Hace unos días y casi de casualidad fui a encontrarme de
frente con un ser vivo tan longevo tan longevo que en su tarta de cumpleaños
las velas representan centurias.
Parece ser que el amigo árbol nació por allá por el año 1560,
cuando Felipe II trasladó la Corte a Madrid, decidiendo que ésta fuese la
Capital del Reino de España; es la época en la que se manda construir un gran
monasterio en el pueblo del Escorial, y una tal Teresa de Jesús en la ciudad de
Ávila trata de poner organización y precepto en la Orden Carmelita.
Miguel Ángel ya había pintado la Capilla Sixtina y casi a la
vez que nace nuestro amigo, fallece el erudito pintor a la edad de 89 años.
En esa época junto a un seguro más caudaloso río Linares, en mitad
de las abruptas montañas del Sistema Ibérico turolense, nacía un pequeño pino
laricio; ese que parece disfrutar con las grandes heladas y las intensas
nevadas, ya que su zona preferida para nacer, crecer y vivir son las zonas
donde se dan estos fenómenos climáticos.
Cuantas cosas buenas y terribles han ocurrido en nuestro país
desde que naciese este árbol hasta nuestros días, y lo mejor de todo cuantas
cosas seguirán pasando, bajo su mirada muda de testigo de excepción, pues
nuestro amigo Pino de nombre del Escobón, se encuentra en plenas facultades
físicas, portando un gran aspecto y una salud a prueba de nieve y hielo.
Su tronco es difícilmente abarcable, necesitando de cuatro o
cinco personas para poder ofrecerle un fraterno abrazo, y es que su tronco en
la base, alcanza un diámetro de 181 centímetros
aproximadamente.
Tampoco es desdeñable su alzada, que deja pequeño a cualquier
persona u objeto que se le ponga al lado, con su más de veintinueve metros de
altura; que además impresionan más aún si cabe por la anchura y diámetro de su
copa, que simulando un gran escobón, de ahí el nombre del pino, alcanza un
diámetro aproximado de veinte metros.
Arribar hasta este impresionante paraje en mitad del barranco
denominado del Pino, es relativamente fácil; se accede por una pista asfaltada
que surge de la carretera que une las
poblaciones de Linares de Mora (término en el que vive el Pino), y Valdelinares
(carretera provincial Te-V 3).
El contacto con este superviviente nato tiene algo de mágico;
sin entrar en cuestiones místicas o similares, el lugar tiene un encanto
especial, el cual al abrazar al gigante arbóreo se trasforma en una sensación
inefable que cuesta explicar con palabras…; es decir hay que experimentarlo
para saber de lo que os hablo.
El gran Pino, igual que los seres vivos más mayores, es un
libro abierto sobre la vida, sobre la historia…; su corteza, sus ramas, su hueco en el tronco
por dónde antaño se extraía resina, su hojas, el suelo de su entorno, etc… son
toda una enciclopedia sobre los años climáticos, donde se describen a la
perfección los rigores de los inviernos fríos, o los veranos secos…
La cosa es que conocer al Pino Escobón ha sido una
experiencia que desdeluego os recomiendo; porque además eso significará que estaréis
deambulando por ese paraíso que es la Sierra de Gúdar, donde aparecen pueblos
de tal belleza como Mora de Rubielos o Rubielos de Mora que suponen todo un
revulsivo para los cinco sentidos.
Mora de Rubielos |
Rubielos de Mora |
Acabo este post, con una frase que me encontré hace un tiempo
por Facebook, desconozco el autor, pero que comparto en todo su sentido; dice
así: “Si los árboles diesen wifi, todo
el mundo plantaría árboles, y detendríamos la deforestación…; que lástima que
tan solo produzcan oxígeno, regulen el clima, protejan el suelo y el agua,
entreguen sus frutos y su madera, y …” FINEM