El río Gallo, es el río molinés por antonomasia, pues aunque
por la comarca nazcan y desemboquen otros muchos cursos fluviales, y
transcurran de extremo a extremo arterias hídricas tan importantes como el río
Tajo, el Gallo cruza la comarca de este a oeste, pasando por la propia capital
de la comarca, la señorial villa de Molina, y conforma paisajes tan
espectaculares como el barranco de la Hoz, los meandros de Cuevas Labradas, etc…
Río Gallo a su paso por Molina de Aragón
Pero no es la única ermita que se erige junto al curso de
este río, afamado en tiempos por la abundancia de truchas y cangrejos; también
junto al mismo se levanta la ermita de San Juan de Pradilla…
El río Gallo nace en plena Sierra del Tremedal (Teruel); a
los pies del pico Caimodorro (1936msm), siendo Orihuela del Tremedal el primer
pueblo por el que sus frías y cristalinas aguas transcurren en dirección al río
Tajo; un par de kilómetro más alante el curso fluvial se sumerge, estando su
cauce seco la mayor parte del año, atravesando los términos de Motos, Alustante, Tordesilos y Tordellego; para de nuevo emerger a la
superficie entre los pueblos de Morenilla y Chera.
Por Prados Redondos el curso fluvial ya configura un pequeño
río de alta montaña; aunque donde realmente brota un importante caudal camino
ya de Molina es entre los términos de Pradilla y Castilnuevo; de hecho allí se
encuentra el denominado manantial del borbullón, lugar del cual se toma el agua
para abastecer a la ciudad de Molina.
Y es justo de este tramo de río Gallo del que os quiero
hablar hoy; nuestra excursión surge desde la pequeña aldea de Pradilla, pueblo
situado en una ladera a unos 1120 msm, junto a la rambla de Piqueras.
El valle de la rambla es fresco y frondoso en cuanto a
vegetación riparia, pero alrededor de la
vega el paisaje tiene una pátina de monotonía, debido a la continua degradación
del bosque de sabina albar; estas zonas se devastaron a mitad del siglo XVII,
cuando Felipe IV decidió instalar una fábrica de armas en el pueblo de
Corduente; los hornos de fundición necesitaban cantidades ingentes de madera,
que los bosques molineses suplieron con grandes devastaciones que llegan a
nuestros días…; luego la utilización de la madera para la construcción de
viviendas, de leña para paliar los efectos de los rigores invernales de la
zona, y la agricultura extensiva del cereal hicieron el resto…; llevando a que
muchos kilómetros cuadrados de la comarca se encuentren yermos en cuanto a
bosque y arbolado; y siendo las sexmas
del Campo y del Pedregal, las que más padecen estas consecuencias.
Pues bien como os iba diciendo, desde el pueblo de Pradilla
en paralelo a la rambla, surge un camino, que no es otro sino la histórica ruta
por la que las gentes de Pradilla se desplazaban hasta las poblaciones de
Castilnuevo y la propia Molina desde tiempos inmemoriales…
El amplio valle poco a poco se va cerrando, hasta arribar a
una casilla que alberga una antigua noria de extracción de agua, la cual
aprovechaban las gentes de Pradilla para el riego de los fructíferos huertos
que esta vega proporcionaba.
Los rigores del invierno se dejan sentir en esta zona de la “Siberia peninsular”, y conforme voy andando en busca del río Gallo, la rambla de Piqueras aparece inmóvil bajo una gruesa capa de hielo.
Tras varias curvas y recovecos aparece en un promontorio la
humilde y a su vez enigmática ermita de San Juan, erigida en la margen
izquierda del río Gallo, junto a la desembocadura de la rambla de Piqueras en
éste.
El lugar ha sido habilitado para zona de recreo y
esparcimiento, con bancos y mesas para merendolas y comidas; la tarde en la que
visito el paraje no invita a pararse a descansar, pero estoy seguro que en la
primavera y en la época estival debe ser
un puro paraíso para estos menesteres.
Leí hace tiempo que alrededor de esta ermita las gentes e
hijos de Pradilla celebran una grandiosa fiesta en el mes de agosto, con
degustación de caldereta y gastronomía típica de la zona; y que dicha fiesta se
basa en la que se celebraba antaño, cuando tras la subasta de los terrenos comunales del pueblo entre los
distintos ganaderos de la zona, el que ganaba la subasta de los pastos,
invitaba a todo el pueblo a una copiosa merendola.
Una vez en el ermitorio decidí, llegar hasta la fuente del
borbullón por los grandes meandros que río Gallo conforma en esta zona de la
comarca, alejado de los pueblos y en mitad de una naturaleza abrupta, te siente
más integrado y reconciliado con eso que llamamos madre naturaleza, sintiendo
con fuerza los beneficios que nos aporta la pura simbiosis y contacto con ella.
Por todos los sitios surgen amanaderos y fuentes que brotan
alegres para dar caudal al pequeño Gallo; de igual manera aparecen restos de
los antiguos molinos harineros que en tiempos tanta importancia para la
economía local tuvieron por la comarca
de Molina.
Restos de antiguo molino harinero
Poco antes de llegar al borbullón, entre la espesura de los
sauces y los zarzales, escuché una gran algarabía, sin lugar a dudas se trataba
de algún animal que se asustaba ante mi presencia…; cual fue mi sorpresa cuando
vi subir monte arriba una manada de cinco jabalíes, uno de ellos de gran tamaño.
Ante mi inmovilidad éstos se tranquilizaron y me permitieron incluso
fotografiarles.
Finalmente llegué al manantial del borbullón, lugar donde el
río Gallo toma gran caudal y fuente de la cual como os decía antes, se abastece
de agua la ciudad de Molina, la modernidad y las tecnologías para tal menester
desmerecen sin lugar a dudas el paisaje, suponiendo un gran impacto visual.
La tarde invernal de este 22 de diciembre, invita a pocas
contemplaciones, lo que me hace pensar que será mejor retomar el camino en
dirección a Pradilla, llegando a la aldea cuando el sol ya se ha ocultado tras
las montañas de Sierra Molina, y las farolas comienzan a lucir sobre unas
calles y plazas vacías…
En la plaza del pueblo, luce recién reinaugurada una fuente que según reza en una inscripción data del año 1932, y que en el pasado 2009 se le dio la forma actual.
Ascendí entre el entramado de calles y callejuelas en dirección a la vetusta iglesia que arriba del otero, aparenta más un edificio castrense que una Iglesia.
Su fachada principal está orientada hacia el sur, en una pequeña plazoleta sin pavimentar, que supone un perfecto mirador de la vega que conforma la rambla de Piqueras, así como el resto del pueblo.
La chaparra torre de la iglesia comprende dos campanas, que
me hace sospechar repicarán en contadas ocasiones a lo largo del calendario
anual, estando sus badajos en continuas vacaciones…
Y a los pies de la misma un pequeño campo santo, de trazas
humildes y sencillas.
Desde allí los colores del cielo no hacían más que presagiar
que se esperaba una noche gélida por las tierras del Señorío, retornando de
nuevo hacia el coche que lo había dejado a la entrada del pueblo, y pensando
con melancolía como me pasa cada vez que visito alguno de estos pequeños
pueblos del Alto Tajo, el gran problema que supone la despoblación en las zonas
rurales.
Me encontraba en mitad de un pueblo precioso, en absoluta
soledad.
Finalizo este post, con la encarecida recomendación de la
visita al pueblo de Pradilla y su veguilla hasta la ermita de San Juan.