


Capilla Real 
 
 
 
Y es que Granada tiene algo, tiene un embrujo especial, algo que te lleva a la inspiración, no en vano es la tierra, y seguro que no es casualidad de grandes notables  como   Manuel de Falla,  Francisco de Ayala,  Enrique Morente,  Miguel Ríos,  Carlos Cano, o García Lorca…; grandes artistas y literatos que sin lugar a dudas se han inspirado entre el Darro y el Genil, para el goce y disfrute universal de la humanidad.

 
 
Pasear por Granada, pasear por sus calles, es pasear por la historia de España, amor y desamor, lealtades y traiciones, religiones y ambiciones, han sido los cinceles que han compuesto a la actual ciudad de la Alhmabra.
Decía el genial García Lorca que: “Granada es apta para el sueño y el ensueño, por todas partes limita con lo inefable... Granada será siempre más plástica que filosófica, más lírica que dramática”.

 

Y hablando de la plástica y de la lírica, y de no poderse explicar con palabras… ¿puede haber algo más bello que ver ponerse el sol desde el mirador de San Nicolás?, en ese momento mágico donde los últimos rayos de sol “se estrellan” contra la Alhambra para darle sentido a su nombre “la roja”, y llenar de regocijo el cuerpo y el alma.

 

¿O pasear por las riberas del Darro por el antiguo camino al cementerio tomando hoy por ello el nombre de Paseo de los Tristes?
En fin que tal vez por la belleza del lugar, por los colores del  otoño, por la luna llena, o por la buena compañía, me he convertido en un enamorado más de Granada.

 
 
 


Ya me lo habían dicho mis amigas e imprescindibles persona Pilar Berzosa y Carmen Arjona las cuales me llevaron hasta esta ciudad.

 
También habían contribuido a ello, otros buenos amigos como Jesús Carreño y Soco Robles.

 


Como no Jesús Ariza, Cristina Jiménez o Ainara Febles

 




Pero sin lugar a dudas el que le puso la guinda al pastel fue el tío Dani Sánchez, el cual me fue explicando cada uno de los monumentos y rincones, con tal pasión y convicción que no me quedó más remedio que hacerme firme admirador de Granada.

 

Ya para siempre identificaré Granada y la Alhambra con estos nombres.
Termino este post recordando lo que decía el genial Ernest Hemingway:
Si tuviéramos que visitar una sola ciudad en España, esa debería ser Granada”. 
 

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