La villa de Molina ubicada en la vertiente sur de la montaña que
preside su castillo, se asienta sobre la apertura de los valles que conforman
dos corrientes hídricas, el río Gallo, y un arroyo que en su tramo final fue
desviado por las continuas inundaciones a las que de forma regular sometía a la
población que se llama La Cava.
Antiguamente ambas corrientes se juntaban bajo el puente viejo,
pero tras las graves inundaciones que la misma trajo consigo a la población
allá por el año 1930, y para construir lo que hoy es la principal calle de la
población el Paseo de los Adarves, la misma fue desviada, juntándose con el
Gallo, en la partida denominada las guijarrillas.
Ambos cursos hídricos, ya en uno, tras pasar bajo la veleta más
ilustre de la población, “el Giraldo”, y bajo los arcos del puente románico se dirigen
de forma serena por un gran valle, rico en cereal, girasoles y chopos… más
adelante el barranco de la Hoz, y finalmente bajo la muda mirada del castillo
de Alpetea se compenetrarán para siempre con el padre Tajo….
Pues bien, siguiendo el curso del río Gallo desde Molina, por una
tranquila carretera en su margen izquierdo, a unos ocho kilómetros llegamos a
la pequeña localidad de Ventosa.
Antes habremos dejado las ruinas de lo que a otrora era un pequeño
poblado llamado Cañizares.
Ventosa que es pedanía de la vecina Corduente, está situada en un
pequeño promontorio con respecto al río Gallo, y con un impresionante telón de
fondo, que conforman los grandes farallones de arenisca.
Estos roquedales que protegen a Ventosa
de los vientos de poniente, no son sino el anuncio, del gran espectáculo
natural que el río Gallo ha ido conformando a lo largo de millones de años,
unos metros más abajo, creando el impresionante barranco de la Hoz.
En este barranco de la Hoz, se
encuentra la ermita que alberga a la talla de la Virgen de la Hoz, Patrona de
la comarca de Molina; dice la leyenda que un pastor proveniente de la vecina
Ventosa, se perdió en la espesura del bosque, y que así mismo había perdido varios
corderos; justo en el momento de mayor desesperación halló una inmensa luz en
el fondo del barranco, cuando bajó, encontró los corderos que buscaba y una
talla de una pequeña Virgen.
La cosa es según cuenta la leyenda, que la talla
fue llevada a Molina y que al poco desapareció, culpando a los vecinos de
Ventosa de un posible robo, la cuestión es que de nuevo la talla apareció en la
profundidad del barranco junto a las aguas del Gallo, repitiéndose en varias
ocasiones la misma escena, los pobladores del momento entendieron que debían de
construir en aquel paraje un lugar para el culto.
Fuera como fuese, y creencias o no
aparte, estoy seguro que, a lo largo de la humanidad, éste habrá sido un lugar
de culto, misticismo y meditación, pues es un lugar en el que el magnetismo, la
energía y el buen rollo brotan a raudales.
En Ventosa acaban las tierras de labor,
y comienzan los impresionantes pinares que conforman el parque natural del Alto
Tajo, pinares de decenas de kilómetros que hacia el oeste llegan hasta la misma
ciudad de Cuenca, conformando uno de los pulmones verdes más importantes de la
Península Ibérica.
Pinares resineros y productores
micológicos que han ayudado a la economía local y comarcal desde tiempos
inmemoriales, de hecho la vida en ellos viene de lejos, pues arriba de Ventosa,
en lo más alto de la montaña hay restos de poblados celtíberos que atestiguan
el vida del hombre por estos lares, desde hace miles de años, me refiero por
ejemplo al denominado castro del cerro coronado.
Frente a Ventosa al otro lado del río,
se encuentra el castillo dedicado al niño mártir San Justito, cuyo nombre a
caballo entre el latín y el castellano se ha quedado en Santiuste.
El pueblo de Ventosa a 1.034 metros
sobre el nivel del mar, cuenta con unas 40 casas, y en su último censo de
padrón del año 2017 con 24 moradores; no hace tantas décadas que el censo lo
componían 250 almas… cosas de la tristemente llamada España vaciada.
El caserío se reparte en un conjunto de
pequeñas callejas circundantes a la plaza, donde se encuentra el bar o
teleclub, y el Ayuntamiento.
La plaza está dedicada a un tal Ángel
Pradel, poco he podido averiguar acerca de quién era este señor, parece ser que
natural de Ventosa fue un tipo influyente en los albores del siglo XX, y que
fue encargado de que en el fértil valle del río Gallo se creasen
canalizaciones, desagües y dragados del terreno.
