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martes, 30 de octubre de 2012

Y el Otoño llegó...



 
Dice el refranero español que: “cuando el grajo vuela bajo hace un frío del carajo”… pues bien yo no he comprobado en directo esta realidad, pero si he podido percibirlo con las migraciones de otras aves.
 
 Vega del río Gallo desde Alpetea
El pasado fin de semana, la primera ola fría de la temporada se coló en la Península provocando un importante descenso de las temperaturas; me pilló en Molina de Aragón  (Guadalajara) conocido además de por la belleza de la ciudad, por ser el pueblo más frío de España.
Si bien es cierto que  junto al turolense pueblo de Calamocha, ambas dos localidades tienen las temperaturas registradas más frías de España en torno a los 30 grados centígrados bajo cero. Pero dicho esto, a veces pienso que los medios de comunicación exageran, de hecho el propio sábado estuvo en directo el servicio de informativos de tele 5 dando la noticia del “extremo frío” que hacía en Molina, y que desde luego no era para tanto…

Tal vez por haber nacido y vivido en Molina hasta los 17 años, tengo el termostato corporal un poco elevado, me dicen que soy una estufa y desde luego siempre tengo calor; con estas cualidades comprenderéis que en los veranos lo pase realmente mal, teniendo clara mi preferencia hacia el frío frente al calor que me aplatana y me pone hasta de mal humor.  Claro está todo en su justa medida.
 
 Río Tajo
Pues bien como os iba diciendo esta bajada de las temperaturas, me pilló por las tierras del Señorío de Molina por sus montes y sus parameras; algunos lugareños argumentaban que esto era una avanzadilla, pero que no creían que ya se quedara instalado el frío por estos lares; y aunque los árboles de hoja caduca, sobre todo chopos y álamos temblones ya vestían las galas del otoño, las suaves temperaturas de hacía unas jornadas llevaban al optimismo.
 
 Álamos temblones en Novella
Ese optimismo desapareció cuando en la mañana del domingo día 28 de octubre, proveniente del cielo molinés se escuchaban de forma nítida y pese a las fuertes ráfagas del cierzo, el graznar de cientos de pájaros; las nubes de las primeras horas del día no dejaban ver qué o quién producía ese piar tan característico; el paso de las horas y la desfragmentación de las nubes mostraron el autor de los graznidos, eran cientos y cientos de grullas que ante la arribada de los fríos a la zona norte y centro de la Península, migraban con urgencia camino de tierras más cálidas allá por las marismas andaluzas y norte de África.
 
 
 
Este hecho fue el que determinó que el largo veranillo de San Miguel había acabado y que el otoño llegaba en lo climatológico con marcha directa.
 
 Perfil Sierra de Caldereros
También han arribado las lluvias que en  un país como el nuestro y tras un período de escasez en pluviometría  desde luego es más que buen tiempo, así pues amigos míos sacar los jerséis de invierno, las prendas de mayor abrigo y a disfrutar de todas las cosas buenas que trae el cambio de estación, y siempre con esa máxima de “a mal tiempo buena cara”. Feliz Otoño.
 














miércoles, 24 de octubre de 2012

Un paseo por Libros (Teruel)



 
 Panorámica de Libros
Se pueden contar por cientos las veces que he pasado por el pueblo de Libros desde Torrebaja (Valencia) hacia la ciudad de Teruel y viceversa;  y desde siempre tal vez porque soy un apasionado de la lectura y por ende de los libros, o porque el pueblo tiene una belleza pintoresca innata, siempre me ha gustado mucho cuando he podido parar a dar un paseo por este atractivo pueblo y contemplar con admiración el lugar donde sus antepasados decidieron edificarlo.
 
 
De Libros se puede decir que me gusta el nombre y el pueblo; y es que el municipio de Libros situado a unos 766 metros de altitud, se encuentra ubicado en un profundo cañón del río Turia entre grandes cordilleras montañosas; al oeste las últimas estribaciones de los Montes Universales, y al este la Sierra de Javalambre; esta circunstancia conlleva a que Libros, de unos 150 habitantes se aprecie angosto entre grandes farallones de roca que lo protegen de los vientos, y  lo hacen invisible hasta que la carretera no llega a sus primeras casas.
 
 
Según tengo entendido el nombre de Libros deviene del término “libre”, y es que parece ser que en los tiempos de la reconquista, el Reino de Aragón para repoblar las zonas fronterizas con el sarraceno dejó a este pueblo libre de impuestos y de esta manera afianzar el asentamiento de nuevos pobladores.
El pueblo tiene una conformación irregular como en forma de curva, la misma que hace el río Turia a su paso por el municipio y que en paralelo lleva a cabo la carretera nacional 330, esa que une Alicante con Francia, pasando por Zaragoza.
 
