Desde el inicio de los
tiempos la humanidad ha tenido fascinación por el fuego, un elemento tan igual
y tan distinto.
Hace aproximadamente unos 780.000 años el hombre aprendió a dominarlo, siendo un paso gigante, que sin lugar a dudas condicionó la evolución y el devenir de la humanidad.
A
partir de ahí se utilizaría para cocinar, para calentarse, para guerrear y un
sinfín de utilidades más.
También
el fuego sería sinónimo de fiesta y celebración, para iluminar la noche, para
adorar a los dioses y divinidades varias que a lo largo de la historia de la
humanidad han ido surgiendo, para celebrar el final de las cosechas y de igual
manera para celebrar los solsticios y equinocios que ahora suponen las cuatro
estaciones del año.
Muchas
de aquellas fiestas paganas, o de homenaje a los períodos del año, etc… han ido
evolucionando en grandiosas fiestas populares, dedicadas ahora a santos, efemérides
locales etc, y cuyo eje central de la fiesta sigue siendo el fuego.
Los
solsticios más celebrados son los que van de cara al buen tiempo, a la mayor duración
del día, al crecimiento de las cosechas, a las crías del ganado etc…
Una
típica evolución de la celebración del equinoccio de primavera donde el
elemento fuego es el núcleo central de la fiesta podrían ser las fallas de
València.
Sin lugar a dudas San Juan y sus hogueras son la evidente evolución de las fiestas dedicadas al solsticio de verano.
Y
sin lugar a dudas el cristianismo adaptó la celebración pagana dedicada al
solsticio de invierno con las fiestas de la Navidad.
Seguramente
de aquellos orígenes y acompañado del duro clima del interior de la Península
Ibérica se produce que en torno a la llegada del invierno se hagan grandes
hogueras por la Inmaculada, por Nochebuena o por San Antón.
En los pueblos que conforman el antiguo Señorío de Molina, desde tiempos inmemoriales, en la tarde de la nochebuena se encienden grandes hogueras, que son polo de atracción de propios y extraños antes y después de la cena de la nochebuena.
Otra
vez el fuego como elemento central de la fiesta; y es que las noches del mes de
diciembre en las tierras del Alto Tajo y parameras de Molina suelen ser de
temperaturas frías y desapacibles, que invitan poco o más bien nada a estar en
la calle, de ahí que el fuego sirve de cómplice necesario para que en unas
fechas, en las que los hijos del lugar vuelven al hogar, unos y otros se
reencuentren, se intercambien recuerdos, se cante algún villancico y se
comparta turrones y sidra a temperatura ambiente.
En la ciudad de Molina a lo largo de los años muchas han sido las hogueras y ubicaciones, aunque en los últimos lustros son cuatro las grandes fogatas que se hacen, una a cada punta del municipio, en el barrio de la Soledad (entrada a Molina proveniente de Madrid), en la calle de San Rita, junto al Instituto de Enseñanza Secundaria (entrada al municipio proveniente de Teruel), junto a la carretera de Castilnuevo, y la más singular por la belleza del entorno, la de la plaza de San Francisco (entrada al municipio proveniente de Cuenca).
Carretera de Castilnuevo |
Soledad |
Soledad |
Santa Rita |
Hoguera de Nochebuena Otilla |
En
general en toda la comarca, pero sobre todo en los pueblos de la sexma del
sabinar y de la sierra, es típico coronar estas hogueras con el elemento
denominado pimpollo, que no es otra cosa sino un pino plantado en medio de la
gran pira leñosa.
Hoguera Nochebuena de Corduente |
Hoguera Nochebuena de Cobeta |
Así
mismo en Molina desde hace unos años los componentes del club "ice riders", compuesto por aficionados a las motos, ataviados con
trajes de Papá Noel, y engalanando sus vehículos para la ocasión, van de
hoguera en hoguera repartiendo caramelos a grandes y pequeños, y llevando la
juerga y las risas a todos los rincones del pueblo.
La
cosa es que la tradición venga de dónde venga, y bajo la avocación que cada uno
quiera darle, sirve de argamasa para reforzar el afecto, las relaciones
personales, y que cada uno de nosotros salgamos de nuestras casas y pantallas
de móvil, para reencontremos con nuestros amigos y vecinos de toda la vida, que
cantemos, que riamos y que con cierta nostalgia también recordemos otros
tiempos y a los que ya no están en carne y hueso…
Así
pues, al año que viene Molina y sus pueblos volverán a encender grandes fogatas
por navidad, por el solsticio de invierno, y porque hay que celebrar lo bello
que es vivir. FINEM.