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lunes, 29 de abril de 2013

UN DÍA DE PRIMAVERA EN MOLINA DE ARAGÓN. (Hasta el 40 de mayo...)

PRIMAVERA

Dice un popular refrán español, que “hasta el 40 de mayo no te quites el sayo”; y como siempre el refranero, basado en el conocimiento adquirido a lo largo de los años y la experiencia no se equivoca; y es que el mismo se fundamenta en lo variable que es la climatología en la primavera, donde es muy posible que en la misma semana se produzcan altas temperaturas, con fuertes aguaceros, descensos o incluso escarchas y nevadas.
Y algo parecido es lo que ha sucedido en los últimos días, donde hemos pasado de unas temperaturas suaves o incluso altas, donde en muchas capitales del sur peninsular se superaron los 30 grados, a un importante descenso térmico, con temperaturas y fenómenos meteorológicos más típicos del mes de enero que de finales de abril.

Si a todo esto le sumas la especial climatología de la comarca del Señorío de Molina-Alto Tajo en la provincia de Guadalajara, lo del “40 de mayo” y la variabilidad climatológica se multiplican por tres…
Pasando el fin de semana en Molina de Aragón, y disfrutando de los cientos de rincones y bellos parajes que contempla esta comarca, en la mañana del domingo 28 de abril, había quedado con una buena amiga, Marta Perruca, para ir a dar un paseo por la vega del Castillo de Zafra, en la falda sur de la Sierra de Caldereros, ya que la abundante agua del final del invierno han proporcionado por estas tierras un intenso manto verde que en las zona de valle y vaguada generan una belleza sin igual; así pues el plan era almorzar bajo las grandes murallas de Zafra, mirando la vega del mismo nombre…
 
 Castillo de Zafra (Señorío de Molina)
Pero a eso de las ocho de la mañana mi madre acudió a la habitación para decirme: “Óscar hijo mío, está todo blanco y sigue nevando…”; de repente todo el sueño que aún tenía previsto descargar en el catre hasta al menos las nueve y media o diez desapareció, y casi cayéndome de la cama ante tanto ímpetu reflejo, fui corriendo hasta la terraza para impresionado flipar con la que estaba cayendo.
 
 Panorámica de Molina nevando
Y es que desde niño los días de nieve me han parecido extraordinarios, todo cambia, el paisaje, la sensación, la luminosidad, incluso el aroma del aire.
Ver nevar es uno de los placeres que da la naturaleza, como ver la llama de fuego de una chimenea, el agua correr de un río, o el romper de las olas del mar. Cuando nieva ves a tu alrededor cantidad de movimiento, pero ni un solo sonido.
Así pues llamé a Marta y le propuse cambio de planes, irnos al barranco de la Hoz, y subir al mirador que hay sobre el ermitorio de la Virgen del mismo nombre.
Antes de salir camino de la hoz río Gallo abajo, di un paseo por Molina, que con la nieve aún ensalzaba más si cabe la belleza de sus monumentos; así pude ver al pobre Giraldo, uno de los más insignes molineses que tenía todo su rostro y costado nevado, el puente viejo, los castillos, o el monumento a la Virgen Inmaculada que desde el Cerro de Santa Lucía “preside” las alturas de la villa.
 
 
  
 

Poco después nos dirigimos al Barranco de la Hoz, la temperatura era de menos dos grados, pero el recién almuerzo ingerido, la abundante ropa, y la emoción de ver nevar en plena primavera, conllevaba a no notar el frío.
 
 Barranco de la Hoz
Y así arribamos al barranco de la Hoz; un barranco que a lo largo de miles de años, el río Gallo ha ido tallando con laboriosidad, tajando los grandes roquedales y convirtiendo el paraje en un revulsivo para los sentidos.
La ermita de la Virgen de la Hoz estaba tranquila; la lejanía de puentes festivos, la climatología y el final de mes…; hacían que la ausencia de personal fuera absoluta.

 
 Ermita Virgen de la Hoz

Así pues tras aparcar el coche y contemplar el lugar, comenzamos a subir por la agosta y tortuosa senda que sube hasta los miradores y cuevas en lo alto del cañón.

