MINGLANILLA (Cuenca) |
Cuando arribas a Minglanilla (Cuenca) proveniente de
Valencia, por la antigua nacional III; a mano derecha asomándose a los grandes
desniveles que desde allí se producen hasta las cristalinas aguas del río
Cabriel, hay una curiosa escultura metálica, que no es otra cosa sino un
homenaje a una historia local, que de padres a hijos se ha ido transmitiendo,
no sabiéndose muy bien hasta donde es leyenda, y hasta donde realidad.
La cosa es que fuera como fuese, la vida de don Benitón, que así se llamaba nuestro protagonista, se enmarca en la segunda mitad del siglo XVIII; en los tiempos en que Carlos IV “el cazador”, reinaba en España, poco antes de estallar la guerra de la independencia contra los franceses.
Rey Carlos IV |
En aquella época Minglanilla era una población menor a la
actualidad, de casas humildes elaboradas con adobe y blanqueadas con cal;
pudiendo pasar perfectamente en su fisionomía, por alguna de aquellas
poblaciones de la Mancha por donde transcurría en sus hazañas el hidalgo Don
Quijote.
Era un caluroso 11 de julio, y en el seno de una familia humilde se produjo un alumbramiento, como no sabían que nombre ponerle; la vecina propuso el del santo del día, siendo la onomástica de San Benito, de ahí que al niño le pusiesen Benito.
San Benito |
Benito crecía como un niño más, y pronto tuvo que dejar la
escuela, pues en su casa los haberes eran pocos, y todas las manos jornaleras
eran buenas para garantizar el pan diario, así que pronto junto a su padre
hacía labores de leñador, o transportaba carretillas desde las minas de sal.
Desde muy joven Benito, tuvo un desarrollo físico que impresionaba;
alcanzando una altura que no era para nada normal en aquella época donde la
media no superaba a penas los 167 cm de altura. Y esta altura iba acompasada de
fuerza y musculatura.
De hecho, cuando salía al bosque a por leña, los haces de
madera que cargaba a sus espaldas eran muy superiores a los que cargaba sobre
los lomos de su pollino.
Por todas estas cuestiones Benito fue destacando, siendo ya
conocido por toda la comarca como el gigantón de Minglanilla, pasando poco
después de Benito a Benitón.
Cuando apenas contaba con dieciocho años, sus compañeros de
la mina le proponían hacer pruebas de resistencia, y Benito las aguantaba
todas, destacando la de cargar a sus espaldas una saca de 483 kilos de sal, e
incluso subir un escalón.
A las pocas semanas de haber alcanzado los dieciocho años,
Benito marchó de Minglanilla para hacer el servicio militar obligatorio, con la
anécdota de que el coronel de su regimiento ordenó que en materia de comida a
Benito se le diese dos raciones…
En esa época Napoleón Bonaparte ocupaba medio territorio europeo,
y pidió al Rey de España, si éste le dejaba pasar por territorio español, para
invadir tierras portuguesas…
Napoleón Bonaparte |
Carlos IV no pone problemas…; y los franceses una vez en
territorio español, deciden quedarse.
Al mismo tiempo que Carlos IV abdica en su hijo Fernando
VIII, y éste a su vez en Napoleón, el cual cede el trono de España a su hermano
José Bonaparte.
Rey José I Bonaparte. |
Así y tras observar como la Familia Real Borbónica tiene que
salir del Palacio Real, el pueblo de Madrid el dos de mayo de 1808, se levanta
en armas contra los franceses, comenzando la guerra de la Independencia.
Estos trágicos episodios se suceden estando Benito haciendo
el Servicio Militar, por lo que le toca luchar en primera línea de fuego.
Su gran fortaleza conllevó a que pronto lo nombraran Cabo de
gastadores, que eran los soldados que se encargaban de cavar para abrir
trincheras y caminos en la marcha al resto del ejército; cuerpo que posteriormente
se denominó de zapadores.
Poco tiempo después ya por las tierras del bajo Ebro, salvó a
su Coronel que estaba herido trasladándolo montado sobre las espaldas desde la
línea de combate, hasta el hospital de campaña.
Unos meses posteriores, ya en 1811, en la batalla que se
denominó el sitio de Tarragona, Benito, mostró gran destreza con las armas, y
sobre todo arrojo y compañerismo, por lo que fue ascendido a Sargento segundo,
y cuando acabó la guerra, lo nombraron Capitán, destinándolo a un puesto de
cierta complejidad como era el de Melilla.
Y cuenta la leyenda que estando en esta plaza, cuando con un
amigo estaba dando un paseo, un grupo de árabes los rodearon y secuestraron,
pidiéndole que abandonase el cristianismo y procesara la religión de Mahoma;
parece ser que Benito rechazó la propuesta, y para humillarlo y menos cavar su
moral, le hicieron labrar unas tierras, con unos arneses enganchados a unas
vertederas…; la situación era complicada pues a Benito le daba miedo que
pudieran hacer algo a su amigo, el cual acababa de ser padre.
