Hace unos meses conocí a través de la blogosfera, a una persona que por sus comentarios, su continua participación en los diversos foros, y su impronta actividad, me indicaron que además de ser una buena persona, se trataba de una mujer comprometida, de principios y valores firmes en defensa del medio ambiente y el conservacionismo natural; se trata de Lydia Giménez Llort.
Así pues hizo varios trabajos relacionados con esta temática e inventó un precioso cuento, que pretende explicar de forma instructiva y amena, la existencia de un animal, que vive en las tierras de Castielfabib en plena comarca del Rincón de Ademuz (Valencia), y que por culpa de los agentes químicos como pesticidas, abonos industriales, o por la reducción de su hábitat natural, está en grave peligro de extinción.
Se trata del “Sapillo pintojo meridional”, http://www.vertebradosibericos.org/anfibios/disjea.html una verdadera joya zoológica que tenemos en la comarca valenciana del Rincón de Ademuz.
A continuación os adjunto el precioso cuento que Lydia escribió, y que lleva como título “El Secreto de Castielfabib”.
Allá por tiempos inmemorables, cerca de la Cruz de los Tres Reinos, en lo alto de un cerro, reconstruyeron un castillo y lo rodearon de una fortaleza para el disfrute tranquilo del Rey. Pero el lugar era demasiado bello y preciado, y no tardó en ser motivo de codicia y continuos intentos de conquista.
Para infortunio del Rey, de su matrimonio con su amada esposa la Reina sólo nació un varón y cuando
_ Te ruego que implores a los cielos para que mi pequeño príncipe quede a salvo de los malhechores que acechan mi reino. En ti pongo confianza que estará siempre fuera de todo peligro- le encomendó el Rey.
El cura, ante tan ingente y difícil tarea, imploró a los santos y a los ángeles en busca de una solución. Finalmente, un día, sin saber cómo ni porqué, el cura llamó a la puerta del fiel Jacinto y pidió ayuda a unos mudos para asegurarse que guardarían siempre silencio. Ataviados con ropas oscuras para pasar desapercibidos recogieron al pequeño príncipe de manos del apenado Rey, le colocaron un antifaz y se alejaron por una larga cuesta, aguardando un rato hasta que avanzara el anochecer. Ya en mitad de la noche, se acercaron a un arroyo, allí donde nacía un cerezo y esperaron silenciosos sin saber muy bien el qué. De tanto esperar quedaron todos dormidos hasta que les despertó una leve brisa. Cual fue entonces su sorpresa cuando descubrieron, envuelto entre las ropas, a un pequeño sapo, de apenas seis centímetros, muy parecido a una rana. Era de color pardo y tenía tres líneas de color amarillo recorriendo la espalda recordando las lujosas galas del infante. Su piel era lisa, propia de un príncipe, tenía el hocico largo y puntiagudo, ojos prominentes y pupilas redondeadas de color dorado. Y en su cabecita, una mancha oscura alargada a modo de antifaz se extendía desde la parte posterior de cada ojo. Los allí presentes reconocieron en estos rasgos la persona del Príncipe y con tristeza y suave ternura tomaron en su mano al sapillo pintojo y le ayudaron a saltar al arroyo.
Y desde entonces el pequeño príncipe, convertido en sapillo, ha permanecido a salvo de tiranos, saliendo sólo cuando es de noche o en los días nublados, aún temeroso de ver su vida peligrar. En Castielfabib, la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, el Convento de San Guillén y las aldeas (Arroyo-Cerezo, Cuesta del Rato, Los Santos, Mas del Jacinto y Mas de los Mudos) todos los saben y con sus nombres recuerdan el código de silencio que prometieron guardar para proteger a su sapillo real. Así que les pido a ustedes, que ahora leen su historia, que hagan igual.
Fin
Autora: Lydia Giménez Llort.