Molina de Aragón |
La verdad es que en muchas
ocasiones había pensado en escribir algo sobre el Castillo de Molina de Aragón
(Guadalajara), pero por cierto pudor a meter la pata en alguna de las
explicaciones nunca lo había hecho.
Hoy he decidido contaros algo
sobre esta magnífica construcción
medieval que es sin lugar a dudas el símbolo de la villa de Molina; y es
que no hay ventana que se precie desde el caserío molinés que no esté orientada
hacia las gallardas y arrogantes torres de Veladores, de la Reina y del
Homenaje.
Y al igual que me ha ocurrido desde
otras atalayas o miradores célebres:
La Alhambra desde la Silla del Moro |
Y en dirección a grandiosos monumentos, se
pueden contar por miles los instantes que desde la terraza de casa he observado
el castillo de Molina, soñando despierto e imaginando como era aquella ciudad medieval
en los tiempos de Doña Blanca, allá por el siglo XIII.
Se sabe que donde ahora se ubica
el castillo, había anteriormente una alcazaba árabe; y famoso es el pasaje del
poema del Mío Cid, donde cuentan la buena relación de Rodrigo Díaz de Vivar con
el último “Rey” moro de Molina, un tal Aben Galbón; el cual acompañó según reza
el poema a la hijas del Cid desde Medinaceli hasta Valencia.
De las construcciones árabes
apenas quedan restos en el complejo, algunos muros con tapiales y la desmochada
torre de la Nevera, también conocida como torre de Arena.
Torre de la Arena |
Posteriormente tras la conquista
del territorio por los cristianos, a las órdenes del Rey de Aragón Alfonso I el
Batallador allá por el año 1129, los
vastos territorios molineses son cedidos a un Ilustre señor Castellano. Hay que
decir que las relaciones entre Castilla y Aragón en ese momento son tensas, y
también lo son para la marcación de territorios y fronteras, de ahí según
cuentan algunos autores, pudo surgir la idea de fundar un Señorío Independiente
entre ambos reinos.
Para dirigir ese Señorío, Castilla y Aragón llegaron al acuerdo que
fuese Don Manrique de Lara; un noble con influencia en ambos reinos. Siendo en
el año 1139 cuando se firma el Fuero de Molina; una especie de carta magna para
todo el Señorío.
Fuero de Molina Casa de la cultura. |
Comenzándose en ese momento la
remodelación de la antigua alcazaba árabe para darle la forma que tiene a día
de hoy, concluyendo sus obras la quinta señora de Molina Doña Blanca Alonso,
allá por el siglo XIII.
Cerro de Sta. Lucía desde la muralla |
Desde don Manrique Pérez de Lara, pasando por sus descendientes:
don Pedro Manrique de Lara, don Gonzalo
Pérez de Lara, don Alfonso de Molina, y la hija de éste Doña Blanca Alfonso, se
fue configurando la Molina medieval, siendo éstos los patrocinadores de la
construcción de las murallas y castillo de Molina.
Toda la villa estaba rodeada por
una inexpugnable muralla, con torreones y grandes puertas que se cerraban al
atardecer; puertas que tomaban su nombre por las prácticas que se hacían junto
a su ubicación, como la Puerta del Baño, o por la dirección a la que a través
de ellas se iba, Puerta de Valencia, que según los cronistas era la más
espectacular, Puerta de Calatayud, o también llamada Real pues por ahí entró en
Molina el Rey de Castilla Sancho IV tras la muerte de doña Blanca, mofándose un
poco de los molineses rodeando toda la
villa extramuros…; también estaba la Puerta del Chorro porque daba al chorro o
arroyo de la Cava, la Puerta del Río, junto al puente románico, Puerta de
Medina, porque iba hacia Medinaceli y hacia Castilla, la Puerta de Hogalobos en
plena judería, etc…
Aquí se ubicaba la Puerta del río |
Pero además de esta gran muralla,
el propio complejo del castillo tiene otro cinto amurallado, donde se
encontraba el personal que administraba la gran atalaya defensiva y donde
también podían refugiarse los habitantes de la villa, el ganado, etc… en caso
de gran conflicto o batalla; al interior
de ese segundo cinto amurallado de le denomina albacar o albacara.
