Estos días repasaba ese episodio del
“Cantar del mío Cid”, esa gesta de autor desconocido, escrita según los
estudiosos de la lengua y la literatura entorno al año 1200, y que narra las
aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar, en las que se cuenta que el burgalés había
pasado por Molina y visitado al Alcaide árabe de la villa, un tal Abengalbón,
en su deambular camino de tierras del este.
En concreto el poema relatando el
camino que el Cid hace desde Medinaceli (Soria), con Doña Jimena (su esposa) y
doña Elvira y doña Sol (sus hijas), en dirección a Valencia, indica que:
“Entran todos en Molina, de buenas y
ricas casas.
Allí el moro
Abengalbón ¡qué bien les sirvió sin falta!
De todo
cuanto quisieron, no echaron de menos nada.
Y también
las herraduras quiso él mismo pagarlas.
¡Dios, como honraba él a las dueñas y al
Minaya!.
Al otro día,
de mañana, en seguida a Valencia cabalgaban. El molinés corre con todo,
sirviendo a
todos se afana y de ellos no toma nada.”
Así pues, tras toda esta estrofa, y no siendo la única además en
la que se nombra a Molina y a su “reyezuelo árabe” Albengalbón, queda muestra
clara que, en los albores del nuevo milenio, Molina ya era plaza importante.
(Estamos hablando de las décadas centrales y finales del año 1000).
La duda que me surge tras la lectura es, si la Molina que aparece
en el Cantar, estaba ubicada donde se encuentra en estos momentos, es decir en
las vegas que conforman el río Gallo y el arroyo de la Cava, o estaba en un
promontorio cercano a la población de Rillo de Gallo, y que todo el mundo denomina
Molina la Vieja.
Molina la Vieja, se encuentra sobre un promontorio a escaso
kilómetro y medio del pueblo de Rillo de Gallo, junto al Barranco denominado
del río Viejo, ese en el que se encuentra la Fuente del Cura, unos kilómetros
antes de llegar a las instalaciones que la Consejería de Medio Ambiente de
Castilla la Mancha tiene para la cría y reproducción del cangrejo común de río.
Desde la cima se observa a lo lejos el actual castillo – alcázar de
Molina de Aragón, y así mismo valles y montañas por doquier.
El poblado apenas lo componen una serie de muros, mucho tapial desmochado, y restos de construcciones varias.
En lo alto de la rocha, un aljibe de grandes dimensiones, y lo que parecen ser los restos de un castillo con cimiento en la roca.
Si queréis obtener más y mejor información sobre Molina la Vieja, podéis hacerlo visitando la fantástica página de Rillo de Gallo (http://www.rillo-de-gallo.com).
Para tratar de dar luz a la duda planteada al comienzo del texto, echo mano de lo difundido a lo largo de la historia por los diversos estudiosos de Molina y su comarca.
El médico, historiador y Cronista de la provincia de Guadalajara
don Antonio Herrera Casado, en su obra
de estudio “Heráldica Molinesa”, indicó que a todo el territorio que se le
conoce como la Celtiberia (Aproximadamente las actuales provincias de Soria,
Teruel, Guadalajara, Cuenca, interior de Valencia, y parte de Valladolid,
Segovia y Zaragoza), la cultura romana tardó en llegar, e indica que el
territorio de la actual comarca de Molina, fue conquistada por los romanos allá
por el año 150 antes de Cristo.
Y en relación a ello, el Cronista Herrera Casado, hace mención a
los antiguos historiadores que dicen que Molina fue fundado por los romanos con
el nombre de Manlia, y que ésta fue erigida en lo que hoy conocemos como Molina
la Vieja.
Otros autores como el también médico y humanista del siglo XVI
Francisco Núñez, en su texto: “Archivo de las cosas notables de la villa de
Molina”, que nunca llegó a publicarse, pero del que sabemos gracias al trabajo
de don Diego Sánchez Portocarrero, (Molina
de Aragón, 1607 - Almagro,
26 de octubre de 1666) indica que: en la
sexma del sabinar, muy cerca de Molina pero más aún de Rillo, allí se fundó
antiguamente Molina la Vieja.
Indica así mismo el Licenciado Núñez que, los moros tuvieron que
abandonar súbitamente el poblado, pero que dejaron muchos tesoros escondidos y
que incluso había libros explicando dónde se encontraban los mismos.