El Turia ha dado más de un susto al pueblo de Libros, sobre todo en el puente de hormigón, ya que en el machón del medio las riadas dejan grandes troncos, que en las crecidas ejercen de presa, provocando pequeños desbordamientos. Unos metros antes, y para cruzar desde el casco urbano a la zona deportiva, de ocio y esparcimiento hay un esbelto puente colgante de hierro, que pintado de verde hace un original contraste con el entorno que lo rodea.
 
Junto a la carretera, hay un olmo rodeado de un banco y una fuente que dan acceso a la plaza mayor del pueblo, presidida por la Iglesia abocada a San Juan Bautista; un templo de estilo neoclásico de principios del siglo XIX, con una esbelta torre a los pies de la nave principal. Las características más destacables de esta torre además de su altura, son el hecho de que tenga un reloj que marque el devenir del tiempo, una techumbre con tejas pintadas, y una bella veleta.
 
 
El día que visitamos Libros, el pueblo estaba lleno, pues era la festividad de la Virgen del Pilar, patrona del municipio, y a la cual le tienen dedicado un pequeño ermitorio al otro lado del río a los pies de la montaña; lugar donde se venera durante todo el año, excepto en los días grandes de las fiestas los cuales tienen a su patrona en la Iglesia.
 
 Ermitorio dedicado a la Virgen del Pilar
La orilla del río opuesta a la carretera, es decir su margen izquierdo, es todo un conglomerado de pequeños huertos, que por la fertilidad de las tierras de aluvión y la facilidad del riego, son verdaderas industrias de hortalizas, tubérculos, etc…
Las gentes de Libros tienen fama de ser buenos hortelanos y no es raro ver a algún agricultor vendiendo alguno de estos frutos a las orillas de la carretera que cruza el pueblo de un extremo a otro. También es famoso por la zona el buen pan y la repostería que se hacen en el horno de Libros, en una angosta calle a espaldas de la Iglesia.
El conjunto del caserío muestra a grandes rasgos las estructuras y edificaciones tradicionales de la zona, estando muy deteriorado en la zona trasera del pueblo, la que da a un pequeño valle encerrado también por grandes roquedales; en esta zona se contemplan viviendas abandonadas y muy dañadas por el paso del tiempo. Rincones que son testigos mudos de lo que fueron los pueblos, y que por ese mal endémico llamado despoblación han ido deviniendo en ruina y abandono.
 
 
Viniendo desde Teruel y antes de llegar a Libros, en la margen izquierda del río y de la carretera nacional 330, se encuentra la denominada Peña del Cid, llamada así por la documentación que asegura la presencia de un importante campamento del guerrero castellano en la zona; no es raro ver a grupos de expertos escaladores trepando por dicho y legendario risco.
 
 Peña del Cid
Así mismo también en el término municipal de Libros, y camino del pueblo de Riodeva, se encuentran los restos de las antiguas minas de azufre, que funcionaron desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX.  Allí se pueden observar las formas de vida por los restos de casas que quedan, hornos, edificios comunales, cuevas habilitadas como casas y una gran ermita en forma de cripta.
El poblado de las minas lo enseñan pidiéndolo en el Ayuntamiento de Libros
Dirección del Ayuntamiento: Paseo del Turia, 58
44132 Libros
Teléfono del Ayuntamiento: 978784001
Fax del Ayuntamiento: 978784001
E-mail del Ayuntamiento: ayuntamientolibros@hotmail.com

 
De igual manera con respecto a este tema, querría nombrar a mi buen amigo Julián Martínez Vilanait, vecino de Torrebaja y conocido popularmente como el francés, que con su gran habilidad y maestría ha restaurado varias de estas cuevas,  y las muestra con gran orgullo y satisfacción.
 
 Julián Martínez (fotografía obtenida del Blog de Alfredo Sánchez Garzón)
Quiero terminar este post bloguero a parte de recomendando la visita a este bello pueblo turolense, dedicándoselo a una libreña de excepción, a la que además quiero mucho; mi buena amiga Elisabeth Millán Gómez.

Elis Millán


jueves, 13 de septiembre de 2012

EN EL CORAZÓN DEL MAESTRAZGO TUROLENSE; El nacimiento del río Pitarque.



