Vallanca (Valencia)
Desde 1718 y cada siete años, los
días 16 a 26 de septiembre son sinónimo de festividad en la bella población de
Vallanca, al noroeste de la comarca del Rincón de Ademuz (Valencia).
Y es que el 16 de septiembre de
cada septenario cientos de personas acuden en romería a la ermita de la Virgen
de Santerón. Una ermita ubicada en el término municipal de Algarra (Cuenca), y
en el extremo más al sur de los denominados Montes Universales.
A caballo entre la historia y la
leyenda, se cuentan por estos lugares que Vallanca sufrió una gran sequía,
otros hablan de una gran epidemia de peste; fuera como fuese la cuestión es que
según esta historia, las gentes del lugar acudieron a la Virgen a orar para que
finalizasen estas calamidades, y al poco éstas desaparecieron, naciendo de ahí
la tradición de esta romería y la fe en la Virgen de Santerón de las gentes de
Vallanca.
Este año 2012, se ha celebrado el
XLII septenario, y casualidades de la vida, el día 16 de septiembre me encontraba
yo por las tierras del Rincón, por lo que en compañía de mis buenos amigos
Alfredo Sánchez y Luisa Sendra me decidí hacer la peregrinación a Santerón en
la mañana del domingo 16 de septiembre.
Salí de casa en Torrebaja a eso
de las 7:30 pues había quedado con Alfredo y Luisa en las puertas de la Iglesia
de Vallanca sobre las 8:00, ya que a esa hora partía la comitiva camino de
Santerón; la mañana era fresca, rondaban los 8 grados, pero el raso del cielo
pronosticaba un buen día.
Vallanca despertaba de una forma
especial, el canto de los pájaros, las
campanas volteando anunciando que comenzaban las fiestas, las guitarras,
dulzainas y tambores; así como el impecable engalanamiento de la villa, hacían
de esos momotos de espera, un instante mágico y especial.
Al poco llegaron Alfredo y Luisa
y en seguida anduvimos tras la comitiva hasta el paraje que denominan la Vega.
Una inmensa chopera donde a la tarde cuando la Virgen viene desde su ermita se
encontrará con los cientos de peregrinos venidos desde todo el Rincón de
Ademuz.
Comenzamos la subida a Santerón,
donde Alfredo me explicaba sus hipótesis teóricas en relación a que esta
tradición tuviese un origen celta; y sobre los fundamentos de esa teoría de
Jean Bertrand que dice que “un
lugar sagrado sigue siendo sagrado
incluso si la
religión ha cambiado”; Alfredo me comentaba la original ubicación de la ermita
de Santerón en la mitad de un valle a equidistancia más o menos parecida de
siete municipios; la cuestión es que días después, Alfredo ha hecho un estudio
más en profundidad sobre el tema, en el que se asientan sus argumentos y
raciocinios y que les he dado publicidad a través del siguiente post bloguero:
El camino a Santerón desde la
villa de Vallanca, comienza por una pista forestal que continúa hasta los altos
de la Sierra de Santerón y que permite el acceso a la ermita con vehículo con
una distancia de unos 18 kilómetros y que es por donde a la tarde los
peregrinos bajan la imagen de la Virgen hasta Vallanca.
El trozo de camino que compartimos
peregrinos andando y vehículos es un poco tortuoso, por el continuo polvo que
levantan los coches. A los tres kilómetros aproximadamente desde el pueblo, el
camino de herradura para los caminantes se desvía a la izquierda para ya no
encontrarnos con vehículos hasta la zona de descanso y almuerzo donde de nuevo
se mezclan las piernas humanas con las cuatro ruedas…
Alfredo me cuenta que antaño todo
el mundo subía andando o con caballerías engalanadas para la ocasión, lo que en
cierta medida hacía aún más auténtica la peregrinación.
(Fotografía de exposición de Vallanca antigua)
Tras la parada del almuerzo,
comienza el ascenso de verdad, a través de un serpenteante sendero, se inicia una gran subida que nos llevará
hasta las estribaciones de la cima del monte Talayón (1601 metros), desde el
que hay unas hermosas vistas de las Sierras de Tortajada, Javalambre y
Escandón, y donde además se aprecia nítidamente todo el valle del
Turia/Guadalaviar desde Teruel hasta el Rincón de Ademuz; a este punto llegamos
todos jadeantes, pues el desnivel eso nos había proporcionado, pero la
panorámica compensaba con creces.
