Con el Domingo de Resurrección se pone fin a la Semana Santa, un período en el que se mezclan, fervor religioso, tradición, folclore y asueto.
Como en otra ocasión, los amigos y varios familiares acudimos el jueves santo por la noche a la preciosa ciudad de Cuenca, para presenciar la Procesión de las Turbas.
Arribamos a la ciudad de las Casas colgadas, a eso de las 24 horas, dando varios vueltas para aparcar, ya que la ciudad estaba llena.
En estas latitudes, las estaciones intermedias son las más suaves; pero en esta ocasión, bajo un cielo puro pero encapotado, el frío matinal era acerado y punzante, lo que hacía necesario el uso de abrigos, gorros y bufandas.
El ambiente increíble, cientos de personas festejaban en el parque de San Julián, junto al cauce del Huécar, tras estar en ese parque un par de horas, subimos a la antigua ciudad para ver la Catedral, el Puente de San Pablo, las Casas colgadas, etc...
Por todos los sitios hay “turbos” haciendo sonar de forma atronadora tambores y trompetas; así como soniquetes con dos palos, que a veces ponen sobre sus cabezas conformando la cruz.
Este continuo sonido, el embrujo de las calles de Cuenca, y la luna llena típica de la Semana Santa, dan un ambiente muy especial a la noche.
A eso de las 5:30 de la madrugada, los conquenses y los miles de visitantes, acuden a los aledaños de la preciosa iglesia del Salvador para ver la salida de los pasos procesionales; este año por riesgo a la lluvia se suspendió, provocando la desilusión y la tristeza en los cofrades… pero como estuve en otra os cuento lo que ocurre; cuando sale el paso de “Jesús el nazarero”, los cofrades hacen chocar sus palos, golpean sus tambores y soplan en sus trompetas y clarines destemplados con sordina, como forma de burla de los judíos hacia Jesús, y le gritan expresiones “como judío al río”; cuando sale el paso de “San Juan”, le piropean llamándole guapo, y lo mueven de forma continua al son de “ que lo baile… que lo baile”. Con un contraste increíble, cuando sale el paso de “La Virgen de la Soledad”, se produce un silencio rotundo y sobrecogedor. De esa forma comienza la procesión de las turbas, que finalizará bien entrado el día.
Con independencia de las creencias o no, os recomiendo encarecidamente la visita a esta procesión, así como a la bella ciudad de Cuenca, que junto a la amabilidad y hospitalidad de sus gentes os proporcionará una estancia maravillosa.