Dice la Real Academia de la Lengua, que el sufijo ico, viene
a aportarle a las palabras un valor diminutivo y / o afectivo; y eso es sin
lugar a dudas lo que ocurre en la ciudad de Teruel, cuando al nominal toro, le
añaden el ico, que nos da el resultado de TORICO, un pequeño toro, sobre el que
recae un cariño y admiración de los turolenses de tal calibre, que compite de
tú a tú, con el mudéjar, los amantes o el jamón, en lo que a símbolo de Teruel
se refiere.
Y es que la principal plaza de la capital turolense la de
Carlos Castel, tiene situada en el centro de la misma una afanosa columna de
piedra labrada, la cual a su vez está en el centro de una gran pileta, que
recoge las aguas de cuatro caños, que no son otra cosa sino cabezas de toros, y
arriba del todo como testigo mudo de todo lo que acontece en la villa de Teruel,
desde aquel 1858 en que se colocó, el Torico.
En un principio la fuente estaba situada en el otro extremo
de la plaza, junto a la denominada vía del Tozal, para distribuir la abundante
agua, que proveniente de la Peña “el Macho” arribaba hasta el centro de Teruel,
a través del acueducto del ingeniero Quinto Pierres Vedel.
Pero la ubicación de la fuente suponía un obstáculo para el
paso de carruajes, por lo que se trasladó al punto donde hoy se encuentra.
El Torico está elaborado en bronce macizo fundido, y pesa en
torno a unos 54,5 kilos.
Durante la guerra civil española 1936-1939 del pasado siglo
XX, y ante los terribles episodios que vivió la capital turolense durante el
período bélico, varios vecinos decidieron alzarse a la columna y desmontar el
Torico, para protegerlo sobre todo de los bombardeos.
Y tras la contienda, el Torico fue repuesto a su lugar,
orientando su mirada hacia la calle Nueva; fue en la década de los años 60 del
siglo XX, cuando se cambió la orientación del Torico, en dirección a la calle
del Tozal, y por tanto a la generalidad de la plaza.
La alegoría al toro, que se percibe en todo el monumento,
tanto en los caños de la fuente, como en el propio Torico, alude a la leyenda
relativa a la fundación de la propia ciudad de Teruel.
La realidad es que allá por el año 1171 las tropas cristinas de
Alfonso II de Aragón, en aquellos tiempos de reconquista y guerras de religión,
arrebató a lo árabes la población fortificada de Tirwal; y en breve le concedió
un fuero para su desarrollo y abundamiento en la población y en la actividad
económica.
Pero con el tiempo a aquellos acontecimientos bélicosos se les
otorgó una pátina de leyenda, para transformarse en el siguiente relato:
Estaban acampadas las huestes del Rey Alfonso II de Aragón,
junto a las vegas de los ríos Guadalaviar y Alfambra, pensando como reforzar
las fronteras con las tierras de Valencia, en manos árabes todavía; cuando un
emisario traía noticias, que obligaban al monarca a abandonar el campamento, y
salir en dirección a Zaragoza.
Antes de abandonar el campamento; los consejeros más fieles
le indicaron la necesidad de fundar una ciudad por aquellos lares, para así
reforzar la frontera con el enemigo almohade, y así también garantizar la no
incursión de éstos a tierras aragonesas; el Rey conforme con aquella propuesta
les dejó el encargo de la fundación de esta nueva ciudad.
Pero el problema vino cuando los consejeros no se ponían de
acuerdo con la ubicación exacta de la misma…; por lo que decidieron que escogerían
aquel que la providencia es decir Dios, les marcara con alguna señal…
La señal no tardó en aparecer; los sarracenos prepararon un
ataque a los cristianos, el cual consistía en un ataque con toros bravos, a los
cuales se les había colocado material incandescente en las cornamentas, para
que además de atacar incendiasen todo por donde pasaran.
Los cristianos al principio desorientados, en seguida tomaron
medidas, y redujeron aquel ejército inmundo de toros embravecidos…; cuando la
calma volvió al campamento observaron en lo alto del cerro, en la margen
izquierda del río Guadalaviar, a uno de estos toros bravos, siguiendo lo que
parecía ser una estrella; tal vez eran restos incandescentes del material
incendiario puesto en el asta.
Fuera como fuese, es que los caballeros cristianos
interpretaron esta cuestión como una señal de Dios, indicando el lugar donde
debían de fundar esta nueva ciudad, a la que denominaron Teruel; mezclando las
palabras toro, con el nombre que le concedieron a aquella estrella “actuel”.
Y de ahí que el toro y por ende el Torico sean el emblema de
Teruel por antonomasia.
El Torico es el centro del objetivo de todas las cámaras
fotográficas de propios y extraños a lo largo de todo el año, pero sin lugar a
dudas toma un papel de protagonista excepcional, con motivo del inicio de las
fiestas de la vaquilla, allá por comienzos del mes de julio.
Y es así como año tras año, el Torico desde el alto de su
columna, a modo de oteador privilegiado, observa el derivar de los tiempos y el
día a día de los turolenses, que siempre que pasan por la plaza alzan su
cabeza, para de forma cariñosa dirigirle un guiño, o un buenos días, pues es
sin lugar a dudas el Toro más famoso; haciendo competencia aquel toro enamorado
de la luna…
Si pasáis por Teruel, no dejéis de visitarle, y de paso le dais recuerdos de mi parte. FINEM