Tras un receso de cinco minutos
para beber agua y descargar un poco las piernas continuamos la marcha, ya por
la otra vertiente de la sierra, apreciando desde aquí tierras de Castilla, y
observando a la izquierda en la lejanía los dominios del marquesado de Moya,
con su imponente castillo, la villa de Landete, o las estribaciones de la
Sierra de Mira y de Talayuelas.
En una de esas atalayas al vacío,
y junto al sendero, nos encontramos con una roca a la que denominan el perro,
por el razonable parecido con un can, y donde todos cual japoneses en un museo,
nos parábamos a fotografiar.
Por fin unos metros después
observamos abajo en mitad de un extenso valle el eremitorio de la Virgen de
Santerón.
Han sido tres horas y trece
kilómetros de andar, pero que gracias a la buena compañía y a la belleza del
paraje se han pasado sin a penas darte cuenta.
Junto a la sencilla ermita, y
bajo el enorme nogal plantado a orillas del camino, cientos de personas
departen sobre el transcurso del camino, toman algún tentempié y preparan sus
tarteras para la posterior comida.
Son las 12:00 horas y comienza la
multitudinaria misa, que hace pequeña a la ermita; La misa la ofició el párroco
de Algarra (Cuenca), pueblo en cuyo término está la ermita de Santerón; y bueno
el cura, era auténtico, con sotana incluida, lo que nos hizo ir a conocerlo
tras la celebración de la misa, y aquí está la instantánea del momento…
Después y antes de comer, varios
jinetes hicieron demostraciones varias con sus caballos, mujeres ataviadas con
trajes regionales castellanos bailaron varias jotas; el ambiente festivo y
sobre todo de amistad generalizada lo invadía todo.
Alfredo, Luisa y yo con unos
amigos de éstos naturales de Vallanca, y de una amabilidad extrema, nos
separamos hasta la sombra de un pino, pues el sol apretaba y allí entre todos
compartimos los distintos manjares que portábamos en nuestras mochilas.
Los vallanqueros durante la
comida nos contaron muchas cuestiones relativas a la fiesta, a otras
peregrinaciones, o incluso a la riqueza medio ambiental del paraje donde se
encontraba la ermita.
De igual manera nos contaron que
hacía a penas tres septenarios, es decir veintiún años, la imagen de la Virgen
se bajaba y subía por la vereda de herradura por la que habíamos accedido los
caminantes, dejándonos perplejos por la dureza del camino; y entendiendo
perfectamente que pese a haber más distancia por el camino de forestal se bajen
y se suban por ahí las andas.
Sobre las 14:30, la imagen de la
Virgen salió de su ermita, y a hombros de las gentes de Vallanca comenzó su
andadura camino del pueblo; instantes después se hizo lo que se denomina censo
del ajuar, donde se anotan las joyas y abalorios que acompañan a la imagen.
El camino de descenso se hace
cantando, rezando, hablando, etc… habiendo ocho descansaderos donde los
portadores hacen sus relevos y estiran los entumecidos músculos…
Yo en el instante que la Virgen salía de su ermita, me despedí de las gentes de
Vallanca que también nos habían tratado y de Alfredo y Luisa, pues tenía que
regresar pronto a Valencia, por lo que no hice el camino de retorno a Vallanca
con la imagen de la Virgen, sino que me volví por la ruta de herradura por la
que habíamos subido en la mañana.
Los trece kilómetros de vuelta
prácticamente en soledad, pues sólo me encontré gente en el alto del Talayón y
en las inmediaciones a Vallanca, me llevaron a reflexionar sobre muchas
cuestiones; también me hacían pensar en las cientos de personas que habrían
hecho esa ruta alguna vez, cada uno con sus pensamientos, peticiones, fe,
esperanzas, etc… lo ancestral del recorrido, y la grandiosidad de la abrupta
naturaleza.
Llegué a Vallanca, un poco
cansado pero más que satisfecho de haber hecho la ruta, que sin lugar a dudas
espero poder volver a repetir… terminé mi excursión a Santerón refrescándome en
la magnífica fuente de la Teja junto al río Bohilgues, con la enorme
complacencia de todo lo que había vivido.
Desde aquí un fuerte abrazo a mis
amigos Alfredo y Luisa, por ser como son.
Y una felicitación a las gentes
de Vallanca por tan magnífica fiesta y celebración, en el 2019 más y mejor.