En la albacara rodeado de grandes
lienzos de muralla y torreones defensivos quedan pocos restos antiguos, solamente
los pasadizos de las murallas, un osario y los restos de la iglesia de estilo
románico abocada al Cristo de las Murallas, al que algunos autores la denominan Santa María del Collado; los fundamentos y basas que quedan de
esta iglesia, pueden darnos la idea de que sería muy similar a iglesia de Santa
Clara, también de estilo románico, ya enclavada en pleno casco histórico de la
villa.
Iglesia románica de Santa Clara |
Poco más arriba de esta antigua
iglesia, y situada en una oquedad natural de la roca, se encuentra la
denominada Cueva de la Mora; con respecto a ésta hay decenas de historias y
leyendas, desde que era una salida secreta de la fortaleza, o que era por ahí
por donde doña Blanca bajaba a la villa de Molina a escuchar misa…; la cosa es
que a día de hoy a pocos metros de la entrada la cueva está cegada por
la caída
de tierra y piedra.
Cueva de la Mora |
Seguimos la subida por dentro de
la albacara, hasta pasar por delante de la Torre de la Arena y llegar
a la
Puerta de la Traición.
De nuevo aquí las historias y las leyendas se desbordan,
para aludir a posibles traiciones, conjuras y contubernios, en los tiempos en que el Rey de Castilla Enrique de Trastámara (segunda mitad del siglo
XIV ) pretendió ceder el Señorío de Molina a un monje y militar francés, de nombre Bertrand du
Guesclin; los molineses se negaron a tener como Señor a un francés y se entregaron al Reino de
Aragón, reconociendo como Señor del Señorío de Molina al Rey de Aragón Pedro
IV; fue en ese momento cuando Molina cambia su apellido “de los Caballeros”
relacionado con la guardia personal de Doña Blanca, para denominarse de Aragón;
también es de esta época y por estos mismos hechos cuando los molineses deciden
poner a la torre más alta del castillo el nombre de Torre de Aragón.
Sólo estuvo seis años bajo la
corona de Aragón; fue desde el año 1369 hasta el año 1375, donde tras la firma
de la Paz de Almazán, se acuerda que el título de Señor de Molina sería del Rey
de Castilla primero y del Rey de España después; siendo el actual monarca Juan
Carlos I, el trigésimo primer Señor de Molina, visitando la capital del Señorío
por tal hecho en 1978.
Puerta del Vall |
Y junto a la puerta de la traición
llegamos a la puerta que da acceso al patio de armas; este lienzo de muralla y
también puerta fueron modificados en el siglo XIX; ya que el castillo de Molina
fue utilizado como cuartel general y otero defensivo, por los partidarios de
Carlos María de Isidro en las cruentas batallas que éste mantuvo por el trono
de España, con su sobrina la Reina Isabel II; a estas batallas la historia las
ha bautizado como las Guerras Carlistas.
Así pues los carlistas hicieron
un adarve entre las torres de Veladores y San Antón, la cual techaron, con
aspilleras para disparar y poder vigilar mejor.
Adarve y techado torre de San Antón |
La anterior puerta lo era en
forma de codo o recoveco como lo son en el resto de la fortaleza, para evitar
el ataque con troncos, arietes, etc…
Una vez dentro del patio de
armas, sorprende la exuberancia y grandura del complejo; de hecho éste era uno
de los baluartes del castillo de Molina, como complejo defensivo y militar, sus
dimensiones asombraban y acongojaban al enemigo a partes iguales, lo que en la
mayoría de las ocasiones provocaba el desistimiento de atacar.
Dentro del patio de armas se
encuentran los restos de una pequeña ermita, antiguas dependencias de guardias, soldados,
servicio, etc…, así como un aljibe de siete metros de profundidad; rodeado de conducciones
para dirigir el agua de la lluvia caída en toda la superficie del patio.
Restos de pequeña ermita |
Aljibe y conducciones:
Así mismo se encuentran los
restos de un vetusto horno de pan, donde en la época carlista se
cocían entre doscientas y doscientas cincuenta barras de pan.
Las torres que dan a la
población, son sobrias y esbeltas; con muros y tapiales cuyos grosor supera los
dos metros y medio, y una altura aproximada a los treinta metros; siendo sus terrazas y ventanales
mirador
privilegiado.
privilegiado.
Mirando de frente los nombres de
las torres de izquierda a derecha son del Homenaje, de Armas o de la Reina (algunos también le llaman de Doña Blanca,
y de Veladores.
