En la primera mitad del siglo XVII, España tenía un
enfrentamiento continuo con la vecina Francia, pugnas que se recrudecieron con
el nombramiento como Primer Ministro del Rey Luis XIII de Francia del Cardenal
Richelieu.
Así pues, las necesidades armamentísticas de los ejércitos
del Rey de España Felipe IV eran importantes, de ahí que en esas décadas se
construyesen varias fábricas de balística y armamento.
El problema fundamental, es que nuestro país en esos tiempos era
inminentemente agrario, y apenas sabía sobre industria y fundiciones, de ahí que
Felipe IV, tuviese que aprovecharse de
la pericia de sus súbditos flamencos (de Flandes); y más concretamente de Jorge de Bande, que sería el empresario que
se encargaría de poner en marcha dos grandes altos hornos en Santander, y la de
buscar idóneas ubicaciones donde instalar nuevas fábricas de armas.
Felipe IV wikipedia. |
Así pues, Bande se
puso a la obra de buscar lugares propicios para instalar la industria, lo
fundamental para la ubicación era que tuviese
cerca la materia prima, que no estuviese excesivamente lejos del frente de
batalla, y que además hubiese masa forestal y cursos hídricos.
Tras pensar en varias zonas, finalmente se decanta por las tierras del antiguo Señorío de Molina; y la razón principal que le hace pensar en estas tierras, tiene que ver por la gran veta de hierro que guardan las entrañas de Sierra Menera;
junto a las poblaciones de Setiles y Tordesilos; aunque también tuvo que ver en la decisión, la abundancia de agua de los ríos y arroyos, y la inmensidad de arbolado, sobre todo encinas y robles que en aquella época cubrían la plena totalidad de la comarca.
Así pues, tras los pertinentes estudios, el empresario e ingeniero flamenco, hace la propuesta de instalar por las tierras de Molina esta fábrica, dejando en 1639 el proyecto a la Junta de Ejecución, presidida por el valido del Rey el Conde Duque de Olivares, el cual junto a cinco oficiales más, aprueban la propuesta hecha por Jorge de Bande.
Y éste decide instalar la fábrica, junto a una vieja herrería entre las poblaciones de Corduente y Ventosa, muy próximo ya al margen derecho del río Gallo.
La herrería era de don Pedro Garcés de Marcilla (noble de Molina), y pariente directo de Diego de Marcilla, protagonista junto a Isabel de la historia de los Amantes de Teruel.
Plaza Mayor de Corduente |
Iglesia de Corduente |
Tras estas adquisiciones en el verano de 1940, llegan hasta
Corduente, canteros, carpinteros y herreros provenientes de Santander;
encargados de mantener los altos hornos de aquella ciudad, y a los que se les encomienda
la construcción de la fábrica de armas.
En esos momentos se estudia todo lo relativo a la producción;
primero en lo relativo a la obtención del hierro; en la que los expertos en la
materia, indicaron que las cuatro minas de Sierra Menera, al máximo rendimiento
podrían conseguir unas dos mil toneladas de mena; que luego se transformarían
en trescientas de hierro.
Minas de Setiles. Foto del Partido Comunista de Castilla la Mancha. |
Posteriormente se hizo el estudio relativo al transporte de
ese hierro hasta Corduente; indicándose que se haría a través de un servicio de
mulos y caballos percherones, capaces de llevar sobre sus lomos hasta noventa
kilos.
La distancia era de
unos treinta y cinco kilómetros, lo que suponía toda una jornada en el
transporte, y otra de vuelta.
Así mismo se estimó que con los bosques comprados en Orea y
los que circundan al pueblo de Corduente, se podía obtener carbón suficiente
para mantener la fábrica en activo al menos cincuenta años, estimando que para
cada cien toneladas de fundición obtenidas, precisan de doscientas cincuentas
hectáreas de bosque talado.
Mientras se hacían estos estudios, los canteros, albañiles,
herreros, carpinteros, etc… iban llevando a cabo las obras de construcción, de
la fábrica, que duró apenas seis meses.
Así mismo se hizo un pequeño canal desde el arroyo Molinillo,
para abastecer del líquido elemento a toda la instalación fabril.
La fábrica era fácilmente visible desde lejos, sobre todo por
su gran torre cónica de casi nueve metros de altura, y color rojizo.
Con todo ello la Real Fábrica de Armas de Corduente, que es como se denominaba, se convirtió en el quinto alto horno de la historia de España, con la peculiaridad de estar instalada en el interior, alejado del mar, como lo habían estado los anteriores hasta el momento.
Pero una vez terminada toda la instalación, la Hacienda Real no puede hacer frente a los costes de abrirla; aunque las necesidades armamentísticas juegan a favor de su apertura, por lo que interviene en el asunto el propio Felipe IV, decretando que se pagasen 46 reales por cada quintal de balas.
Así pues, la Real Fábrica de Armas de Corduente comienza a
funcionar en 1641; aunque de nuevo la realidad, hizo al poco tiempo cambiar las
intenciones fabriles, y es que España en ese momento carece de técnicos cualificados
para fabricar cañones…; por lo que toda la actividad se centra en la
fabricación de munición para piezas de artillería.
La primera entrega de munición procedente de la fábrica de
Corduente, se produce el 13 de julio de 1642.
La inauguración de la fábrica supuso todo un revulsivo
económico en la zona, por la gran cantidad de personas a las que se les dio
trabajo, pero también a nivel estratégico puso a la comarca en el mapa; de
hecho y con motivo de la fundación de esta fábrica, el Rey Felipe IV, acudió
hasta la zona, instalando la Corte en la población de Molina.
En esos días, ocurrieron sucesos de gran trascendencia, como por ejemplo el intento de asesinato junto al puente románico al valido del Rey, el Conde duque de Olivares; o las visitas por sorpresa que el Rey efectuaba a las poblaciones de la contornada.
También el monarca se desplazó hasta la fábrica, para observar por sus propios ojos, la actividad siderúrgica que allí se estaba llevando a cabo.
Desde la fábrica hasta los campos de batalla la artillería se
trasladaba en carros de caballerías, cuyos carreteros eran mayoritariamente
oriundos del pueblo de Alustante.
Y así mejor que peor, fue funcionando la fábrica de
Corduente, hasta que en 1694 en plena Cordillera Pirenaica se creó una nueva fábrica,
con maquinaria moderna, y asistida por expertos alemanes, lo que supuso un
lento languidecimiento en la actividad fabril de Corduente, ya que la financiación
cada vez era menor, y las deficiencias técnicas harían el resto. Cerrando al
poco tiempo y perdurando únicamente la antigua herrería de los Garcés de Marcilla.