Hace unos días estuve pasando el fin de semana por las
tierras del Señorío de Molina, y me hice una de esas escapadas típicas de
visitar algún pueblo de esta bella tierra.
En este caso me dirigí hasta el pueblo de Tierzo, situado en
la sexma del sabinar al sur oeste de la capital molinesa.
Se trata de un pequeño pueblo de apenas 40 habitantes, pero
que en la época estival me cuentan puede llegar a los 400; situado a 1141
metros sobre el nivel del mar, el pueblo de Tierzo está en el margen derecho de
los arroyos que desde los montes de Picaza se dirigen entre suaves colinas
hacia el río Bullones, allá por la dehesa de la Vega de Arias.
Rodeado de hermosos bosques de robles, encinas, pinos y
sabinas, Tierzo rezuma tranquilidad y sosiego, que además adorna el aroma a
cereal que surge de los campos recién cosechados y de los girasoles que ya
yerguen debiluchos tras la canícula del final del verano.
Accedo al pueblo de Tierzo por los caminos que vienen desde
Castilnuevo, pasando junto a las fincas de
caza del Barranco del Rey y de Picaza; transcurriendo todo el camino
entre mágicos bosques de encinas, sabinas y pinos…, en mitad de una pradera me
sorprende una paridera de barda, es decir, uno de esos grandes corralones cuya
construcción se basan en un muro de mampostería rodeando una gran sabina, en la
cual apoyar las vigas que soportarán el peso del techo, elaborado con ramas de
la propia sabina.
La puerta de estas parideras, solían protegerse con un corral
semicubierto y estaban orientadas hacia el sur, para paliar los efectos del
riguroso y duro clima de estos lares.
El caso del corralón que me encuentro es un tanto especial,
ya que su estructura no gira en torno a una sabina central, sino que con
troncos de este preciado y protegido árbol, se comprenden a lo largo y ancho de
la paridera varios pilares que sujetan toda la estructura de madera.
Tras el paseo matinal por los sabinares, arribo al pueblo de
Tierzo, siendo la Iglesia el primer edifico que observo. Se trata de una Iglesia
de una sola nave, con torre-espadaña, donde las palomas torcaces disfrutan de
las horas del nuevo día, revoloteando con gran algarabía entre los tejados del
sencillo edificio; está abocada la Natividad de la Virgen, y su construcción
data a caballo entre los siglos XVII y XVIII.
Paseando por Tierzo, me encuentro con Miguel Sánchez, oriundo
de Madrid y casado con una tierzana, que me confiesa está enamorado de las
tierras molinesas, y de la gran calidad de vida que otorgan estos pueblos y
parajes.
Es Miguel quien me cuenta de la existencia de una Asociación
donde las gentes e hijos de Tierzo se juntan para celebrar las fiestas
patronales en honor a San Roque, a San Pascual Bailón, o nocheviejas y fiestas
varias.
En el edifico donde se ubica tal asociación, me cuenta Miguel
que el Ayuntamiento ha construido varias viviendas que se alquilan como
alojamiento rural para todo aquel que desee pasar unos días de descanso y
asueto en el tranquilo Tierzo; me enseña fotos de las instalaciones, quedándome
sorprendido ante la calidad y cantidad de servicios que tienen las
construcciones. Para reservar o informarse sobre tales alojamientos solamente
hay que contactar con el Ayuntamiento de Tierzo, siendo éste su número de
teléfono: 949831625/696357275
Como todos los pueblos de la comarca de Molina, Tierzo cuenta
en el centro de la población con un trinquete, donde los tierzanos sobre todo
en la época estival juegan al frontón, y parece ser que dan buenos raquetazos
si observamos la de pelotas incrustadas que hay en la red que corona el paredón.
Me sorprende un escudo pintado en la parte superior, descubriendo
después que es una heráldica dedicada a la caballería, una señora mayor al
comprobar mi insistente observancia me dijo que había oído hablar que “cuando
la guerra, un escuadrón de caballería que estuvo por el pueblo se dedicó a
arreglar el frontón, y que por eso estaba el escudo…”
Hacía un tiempo había leído en una revista molinesa, que
Tierzo había reinaugurado su plaza principal, y efectivamente así reza en un
placa, indicando que fue inaugurada en junio de 1999, siendo Alcaldesa Ana
Fabián, que a día de hoy sigue siéndolo; y que entre otras cosas habían rehecho
su antigua fuente.
Y efectivamente allí estaba la fuente, una verdadera joya de cincel y labrado de
piedra, de formas suaves y detalles y adornos como manos o una cabeza de mujer, preside
la plaza principal del pueblo.
De sus dos caños brota un agua fresca y pura, perfecta para
mitigar la sed del caminante; y lo hacen de forma totalmente diferente, un caño
voraz y potente y otro lánguido y cansino, que juntos producen una melodía
perfecta para acompañar a modo de banda sonora el transcurrir del tiempo que en
esta plaza parece haberse quedado quieto.
La fuente construida
con piedra arenisca, es obra del artista
molinés Martín Mendieta; en el siguiente enlace podéis encontrar más información
sobre sus trabajos:
En la parte baja del pueblo, junto a la construcción del
nuevo Ayuntamiento,
situado en lo que era la antigua fragua y matadero comunal,
hay otra fuente, con características de abrevadero y que según se indica fue
construida en el 1869; el agua sobrante de la misma va hacia el arroyo que a su
vez riega los pequeños huertecillos familiares que circundan el pueblo.
Todo ello junto a un coqueto paseo rodeado de frondosos
árboles, que lleva hasta un pequeño cementerio, y que tal vez por lo parecido
de las descripciones, me hace llegar a la memoria las letras del gran Machado, sobre los dorados
álamos de los campos de Castilla.
Otro edificio que cabe destacar en el casco urbano del pueblo
es el horno recién rehabilitado; donde a mi entender se ha hecho un magnífico
trabajo en el alero del tejado que simula un arte mudéjar, y en la chimenea que
recuerda a las chimeneas de las casas pinariegas de Soria.
Paseando por el pueblo junto a la iglesia y a la salida hacia
Molina, me encuentro con unas pequeñas chozas, que no son otra cosa sino
antiguas zahúrdas donde guardaban y criaban a los cerdos que mataban allá para
san Martín (11 de noviembre) o en las vísperas de Navidad, y que aquí
construían en piedra y cubrían sus techos con ramas de sabina, igual que las
parideras de barda.
Frente a estas zahúrdas observo unas instalaciones deportivas,
con canchas de baloncesto, y campos de fútbos y de tenis incluidos, zona de
esparcimiento y recreo que presumo llenas en las tardes y noches de estío, pero
que ahora e los albores del otoño ya se encuentran desiertas…
Abandono el pueblo de Tierzo, con cierta melancolía y
preocupación al observar in situ la precaria situación de despoblación en la
que se encuentra el mundo rural, pero a su vez feliz de ser partícipe de la
belleza, y la paz que otorgan estos lugares…; siendo muy consciente a la
vez que en cuanto estuviese en la
ciudad, en mitad de la algarabía y la muchedumbre, recordaría el silencio, la
brisa y el agua de la fuente.
Si pasáis por Tierzo ya me contaréis.