En esta obra de la que tanto “bebió” el humanista Sánchez
Portocarrero, hizo mención especial al paso del Cid por Molina, y Núñez venía a
decir que:
“El Cid salió al campo de batalla contra
todos y los venció, prendiendo a muchos y a los otros los puso en huida,
entonces, según cuenta el libro de las Grandezas de España, tomado de otras
historias, dice que fue preso el Rey de Molina (rey árabe), y por rescate se hizo tributario del Cid y
al llegar a Molina envió al Cid un gran presente como su señor. Esto sucedió el
año de 1075, después en el año de 1087, habiendo ganado el Cid Valencia envió
mucha caballería con su sobrino Alvar Fañez Minaya para que llevasen a su mujer
y a sus hijas a Valencia, cuando supo que venían le envió un mensaje al Rey
Abengalbón de Molina para que enviase cien caballeros junto con otros cien que
él enviaba y saliese a recibir a sus hijas
en Medina (la actual Medinaceli), el
cual lo hizo tan cumplida y magníficamente que llevo doscientos caballeros de
los suyos y trajo a todos a Molina donde los hospedó y los proveyó de todo lo
necesario, hasta las herraduras de las cabalgaduras y después con todo aquel
aparato, llevó a Dña. Jimena y sus hijas a su costa hasta ponerlas en presencia
del Cid a tres leguas de Valencia, por lo cual el Cid le dio muchas gracias y
muchos dones”...
Las dudas sobre la ubicación de Molina surgen después, ya que, según
Jerónimo Zurita y Castro, historiador y Cronista Mayor del Reino de Aragón en
el siglo XVI; don Alfonso de Aragón, conocido como el Batallador comienza el
asedio a la Molina árabe en el año 1124, rindiéndose ésta en el año 1129.
Alfonso el Batallador muere en 1134, y se produce un gran enfrentamiento
interno, acerca de quién le tiene que suceder, por lo que las recién
conquistadas tierras de Molina se quedan un tanto descontroladas; pero los
árabes tampoco las recuperan pues tienen miedo a perder otra batalla contra los
cristianos, por lo que durante unos años, las tierras molinesas quedan
prácticamente desiertas, sin gobierno, ni leyes, en una pura anarquía.
Siendo ésta la situación es cuando el Conde de Almerich, o mejor dicho el
Hidalgo don Manrique Pérez de Lara, solicita a la Corona que se le permita
reconstruir Molina y ocupar aquellos territorios para proteger lo conquistado
del “peligro sarraceno”.
Jerónimo Zurita, cuenta en sus relatos del siglo XVI, que la mezquita que
se hallaba en Molina la Vieja generaba gran devoción en la contornada, hasta el
punto que no era extraño que desde la nueva Molina la población sarracena que
convivía en paz con la judía y la cristiana hiciesen romerías hasta la misma.
Y según relata Zurita esto había sido así hasta que Isabel I de Castilla
(Isabel la Católica), asesorada por Fray Tomás de Torquemada y el Cardenal
Cisneros optó por expulsar a todos los árabes del Reino, destruyendo sus
mezquitas.
Al respecto de todo esto, Diego Sánchez Portocarrero, (nacido en Molina en
el año 1607), funcionario del estado e historiador de Molina, en su obra “Antigüedad
del Noble y Muy Leal Señorío de Molina”, indica que: “En el Señorío hay dos Molinas: una despoblada junto al lugar de Rillo,
que llaman la Vieja, porque estuvo allí la Cabeza de este Señorío en tiempos de
los Moros; y otra la que habitamos, adonde después se trasladó esta por cerca
del año 1140, que la pobló el Conde don
Enrique de Lara, Primer señor de Molina, como consta en su Fuero…” .
Así pues, si nos quedaba alguna duda Sánchez Portocarrero de forma clara y
meridiana nos habla de los dos Molina, y de la fundación de la actual Molina en
el margen derecho del río Gallo, ya bajo prelados cristianos.
Así pues y leyendo a los sabios, entiendo que el paso del Cid por estas
tierras allá por las décadas centrales del año 1000, tal y como se relatan en el poema del Mío Cid,
debieron de ser por la denominada Molina la Vieja, y no por la actual Molina.
Ruinas de Molina la Vieja |
Aunque hay elementos en toda esta historia que me siguen despistando, y es
que en el castillo de la actual Molina, quedan restos de una torre albarrana,
es decir de origen árabe, y así mismo muchas de sus cimentaciones, tienen
elementos arquitectónicos meramente árabes, como los sardineles de parte de la
muralla.
Torre albarrana (Castillo Molina de Aragón) |
Sardineles de cimiento bajo la muralla. Castillo de Molina |
También me despista el nombre de Molina, que siempre había leído que venía
de Molino, por los muchos molinos harineros situados en las orillas del río
Gallo; aunque para esto también algunos autores como Pérez Carmona, indica que
Molina no viene de molino, sino de mola o muela, coincidiendo plenamente
entonces con la orografía y forma de Molina la Vieja.
Montículo donde se asienta Molina la Vieja. |
Fuera como fuese, la cosa es que podemos disfrutar de dos Molinas dentro de
la misma comarca, y además podemos viajar con la imaginación para ver cómo fueron
aquellos fastos en honor al Cid y a su familia que según el poema los molineses procesaron.
FINEM.