 
 Marta Perruca y el menda

La senda tiene un fuerte desnivel, pero toda ella está muy bien acondicionada; uno de los primeros trabajos de hierro y forja que hizo mi padre al llegar a vivir la población de Molina (mi padre es herrero), fueron los pilares, silgas y barandillas que acompañan toda la senda.
Curiosidades familiares a parte, la senda hay que tomársela con cierta calma, además de para descansar del repecho, para poder disfrutar de los cientos de detalles que conforme se va ascendiendo se observan de todo el barranco, o incluso del edifico de la emita, hospedería, etc…

 
  

El viento arreciaba conforme íbamos subiendo lo que sobre todo en el primero de los miradores, hacían un poco incómodo la visión de los precipicios, ya que hielo, viento  y nieve no son buenos aliados para estas lides…

 

 

 
  

En la cueva que hay prácticamente en la última cornisa del cañón, nos encontramos con una pareja provenientes del pueblo de Alovera, (Guadalajara);  los cuales nos mostraron la emoción que sentían al ver un paraje tan precioso; y es que los molineses tenemos tan visto el barranco de la Hoz, que desde luego sintiéndonos muy orgullosos del mismo, ya estamos acostumbrados a una belleza tal, que deja perplejos a los visitantes.
Por fin arribamos a la cima del barranco, al último mirador…; qué deciros del momento; Marta y yo nos mirábamos sobrecogidos ante el espectáculo que estamos viendo; la naturaleza en plena efervescencia, todo el barranco en silencio, nevando copiosamente, con el único rumor de las aguas del río Gallo que tras tanta lluvia iban un poco crecidas, y el cantar de aves diversas que en estos momentos no sabría identificar.

 

Los pinos rodenos de la zona doblaban sus ramas como reverenciándose ante el clima, por el peso de la nieve que en esos momentos ya comenzaba a ser espesa.

 
 

Retomamos el camino de nuevo sendero abajo, para acabar tomando un refrigerio en la Hospedería de la Virgen de la Hoz, calentando nuestras manos y pies junto al intenso fuego de la chimenea, y sin dejar de mirar por la ventana, el espectáculo que la primavera estaba dando.

 
 

A las seis de la tarde salí de Molina regreso de Valencia, la ciudad donde resido, con la  memoria intacta de todo lo que había contemplado, y comprobando que aunque pasen los años, el fenómeno de la nieve me sigue emocionando.
Cuando me iba seguía nevando, y parece ser que hoy lo sigue haciendo… y es que la primavera y Molina son así. 

 







viernes, 15 de febrero de 2013

Pájaros y más pájaros en los cielos de Valencia.






Desde luego no es algo nuevo en la ciudad de Valencia, pero tal vez porque he coincidido en los horarios, o porque al apreciarlo la primera vez he puesto más ahínco en su observación, me he quedado más que sorprendido de la cantidad de pájaros que pueblan algunas plazas, parques, jardines o árboles solitarios en la ciudad de Valencia.
Y es que las suaves temperaturas del actual invierno, y la cercanía de la ciudad de Valencia con respecto a la huerta, y a la propia Albufera hacen el resto, para que la capital del Turia sea un hábitat cómodo y agradable, para la que se considera una de las especies invasoras más dañinas del planeta.

Albufera de Valencia
Me estoy refiriendo a los estorninos; (Sturnus vulgaris), un pequeño pájaro de plumaje negro con reflejos verdes, morados y pintas blancas, pico cónico y patas rojizas, que tiene un montón de cualidades singulares que desde luego les denota cierta peculiaridad.
 
Una de ellas es que viven en bandadas; de hecho nunca las abandonan y siempre van juntos a todos los sitios; todo lo hacen juntos, a las mismas horas; en un momento concreto salen de los sitios donde duermen, vuelan en una dirección, en otra, vuelven al nido, etc… de hecho ver sus juegos voladores en el aire son todo un espectáculo visual, convirtiendo en verdaderas nubes de pájaros que recuerda en parte  a la película “Pájaros” de Alfred Hitchcock.
Se alimentan siempre en el suelo, comiendo pequeños insectos, lombrices, gusanos, semillas,  etc...; así como restos de comida; hecho éste que les permita vivir sin problemas en zonas urbanas.
Porque además para dormir no suelen tener problemas, aprovechan cornisas, puentes, y sobre todo grandes árboles solitarios, o conjuntos de copas arbóreas de parques, jardines bulevares, etc…
Otra peculiaridad de los estorninos es que son capaces de imitar los sonidos de su entorno, e incluso de aprenderlos.
Es verdaderamente impresionante observarlos sobre todo a última hora de la tarde, cuando se inicia el ocaso de luz solar; los cuales  pueblan las azoteas, antenas y cableados próximos a sus dormideros, y de repente todos a una, y como si en respuesta a una llamada se tratase salen raudos en dirección a estos lugares de cría y descanso.
 