 
A finales del mes de agosto y apurando  los últimos  días de asueto y descanso, dos buenos amigos y yo (Lucía, David y el que escribe), decidimos ir de excursión a Pitarque, un pequeño pueblo del maestrazgo turolense, en cuyo término se encuentra el nacimiento del río con su mismo nombre, formando un impresionante cañón de grandes farallones de rocas calizas.
 
El acceso al pueblo se hace por una estrecha y serpeante carretera que desemboca en una plaza que a su vez hace funciones de frontón.
 
 

Los vehículo hay que dejarlos a la entrada a la villa, puesto que la anchura de las calles en general no dan para mucho tráfico rodado, desde ahí de forma continua indicadores de madera van anunciando la ruta a seguir para encaminarte al sendero que se dirige hacia el barranco.
 
 
 
La ruta desde el pueblo de Pitarque hasta el nacimiento del río, tiene unos 6 kilómetros aproximadamente, con algún tramo en pendiente, pero de total facilidad y accesibilidad; se trata de un bello recorrido del que ya hizo mención allá por el año 1779 el humanista y botánico Ignacio Jordán de Asso,  más conocido por su seudónimo como Melchor de Azagra.
 
Cuando apenas llevas recorridos dos kilómetros y el cañón del río comienza a estrecharse, aparece en el camino la ermita de la Virgen de la Peña; un pequeño templo de planta rectangular, originario de finales del siglo XVIII, que asomada al precipicio es un balcón privilegiado a la denominada poza de la Virgen.
 

 
A partir de aquí la vegetación se hace mucho más exuberante, saliendo al paso del  camino toda clase de árboles de ribera, y de bosque mediterráneo; pese a la canícula que caía el día de la visita, el paseo por aquí era agradable y reconfortante; también contribuían a ello los recovecos con musgo y líquenes que aparecen de forma continua, o las varias cascadas que pese a la sequedad del año, se despeñaban con bravura hacia las aguas del río Pitarque, refrescando a los paseantes del sendero.
 

Pero si el follaje del camino impresiona, mucho más lo hace lo abrupto del terreno, con unos roquedales inmensos cuyas paredes están habitadas por una gran colonia de buitres leonados, y que además las formas caprichosas que el viento y la lluvia les han ido confiriendo  a lo largo de los siglos, hace volar a la imaginación en parecidos razonables.
 

 
 












También se observan grandes desprendimientos, e incluso la cutrez de la modernidad, que hace pasar por mitad de este barranco una línea de tensión media, causando un importante impacto visual… 

 Un kilómetro después de la ermita de la Virgen de la Peña, aparece la construcción de una vieja central hidroeléctrica, que producía electricidad aprovechando la fuerza con la que discurrían las aguas del Pitarque; se puso en marcha allá por el año 1923, y proporcionaba electricidad a más de treinta pueblos, desde Utrillas a Villafranca del Cid (Castellón), siendo fundamental esta electricidad para la incipiente industria lanera del Maestrazgo.
La central tiene anexionadas dos curiosas garitas  en las esquinas del camino, luego he podido saber que eran para vigilancia y defensa en los tiempos posteriores a la guerra civil.
Todo este trayecto se va haciendo a media altura con respecto al río, sólo cuando a penas quedan quinientos metros para el nacimiento del río, el sendero se cruza con él en un sencillo puente, para posteriormente sendero y río ir en paralelo bajo unos impresionantes salientes de la roca, donde hace años se construyó una pequeña presa para la retención de las aguas y proporcionar unas fantásticas piscinas naturales.
 


En ese preciso lugar, hay una especie de sumidero en la roca, que las gentes del lugar denominan la chimenea por su apariencia y por el que de normal cae el agua en grandes cantidades; este año en nuestra visita estaba totalmente seco.
 
Unos doscientos metros más adelante, llegamos al lugar donde nace el río, lo hace de forma constante, y pese a la sequía con una caudal considerable; en ese mismo lugar nos comimos nuestros bocadillos e incluso dormimos un poco de siesta. Es el típico lugar al que te gustaría “teletransportarte” en los momentos de tensión, estrés, angustia, etc…
 
Como no podía ser de otra manera, después nos bañamos justo debajo del nacimiento; la temperatura del agua…, fría no lo siguiente, pero el placer de bañarte en un lugar como ese compensaba la destemplanza del líquido elemento.
 
 
 

De regreso hacia el pueblo de Pitarque, unas cabras montesas salieron a despedirnos…
 
Finalmente llegamos al coche un poco cansados, pero más que satisfechos por la excursión realizada, por los parajes conocidos y por el revulsivo que suponía para los sentidos el haber estado todo el día en mitad del paraíso.

Acabo este post haciéndoos una recomendación a la visita de este paraje, ya me contaréis.
 

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