Los pueblos pinariegos del Señorío de
Molina hacia los años 60 y 70 del siglo XX, obtenían importantes recursos económicos
de la explotación de los mismos, y muchos de esos recursos se utilizaban para
la rehabilitación y acondicionamiento de los edificios públicos, como es el
caso del edificio donde se contiene el Ayuntamiento de Ventosa.
Por detrás de éste luce un esbelto frontón, muy típico de todos
los pueblos molineses desde los tiempos del primer Conde de Molina don Manrique
de Lara; y es que estas tierras se repoblaron con gentes provenientes del País
Vasco que trajeron entre otras costumbres el juego de la pelota vasca, de ahí
que en todos los pueblos haya trinquetes.
La plaza Mayor está presidida por una fuente de mitad del siglo
XX, la cual tiene grifo de mano; que dejan sin servicio en los meses de
invierno, no por el poco uso del vecindario, sino por el hecho de que las
intensas heladas de la zona la han reventado en varias ocasiones.
|
Foto de: Aemet Castilla la Mancha |
Y es que en las noches de diciembre, enero o febrero las temperaturas
en Ventosa suelen ser extremadamente gélidas, sobre todo cuando se da ese
fenómeno meteorológico llamado inversión térmica, es decir que el aire frío que
pesa más que el caliente, descienda hacia el valle.
La vida social del pueblo, se produce en el bar de la plaza, que ocupa
el espacio de lo que eran las antiguas escuelas nacionales.
La actividad económica de Ventosa, lo ha sido en perfecta
simbiosis con su entorno, el fértil valle que el Gallo conforma, y las expertas
manos de las gentes de Ventosa, han hecho de sus campos, en famosos por la
calidad de su trigo, cebada o girasoles.
También pequeños huertos rodean las aguas que del arroyo que viene
desde la vecina Terraza.
Y la resina ha sido y empieza de nuevo a ser, fuente de riqueza y
supervivencia en estas duras tierras del alto Tajo.
Alguna carbonera se ve por los montes de Ventosa, lo que asevera
que también se producía carbón vegetal.
Y de igual manera las grandes praderas y pastos que rodean al
municipio, han sido ideal para el desarrollo de la cabaña bovina.
La Iglesia de Ventosa está abocada al que además es el Patrón del
Pueblo, ese que en plan de broma dicen ser el Patrón de las discotecas… San
Pascual Bailón. (17 de mayo); recuerdo perfectamente cuando yo era pequeño que
mis padres me llevaban a estas fiestas, eran las primeras de la zona en el
calendario, aquellas en las que con una cazadora ya no muy gruesa aguantabas en
la calle, el campo empezaba a vestirse de primavera, pues en las tierras del
alto tajo, ésta llega más tarde que en el almanaque, y las golondrinas y
vencejos llenaban todo el cielo de sus calles en las últimas horas del día.
Además de cena populares y bailes amenizados con lo que en estas
tierras se denominan conjuntos, para San Pascual era típico hacer “el baile de
la bandera”, que consistía en ondear al aire con unas danzas ancestrales una
gran banderola dedicada al Santo.
La ubicación de la iglesia es un poco extraña, solitaria al borde
mismo del pueblo, de potente mampostería cubierta de argamasa.
Y ventanas en forma de estrechas aspilleras que recuerda al
románico del siglo XII, ese que pretendía la mínima entrada de la luz solar en
los templos para eso del recogimiento y la intimidad.
La preside una chata espadaña orientada hacia el sur oeste,
complementada con dos campanas, cuyo tañer marca el devenir y los
acontecimientos tanto eclesiásticos como civiles del pueblo.
Cuando había más población y muchos animales para San Antón (17 de
enero) se paseaba a las vacas y mulas, con mantas y sus “mejores galas” por el
pueblo, dando tres vueltas a la Iglesia para así obtener la bendición del
Santo, y que éste les guardase de enfermedades o lesiones.
En Ventosa, al igual que ocurre en la mayoría de pueblos y aldeas
del Señorío de Molina, es frecuente encontrarse con alguna casona, que nos
recuerda que en tiempos pretéritos por estos lares había “hidalgos o
ricoshombres”, que para la generalidad de las gentes de estas tierras eran como
semidioses a los que había que rendir culto, ya que en muchas ocasiones de
ellos dependía hasta su propia vida… por fortuna mucho hemos avanzado en este aspecto.
La cosa es que Ventosa es otro pequeño rincón rural de ese gran
paraíso que conforma la comarca de Molina de Aragón y el Alto Tajo; si pasáis
por Ventosa ya me contaréis. FINEM