Suelen criar una media de cinco pollos por temporada, esto unido a su condición gregaria lo convierten en todo un problema para los vecinos de las zonas donde duermen y crían, por la algarabía que provocan, y por los efectos de sus excrementos.
Otro inconveniente es que desplazan a las aves autóctonas, en el caso de la ciudad de Valencia palomas y gorriones (estos últimos protegidos legalmente).
Aunque no todo son problemas, ya que gracias a su alimentación acaban con plagas de insectos, invertebrados, incluso restos de basura orgánica arrojada por los humanos.
Fuera como fuese es un verdadero espectáculo observar cada tarde la forma tan curiosa con la que acaban su jornada diurna; en el caso de Valencia, les queda poco tiempo de estar tranquilos, el uno de marzo comienzan las “mascletaes” y en breve las fiestas falleras, donde  el continuo estruendo de los artificios pirotécnicos obligarán a nuestros visitantes de invierno a huir camino  de lugares más tranquilos.

Eso significará que la primavera ya está aquí… aunque este año al menos a Valencia el invierno aún no ha llegado.

jueves, 10 de enero de 2013

A PROPÓSITO DEL TIEMPO QUE HARÁ... Observando las pistas que nos da la naturaleza.




Ayer por la tarde estaba estudiando en mi cuarto, cuando al mirar por la ventana observé a decenas de pájaros…; eran centenares de estorninos que revoloteaban entre los cableados de las azoteas haciendo toda clase de filigranas, de igual manera comprobé que muchos de ellos se agolpaban en las antenas de los edificios más altos como si estuviesen celebrando una reunión…
 
 
 
 
Me acordé de aquel poema de Antonio Machado: “A orillas del Duero”, en el que describiendo a la ribera del río Duero a su paso por la ciudad de Soria en el mes de mayo de aquel lejano 1907, Machado destacaba: “se ha asomado una cigüeña… ya las golondrinas chillan”.
 
 Río Duero a su paso por Soria
El problema de vivir en la gran ciudad, es que a grandes rasgos pocas veces nos paramos a observar y escuchar las pistas que nos da la naturaleza, basándonos en una fecha marcada en el calendario para la arribada del verano, el invierno, la primavera o el otoño, cogiéndonos por sorpresa la verdadera arribada de éstas.
Cuando era pequeño, un señor muy mayor de mi pueblo, me contaba todos los días cuando iba para el colegio, el tiempo que íbamos a tener; lo hacía en base a su reúma… y también en base a la observación del entorno: nubes o no, viento y su dirección, animales, e incluso vegetación… hay flores que cuando hay exceso de humedad en el aire se cierran, a continuación es muy probable que haya precipitaciones.
 
 Mañana de otoño en Torrebaja (Rincón de Ademuz)
Sin lugar a dudas el revolotear incesante de los pájaros en la tarde de ayer, y su agrupamiento  significaban algo. Siempre me habían dicho que cuando había muchos pájaros juntos sobre un cable era sinónimo de frío…
 
 Fría noche estrellada en Molina de Aragón
Si bien es cierto que yo he sido testigo muchas veces del paso de las grullas desde la laguna de Gallocanta en Zaragoza, por los cielos de la comarca de Molina de Aragón (Guadalajara), hacia las tierras cálidas de Andalucía, y más concretamente hacia las marismas de Doñana, entre Cádiz  y Huelva; a los pocos días o incluso horas del paso de las grullas, se ha producido un brusco descenso de las temperaturas.
 

Grullas a su paso por Molina de Aragón

De igual manera me gusta observar en los árboles y arbustos de hoja caduca, cómo estos van evolucionando en cada estación, y también en cada lugar… por ejemplo la salida de las hojas de los chopos en el Rincón de Ademuz con respecto a la ciudad de Valencia, oscila en casi treinta días, y cuarenta si hablamos de la comarca del Señorío de Molina (lugares en los que hago esta observación habitualmente); de igual manera para la pérdida de las mismas, en Molina de Aragón casi mes y medio antes que en Valencia, y un mes antes en el Rincón de Ademuz.
 
 Bosque de ribera en Molina de Aragón
 
 Bosque de ribera en el Rincón de Ademuz
La cuestión, y es la verdadera moraleja de esta entrada bloguera, es mi consejo de que pese al estrés, el devenir cotidiano, y el vivir en una gran ciudad, intentad ser testigos de todas estas cosas, que desde luego nos reconcilian con esa gran casa que es nuestro planeta; nada más hermoso que poder ver un amanecer o un atardecer, que también por los colores, textura del cielo, brisa, etc… nos anuncian el tiempo que hará en las horas siguientes.
 
 Anochece en Valencia
 
 Arcoiris y tormenta en Valencia
Seguimos en contacto observadores.

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     El genial cantautor Ismael Serrano, en su canción “tierna y dulce historia de amor”, afirma eso de que “como todas las histori...