Pero una noche aprovechando un fuerte aguacero; y justo
cuando el carcelero les traía unos mendrugos de pan para cenar, propinó un
golpe a éste y consiguió escapar de aquel inhumano calabozo; lo comunicó a sus
compañeros destinados en Melilla que llevaban días buscándolos, y fueron a
rescatar a su compañero.
Este episodio le dejó muy mermado moralmente, por lo que
pidió su traslado a otro lugar.
Destinándole a Murcia; pero su viaje fue aciago, por motivos
desconocidos los caballos que conducían su carruaje, se desbocaron, tomando
velocidad peligrosa…; Benito se tiró desde los estribos del carruaje, se
enganchó a la rueda, consiguiendo parar éste.
En Murcia estuvo poco tiempo, pues en breve lo destinaron a
Valencia, lugar éste que a Benito le gustaba más, pues lo acercaba a su
manchuela conquense.
En la capital del Turia, vivía en una vieja finca por el
barrio del Carmen, muy próximo a las torres de Quart; tenía alquilada una
humilde alcoba, con derecho a uso del cuarto de baño, etc. Y la dueña de la
casa cocinaba para su familia y para Benito.
Pero la señora de la casa, tenía graves problemas de
movilidad, cuestión ésta que entristecía a Benito; ella le contaba lo que le
gustaba de joven acudir a los campos de naranjos por la zona del Alboraya junto
al barranco del Carraixet, y coger la naranjas más buenas, con las que hacía
mermeladas e incluso ungüentos para las articulaciones…; ante el hecho de que
la casera no podía ni bajar al mercado, un día Benito, subió en brazos hasta el
domicilio a un pequeño asno que en dos serones transportaba kilos y kilos de
naranjas; para que la casera escogiera las que quisiera. Coincidía con las
navidades, a lo que la casera dijo ser el mejor regalo de navidad que nunca la
habían hecho.
Anécdotas en torno a su fuerza sobre natural las hubo a lo
largo de toda su vida…; como por ejemplo cuando llevó un cañón hasta el
despacho de un superior para que éste lo revisara, etc…
La historia que ha llegado hasta nuestros días, tiene amplias
lagunas en cuanto a la vida personal de Benito, pero si dice que hacia el 1825
regresó a Minglanilla, donde le esperaban desde hacía tiempo mujer e hijos.
Junto a las rochas del Cabriel Benito era feliz, allí se encontraba en su entorno natural, y con su gente de siempre; y cuentan que no era difícil verlo fumarse un cigarro de liar bajo los longevos pinos donceles de la entrada al pueblo.
En las fiestas su fuerza sobre natural y su bondad infinita lo hacían objeto de juegos, y apuestas; dándose una vez el caso de que sentado en una silla, le sujetaban los brazos entre varios, y en una mesa ponían una botella y un vaso de viso, y Benito, a cada instante se desprendía de los agarradores y se bebía tranquilamente su vaso de vino.
Tras la guerra de la Independencia, la Constitución de Cádiz,
el trienio liberal, etc…; vino la década ominosa, y en 1833 la muerte de
Fernando VII; en su lecho de muerte había derogado la ley sálica, por lo que
las mujeres podían reinar; accediendo por ello al trono su hija Isabel, que se
convirtió en Isabel II; pero esto no gustó al sector más conservador, que
apoyaban como candidato al reinado de España al hermano de Fernando VII; Carlos
María de Isidro, comenzando así las guerras carlistas…
Reina Isabel II |
En esa época la Nacional III; tal y como la conocemos hoy
todavía no existía; ya que ésta se fue a terminar hacia el 1853; pero el
trayecto ya comenzaba a utilizarse como el camino más corto entre la capital de
España y el levante, así pues, un cabecilla carlista camino de Valencia, se
quedó a descansar en un posada ubicada por la calle Real de Minglanilla.
Informaron de tal cuestión a Benito, y él como militar fiel al orden legal vigente, se dirigió hasta la posada, para ver de quién se trataba y que hacía por allí.
Pero el carlista asustado, ante el hecho de que trataban de
abrir la puerta de la humilde alcoba, descerrajó cinco tiros con su trabuco,
contra la frágil puerta; alcanzando todos ellos al cuerpo ya deteriorado por la
edad y la vida llena de sacrificio y esfuerzo de Benito, el cual quedó tendido
en el suelo junto a un gran charco de sangre.
Con la ayuda de los vecinos lo trasladaron a una cama, y
consiguieron curarle las heridas de cuatro balas, pero la quinta… le había
provocado graves daños al pulmón, y la falta de medicamentos conllevó a que se gangrenara
la herida, lo que provocó a su muerte. Corría el año 1848.
En ese instante murió Benito, nació la leyenda de aquel gran
hombre Benitón. FINEM