Bueno pues el
almanaque va quedándose sin hojas, y si, ya llegamos a diciembre, pasó la nochebuena,
la navidad…; como soy el goloso de la casa, me comí todos los trozos de turrón
que sobraron de ambos banquetes… y casi sin darnos cuenta, otro festín, llegó
el 31 de diciembre.
Y como cada 31 de
diciembre, día de San Silvestre, la tradición y la costumbre se vuelven a coger
de la mano, para celebrar la Nochevieja.
Para mi este día
siempre supone un puro estrés; de hecho como no hemos tenido tiempo… hoy hemos
ido a comprar, y al principio al ver como estaba el supermercado, he pensado
deben estar regalando los productos, pues estaban los pasillos como dirían en
la cope en una manifestación de esas de la “familia tradicional”… con diez o
quince personas por metro cuadrado…
Tras salir vivo
del envite de comprar las uvas, y los últimos licores, a mí el estrés no se me
pasa; y es que previo a la cena ya empiezas con las cuestiones varias…: debes
llevar unos calzoncillos rojos, algo de oro, para meterlo en la copa donde
brindarás, pero si yo soy medio hippy y no tengo nada de oro… pues chavalín, ya
estará alguien dispuesto para decirte: “ah pues si no pones algo de oro en la
copa… ya veremos cómo te va el nuevo año…”.
Luego el
prepararte las doce uvas, que como todas son iguales, las cuentas tres veces y
unas veces te salen once y otras trece. Mientras mi madre, diciendo va que se
enfría la cena…, mi padre como está un poco sordo, con el especial de Noche
Vieja a toda pastilla.
Y todos corriendo
al soniquete de: “va que nos van a dar las uvas…”
De repente, te das
cuenta que son las doce menos diez, y aún vas por el primer plato, pero
observas en la tele que todos están igual de agobiados… Ana Obregón y Ramón
García con su capa al aire, cual Jaime de Marichalar en la patineta o la
Igartiburu, incluso la Esteban, o las Campos…; nos explican de todas las
maneras posibles, que bajará una bola, y que sonarán los cuartos, etc… yo
siempre me pregunto para qué leches sirve la bola y los cuartos, pero bueno…
que nos expliquen que cuando las dos saetas marquen las doce, son las doce,
dices, joer y el resto del año, la peña cuando ve esa hora, ¿no sabe qué hora
es?
Con eso de los
cuartos también pienso, que en cuento lo escuchan en Génova Trece correrán
aprisa a la Puerta del Sol, por si cae algún sobre…
El viejo reloj de
la Puerta del Sol de Madrid, volverá a marcar las 12 campanadas, y como dice la
canción de Mecano, la mayoría de españoles haremos algo a la vez… comer doce
uvas.
Cuando por fin
llegan las doce, en toda España se oye lo mismo: Cla, cla, cla, cla...
<> > es la bola > >: cla, cla, cla...
Din-don... - ¡Ah no, que son los cuartos! Din-don... - ¡Escupid que son los
cuartos! Din-don... - Pfbbbbbbbb... ¿qué son qué? Din-don... - Los cuartos...
Ton... - ¡Ahora, ahora! Ton.. - ¡Una! - ¡Que no, que vamos por la segunda!
Ton... - Pues me meto dos... Ton... - Seis... - ¿Cómo que seis? Ton... - A mí
ya no me caben más, ¿eh? Ton..-¡Eh!, ¡deja mis uvas, cabrón! Ton... - ¡Es que se
me ha caído una al suelo! Ton... - Bgrfds... Ton... - Bggggdffffff... Ton... -
A mí ya no me quedan... Ton... - Bgggggdffffff.... - ¡Pues a mí me sobran
cuatro! Ton... - Bfgggggggg, grounfffffff...
Y cuando acaban,
toda la familia con la boca llena de babas, a darse besos: - Feliz año,
eeeeeeeeeh, felicidades, grfdddfd... Y suena el teléfono: ¡riiiiiiiiiing! -
¡Pero coño! ¿Ya están llamando? ¿No se pueden esperar? - Pues a mí todavía me
sobran dos...; es la tía Salustiana que llama desde Minglanilla, que te pongas
papá…
A continuación, la
primera discusión del año, ¿qué preferís champán o sidra? Yo champán, yo mejor
sidra, que es más digestiva (siempre está el típico espectador de Saber vivir),
así pues, acabas o por no abrir ninguna, o si eres prudente, pues beber lo que
te pongan.
