Ayer por la tarde estaba estudiando en mi cuarto, cuando al
mirar por la ventana observé a decenas de pájaros…; eran centenares de
estorninos que revoloteaban entre los cableados de las azoteas haciendo toda
clase de filigranas, de igual manera comprobé que muchos de ellos se agolpaban
en las antenas de los edificios más altos como si estuviesen celebrando una
reunión…
Me acordé de aquel poema de Antonio Machado: “A orillas del Duero”, en el que describiendo a la ribera del río Duero a su paso por la ciudad de Soria en el mes de mayo de aquel lejano 1907, Machado destacaba: “se ha asomado una cigüeña… ya las golondrinas chillan”.
Río Duero a su paso por Soria
El problema de vivir en la gran ciudad, es que a grandes
rasgos pocas veces nos paramos a observar y escuchar las pistas que nos da la
naturaleza, basándonos en una fecha marcada en el calendario para la arribada
del verano, el invierno, la primavera o el otoño, cogiéndonos por sorpresa la
verdadera arribada de éstas.
Cuando era pequeño, un señor muy mayor de mi pueblo, me
contaba todos los días cuando iba para el colegio, el tiempo que íbamos a
tener; lo hacía en base a su reúma… y también en base a la observación del
entorno: nubes o no, viento y su dirección, animales, e incluso vegetación… hay
flores que cuando hay exceso de humedad en el aire se cierran, a continuación
es muy probable que haya precipitaciones.
Mañana de otoño en Torrebaja (Rincón de Ademuz)
Sin lugar a dudas el revolotear incesante de los pájaros en
la tarde de ayer, y su agrupamiento significaban
algo. Siempre me habían dicho que cuando había muchos pájaros juntos sobre un
cable era sinónimo de frío…
Fría noche estrellada en Molina de Aragón
Si bien es cierto que yo he sido testigo muchas veces del
paso de las grullas desde la laguna de Gallocanta en Zaragoza, por los cielos
de la comarca de Molina de Aragón (Guadalajara), hacia las tierras cálidas de
Andalucía, y más concretamente hacia las marismas de Doñana, entre Cádiz y Huelva; a los pocos días o incluso horas del
paso de las grullas, se ha producido un brusco descenso de las temperaturas.De igual manera me gusta observar en los árboles y arbustos de hoja caduca, cómo estos van evolucionando en cada estación, y también en cada lugar… por ejemplo la salida de las hojas de los chopos en el Rincón de Ademuz con respecto a la ciudad de Valencia, oscila en casi treinta días, y cuarenta si hablamos de la comarca del Señorío de Molina (lugares en los que hago esta observación habitualmente); de igual manera para la pérdida de las mismas, en Molina de Aragón casi mes y medio antes que en Valencia, y un mes antes en el Rincón de Ademuz.
Bosque de ribera en Molina de Aragón
Bosque de ribera en el Rincón de Ademuz
La cuestión, y es la verdadera moraleja de esta entrada
bloguera, es mi consejo de que pese al estrés, el devenir cotidiano, y el vivir
en una gran ciudad, intentad ser testigos de todas estas cosas, que desde luego
nos reconcilian con esa gran casa que es nuestro planeta; nada más hermoso que
poder ver un amanecer o un atardecer, que también por los colores, textura del
cielo, brisa, etc… nos anuncian el tiempo que hará en las horas siguientes.