PRIMAVERA
Dice un popular refrán español, que “hasta el 40 de mayo no
te quites el sayo”; y como siempre el refranero, basado en el conocimiento
adquirido a lo largo de los años y la experiencia no se equivoca; y es que el
mismo se fundamenta en lo variable que es la climatología en la primavera,
donde es muy posible que en la misma semana se produzcan altas temperaturas,
con fuertes aguaceros, descensos o incluso escarchas y nevadas.
Y algo parecido es lo que ha sucedido en los últimos días,
donde hemos pasado de unas temperaturas suaves o incluso altas, donde en muchas
capitales del sur peninsular se superaron los 30 grados, a un importante
descenso térmico, con temperaturas y fenómenos meteorológicos más típicos del
mes de enero que de finales de abril.
Si a todo esto le sumas la especial climatología de la
comarca del Señorío de Molina-Alto Tajo en la provincia de Guadalajara, lo del “40
de mayo” y la variabilidad climatológica se multiplican por tres…
Pasando el fin de semana en Molina de Aragón, y disfrutando
de los cientos de rincones y bellos parajes que contempla esta comarca, en la
mañana del domingo 28 de abril, había quedado con una buena amiga, Marta
Perruca, para ir a dar un paseo por la vega del Castillo de Zafra, en la falda
sur de la Sierra de Caldereros, ya que la abundante agua del final del invierno
han proporcionado por estas tierras un intenso manto verde que en las zona de
valle y vaguada generan una belleza sin igual; así pues el plan era almorzar
bajo las grandes murallas de Zafra, mirando la vega del mismo nombre…
Castillo de Zafra (Señorío de Molina)
Pero a eso de las ocho de la mañana mi madre acudió a la
habitación para decirme: “Óscar hijo mío, está todo blanco y sigue nevando…”;
de repente todo el sueño que aún tenía previsto descargar en el catre hasta al
menos las nueve y media o diez desapareció, y casi cayéndome de la cama ante
tanto ímpetu reflejo, fui corriendo hasta la terraza para impresionado flipar
con la que estaba cayendo.
Panorámica de Molina nevando
Y es que desde niño los días de nieve me han parecido
extraordinarios, todo cambia, el paisaje, la sensación, la luminosidad, incluso
el aroma del aire.
Ver nevar es uno de los placeres que da la naturaleza, como
ver la llama de fuego de una chimenea, el agua correr de un río, o el romper de
las olas del mar. Cuando nieva ves a tu alrededor cantidad de movimiento, pero
ni un solo sonido.
Así pues llamé a Marta y le propuse cambio de planes, irnos
al barranco de la Hoz, y subir al mirador que hay sobre el ermitorio de la
Virgen del mismo nombre.
Antes de salir camino de la hoz río Gallo abajo, di un paseo
por Molina, que con la nieve aún ensalzaba más si cabe la belleza de sus
monumentos; así pude ver al pobre Giraldo, uno de los más insignes molineses
que tenía todo su rostro y costado nevado, el puente viejo, los castillos, o el
monumento a la Virgen Inmaculada que desde el Cerro de Santa Lucía “preside”
las alturas de la villa.
Poco después nos dirigimos al Barranco de la Hoz, la temperatura era de menos dos grados, pero el recién almuerzo ingerido, la abundante ropa, y la emoción de ver nevar en plena primavera, conllevaba a no notar el frío.
Barranco de la Hoz
Y así arribamos al barranco de la Hoz; un barranco que a lo
largo de miles de años, el río Gallo ha ido tallando con laboriosidad, tajando
los grandes roquedales y convirtiendo el paraje en un revulsivo para los
sentidos.
La ermita de la Virgen de la Hoz estaba tranquila; la lejanía
de puentes festivos, la climatología y el final de mes…; hacían que la ausencia
de personal fuera absoluta.
Ermita Virgen de la Hoz
Así pues tras aparcar el coche y contemplar el lugar, comenzamos a subir por la agosta y tortuosa senda que sube hasta los miradores y cuevas en lo alto del cañón.
Marta Perruca y el menda
La senda tiene un fuerte desnivel, pero toda ella está muy bien acondicionada; uno de los primeros trabajos de hierro y forja que hizo mi padre al llegar a vivir la población de Molina (mi padre es herrero), fueron los pilares, silgas y barandillas que acompañan toda la senda.
Curiosidades familiares a parte, la senda hay que tomársela
con cierta calma, además de para descansar del repecho, para poder disfrutar de
los cientos de detalles que conforme se va ascendiendo se observan de todo el
barranco, o incluso del edifico de la emita, hospedería, etc…
El viento arreciaba conforme íbamos subiendo lo que sobre todo en el primero de los miradores, hacían un poco incómodo la visión de los precipicios, ya que hielo, viento y nieve no son buenos aliados para estas lides…
En la cueva que hay prácticamente en la última cornisa del cañón, nos encontramos con una pareja provenientes del pueblo de Alovera, (Guadalajara); los cuales nos mostraron la emoción que sentían al ver un paraje tan precioso; y es que los molineses tenemos tan visto el barranco de la Hoz, que desde luego sintiéndonos muy orgullosos del mismo, ya estamos acostumbrados a una belleza tal, que deja perplejos a los visitantes.
Por fin arribamos a la cima del barranco, al último mirador…;
qué deciros del momento; Marta y yo nos mirábamos sobrecogidos ante el
espectáculo que estamos viendo; la naturaleza en plena efervescencia, todo el
barranco en silencio, nevando copiosamente, con el único rumor de las aguas del
río Gallo que tras tanta lluvia iban un poco crecidas, y el cantar de aves
diversas que en estos momentos no sabría identificar.
Los pinos rodenos de la zona doblaban sus ramas como reverenciándose ante el clima, por el peso de la nieve que en esos momentos ya comenzaba a ser espesa.
Retomamos el camino de nuevo sendero abajo, para acabar tomando un refrigerio en la Hospedería de la Virgen de la Hoz, calentando nuestras manos y pies junto al intenso fuego de la chimenea, y sin dejar de mirar por la ventana, el espectáculo que la primavera estaba dando.
A las seis de la tarde salí de Molina regreso de Valencia, la ciudad donde resido, con la memoria intacta de todo lo que había contemplado, y comprobando que aunque pasen los años, el fenómeno de la nieve me sigue emocionando.
Cuando me iba seguía nevando, y parece ser que hoy lo sigue
haciendo… y es que la primavera y Molina son así.