Ya ves que manera
de comenzar el año.
Pero como es Noche
vieja y hay que divertirse, pues nada, nos vamos a la plaza del Ayuntamiento,
que ahora hace discomóvil.
Todo el mundo va
con gorros rollo David el gnomo, colgantes raros, y unas narices postizas, que
son parecidas a la mía real.
Y ya besos y
besos, y que a la gripe A, le den morcilla…
Después pues a
algún garito, donde ocurre lo siguiente: si caben cien personas, el dueño lo ha
habilitado para quinientas; te puedes quedar en la calle si quieres, pero con la
rasca que está haciendo estas navidades cualquiera se queda aguantando el tipo,
así que, no queda otra, que para dentro.
Los que somos tan altos como yo, (170 cm.) y
con eso de que las nuevas generaciones se tomaban los “petis suises” de dos en
dos, pues parece que entramos en un desfiladero, y que para que te vean desde
la barra, no queda otra sino la de dar saltitos, y mover los brazos cual
azafato de vuelos.
Lo bueno que tiene
ir a un sitio así es que te puede pasar cualquier cosa. A mí el año pasado me
ocurrió de todo. Yo estaba tan tranquilo, tomándome mi cubatita de garrafón,
cuando de repente un tío me cogió por detrás y me dijo: -
¡¡¡¡COOOOOOOOONGAAAAA!!!!! Y, claro, que vas a hacer, pues te pones a bailar...
¡Eso te lo hace un tío en el autobús y le partes la cara! ¡Pero como es
Nochevieja y además lleva un gorro de gnomo... ! ¡Pues hala! Y de repente te
das la vuelta y llevas cien personas enganchadas a tu culo. ¡A ver como escapas
de ésta! Porque una conga es como una secta: entrar es muy fácil, pero salir es
muy jodido. Porque además, en el garito
hay como doce congas girando a toda pastilla...
Bueno, pues iba yo
conduciendo mi conga... por mi derecha, cuando, de pronto, me veo venir en
dirección contraria una conga suicida acojonante conducida por un gordo con
gorro de Napoleón. Yo le iba a hacer ráfagas, pero como las congas no llevan ni
luces ni nada... pues, para evitar la colisión, di un giro brusco a la
derecha... ¡Y me tragué entera una columna de espejitos! ¡Siniestro total! Doce
heridos leves y una columna de espejitos destrozada.
Yo me quedé con
una ceja abierta tirado en el suelo y al ver la sangre que me caía me desmayé…;
al despertar estaba en la sala de urgencias, rodeado por todos los de mi conga;
porque eso si, en las congas hay mucho compañerismo; allí todos gritaban “sí se
puede, sí se puede”; también es cierto que uno de ellos se llamaba Íñigo, y
otro con coleta, le dijo, Íñigo así no…; estando en las urgencias algunos
todavía no se habían desenganchado; y seguían dando vueltas al ritmo de “mama
chicho me toca” por toda la sala de espera; dirigía la conga, un señor con taca
taca. Oye y es muy de agradecer porque toda la conga, había venido corriendo detrás
de la ambulancia.
Bueno, las urgencias en Nochevieja, hay que vivirlas. Como allí también es Nochevieja, el camillero lleva un gorrito de moro, la enfermera un collar de hawaiana y el que te cose la ceja unos dientes de Drácula, ¡que te da una confianza... ! El tío te dice: - ¿Qué ha sido? ¿Con una moto? - No, con una conga. - ¡Ay!, si es que van como locos con las congas...
Cuando salí de
allí me quería ir a mi casa, pero como era Nochevieja, acabé a las ocho de la
mañana con la ceja grapada en un bareto... - Oiga, póngame un chocolate con
churros. - Pues sólo nos queda Nesquick y algunos donuts...
Es que los últimos
churros se los han tomado los de una conga, ¡traían un cachondeo...! Había un
gordo que llevaba un casco de Napoleón... ¡No le digo más! Y es lo que yo le
digo a los clientes: si no disfrutas en Nochevieja, ¿Cuándo vas a disfrutar?
Así pues con este
risueño y alegre post, os deseo a todos y todas, un muy FELIZ AÑO NUEVO,
recordando esa máxima que lo de la felicidad depende en gran medida de nosotros
mismos. FINEM.