Panorámica de Chequilla
En muchas ocasiones os hablo de los parajes y pueblos que se
comprenden en la histórica comarca del Señorío de Molina, en la parte más
oriental de la provincia de Guadalajara; en este caso lo voy a hacer del que
creo es uno de los pueblos con más encanto y belleza de toda la comarca, me
estoy refiriendo a la villa de Chequilla.
Chequilla es una pequeña población de unos veinte habitantes;
situada a unos 1361 msm, en un
promontorio en la margen izquierda del río Cabrillas, uno de los primeros
afluentes que recibe el río Tajo.
Entre grandes pinares y frescos prados, se levanta el pueblo
de Chequilla, que en sí mismo tiene una curiosidad y es que está construido en
mitad de un conjunto de formaciones rocosas areniscas; es como si el pueblo
estuviese en mitad de una ciudad de roca, al modo de las ciudades encantadas de
la provincia de Cuenca, pero con otro tipo de materiales.
Rocas que en muchas ocasiones son las paredes y cimientos de
las viviendas, o que incluso parecen rascacielos rasgando el “scayline” del caserío.
El pueblo es de pequeñas dimensiones, por lo que nada más
entrar en el mismo ya se está en la plaza principal, presidida por una humilde
iglesia del siglo XVIII, abocada a San Juan Bautista, y una caudalosa fuente de
aguas realmente frías; entre ambas dos un chaparro olmo que tal vez por vivir en un lugar de tanta singular belleza, ha conseguido escapar a la grafiosis, siendo el ser vivo más viejo de la población y testigo mudo de todo lo que acontece.
En la tarde otoñal que visito Chequilla, el viento del cierzo
que tanto gusta pasear por estas montañas del Alto Tajo hace presencia,
obligándome a abrigarme y a pasear con gorro y bufanda inclusive, y es que en
estas tierras del Señorío al llegar octubre y hasta bien entrado el 40 de mayo,
las temperaturas son más bien frescas, siendo normal las heladas en las noches
de todos esos meses.
Pero esa dureza del clima se acompasa al contemplar el
fantástico patrimonio natural que envuelve al pueblo de Chequilla, con
frondosos bosques de pino silvestre, y una fructífera vega que regado por la
aguas del río Cabrillas, permite a los chequillanos proveerse de buenas
hortalizas y verduras en los meses de primavera y verano.
Antes de irme, y como no podía ser de otra manera, visité su
particular plaza de toros, y es que en estos pueblos de Sierra Molina, la
afición al toro lo es desde tiempo ancestral y en Chequilla cuentan con un coso
distinto a todos los demás; el viento, la lluvia, la nieve y en definitiva el
paso del tiempo, han construido a través del desgaste y la erosión una perfecta plaza de
toros rocosa, donde desde tiempos inmemoriales las gentes de Chequilla han
celebrado sus festejos taurinos, adaptando los recovecos y cavidades, con
maderas o incluso remolques de tractores que servían de gradería para el
público en general.
Salgo de Chequilla con los últimos rayos de sol;
recordando
al gran maestro José Antonio Labordeta que también estuvo por estas tierras con
su país en la mochila, y que como no podía ser de otra manera también se quedó
prendado ante belleza tal.
http://chequillanos.blogspot.com.es/2008/05/vdeo-de-chequilla-un-pas-en-la-mochila.html