En la torre central denominada de
Armas o de la Reina, existe en una de las habitaciones y rodeando a modo de
cenefa, una inscripción en la que viene a decirse “Mi fin, mi bien y el vuestro”…
texto que hace alegoría al testamento que la quinta Señora de Molina firmó el
10 de mayo de 1293, pocas semanas antes de morir en la ciudad de Molina, a la
edad aproximada de cincuenta años.
Dña Blanca de Molina |
No es raro encontrar a lo largo y
ancho de la construcción, las denominadas marcas de cantero, es decir aquellos
símbolos y alegorías que el maestro cantero muescaba en las piedras elaboradas
para luego poder cobrar por el trabajo hecho.
Con respecto a esto hay que
indicar que algunas de estar misma marcas o “firmas”, también se encuentran en
castillos próximos como en Daroca o Calatayud, lo que indica que eran los
mismos maestros canteros los que iban construyendo las diversas fortalezas.
También son curiosas la cocina
o las letrinas del castillo, todas ellas
del siglo XIX, cuando los carlistas lo tenían de cuartel General.
Cocina y letrinas:
A los pies de las torres de
Veladores y de doña Blanca, se
encuentran unos fríos y oscuros calabozos; espacios que fueron utilizados como
tal desde el medievo hasta la época carlista, y en cuyas paredes y techos
quedan infinidad de inscripciones de los presos allí recluidos.
No es raro ver rayas contando los
días, o dibujos de animales, o incluso frases con una preciosa caligrafía.
Sorprende el escrito del “cancionero
de Estúñiga” que recoge poemas del siglo XV; esto denota que muchos de los
presos que allí se concentraban eran nobles de familias hidalgas, ya que en esa
época sólo la nobleza y el clero tenían acceso a las letras y el estudio.
Cancionero de Estúñiga |
Los molineses cuando hablamos del
castillo, muchas veces lo hacemos en plural; frases como “había tal niebla que
no se veían ni los castillos” es algo muy típico.
y esto es así porque fuera
del complejo unitario, se encuentra otra gran torre, que no es otra sino la ya
mencionada anteriormente Torre de Aragón; en su tiempo estaba unida al resto
del castillo por un túnel o covacha
subterránea, pero el devenir de los siglos, hizo que ésta se viniera
abajo, quedando por tanto separada del resto del Castillo por unos cuantos
metros.
Una torre que en la actualidad
tiene unos veinte metros de altura, pero que antes del siglo XIX, oscilaba los
treinta, siendo según muchos autores uno de los edificios más altos de España
en la edad media.
La torre de Aragón situada en lo
más alto de la villa de Molina, era la torre de vigilancia de todo el Señorío,
ya que desde allí se vislumbra la práctica totalidad del territorio, al igual
que desde muchos puntos de la comarca es fácil divisarla; en la antigüedad con
espejos y hogueras se comunicaban entre los castillos y atalayas que había a lo
largo y ancho del Señorío.
Torre de Aragón desde los Castillos de Alpetea y de Santiuste |
Cuenta la historia que en esta
torre se alojó la Corte de España durante unas semanas, en tiempos del Rey
Felipe IV por mitad del siglo XVII.
Tras la Guerras Calistas y el
triunfo de Isabel II, ésta como represalia mandó derruir y hundir el Castillo
de Molina, poniendo para ello cañones dentro de la albacara, y la parte trasera de las iglesias
de San Felipe y Santa Clara…; en esos tiempos se destruyó gran parte de la
muralla que baja desde la torre del Homenaje hacia la villa, así como se volaron
más de diez metros de la torre de Aragón.
Los molineses pidieron piedad y
clemencia a la Reina Isabel II a través de varias cartas, y ésta finalmente
determinó no continuar con el derrumbe de dicho Castillo.
Así que estimados/as amigos/as pese al devenir de la
historia, los conflictos y las guerras, así como al clima extremo de esta tierra…, la ciudad
de Molina de Aragón sigue contando con esta gran fortaleza, siendo una de las
más grandes de España, y que desde luego a través de esta humilde entrada al
blog, os invito a conocer in situ, asegurándoos que no os dejará indiferentes…;
siendo los vuestros unos ojos más de los millones de ojos que a lo largo de los
siglos se habrán quedado sorprendidos ante su singular belleza.
Acabo pidiendo disculpas por
posibles errores al contar las cosas, y agradeciendo que hayáis dedicado de
vuestro tiempo a conocer sobre un monumento, al cual todos los molineses le
tenemos tal consideración personificada como si de un miembro más de la familia
se tratara. VALE