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domingo, 24 de mayo de 2020

Un paseo por Teroleja en el Señorío de Molina.


Teroleja

Corría el siglo doce, las guerras eran la tónica general en el territorio peninsular, unas destinadas a derrocar a los que procesaban una religión distinta, y otras dentro de cada bando, simplemente para ostentar el poder.

En castilla reinaba Alfonso VIII, y en la ciudad de Cuenca todavía musulmana, Yacub Yusuf; ambos habían firmado una tregua de siete años, ya que el continuo enfrentamiento por cuestiones de territorio y religión estaban suponiendo una sangría poblacional y económica.



Pero según han contado las crónicas, los conquenses se saltaron dicha tregua y junto a tropas sarracenas de Alarcón y Moya, cometieron algaradas varias en tierras cristianas de Uclés, Huete, etc…

 
Tras esta situación Alfonso VIII, pidió ayuda a los nobles de la época para que aportasen recursos económicos y ejércitos; de igual manera pidió ayuda a otros reinos cristianos.

 
El Señor de Molina, don Manrique de Lara, mandó a un nutrido grupo de soldados  del recién creado Señorío de Molina, los cuales se pusieron al servicio del hermano del Señor de Molina, el Conde don Nuño Pérez de Lara.
 
Aquellos soldados salieron de la villa que entonces se llamaba Molina de los Caballeros (en 1369 se cambió el “apellido” por de Aragón), por la puerta del río Gallo en dirección a la ciudad de Cuenca, por los caminos que más o menos ahora conforma la carretera autonómica de Castilla la Mancha 210; la historia dice que para el 6 de enero de 1177 las tropas cristinas cercaron y aislaron la ciudad de Cuenca, y que ésta cayó en manos cristianas en septiembre de ese mismo año. 

murallas de Cuenca
A unos 5 kilómetros de Molina en el margen derecho de este camino hacia Cuenca, allá por el siglo XII, es decir al poco de la conquista anteriormente mencionada, se conformó una pequeña población en la falda oriental de una ladera, en lo alto se construyó una ermita de estilo románico y así surgió la pequeña población de Teroleja.

 
La carretera serpenteante entre campos de labor, atraviesa las pequeñas vegas a las cuales se asoma el caserío de la población.
Una vez llegas a la misma, esta carretera sube hasta una gran explanada que hace las funciones de plaza. 

 
 
 
En este lugar hay una mezcla muy heterogénea de estilos arquitectónicos, un ayuntamiento de reciente planta (año 2002), con placa relatando la efeméride, y dejando para la posteridad el nombre del Alcalde y Secretario que llevaron adelante esta construcción y proyecto.

 
 
Parece ser que en ese mismo lugar ya se encontraba anteriormente a estas obras, el edificio que hacía las funciones de Ayuntamiento, escuela y casa del maestro; en relación a esto el político progresista el siglo XIX Pacual Madoz, en 1849 decía de Teroleja que: “la casa consistorial que sirve de cárcel; escuela de instrucción primaria, a cargo de un maestro sin más dotación que las retribuciones de los pocos discípulos que asisten”

 
 
 
 
Junto al Ayuntamiento y subiendo un poco más la ladera, encontramos la joya arquitectónica del pueblo, una pequeña iglesia advocada a la Asunción de la Virgen, de orígenes remotos, coincidentes con la constitución del Señorío de Molina y la repoblación cristiana. 

 
De hecho, las trazas románicas se vislumbran por doquier, aunque parece ser que allá por el siglo XVII se hicieron grandes reformas, como el muro exterior y un arco de acceso a un gran patio; pero aun así, su construcción actual puede darnos una idea de cómo fueron la primeras iglesias construidas en el Señorío de Molina tras la conformación del mismo.
 
 
 
La puerta de la Iglesia está orientada hacia el sur, y al poniente tiene una torre de no muy grandes dimensiones, con dos campanas, cuyos badajos ahora mudos por la falta de población, habrán sido los anunciadores al mundo de los diversos acontecimientos de la población.

 
 
 
Detrás de la iglesia y subiendo un poco más la colina en la que se asienta Teroleja, llegamos al paraje que los lugareños denominan Alto de la Torre. 


Allí se encuentra el depósito del agua, que está muy bien mimetizado cubierto de piedra, un viejo transformador de electricidad y las viejas piedras planas en el suelo, las cuales suponían una perfecta superficie para trillar y ablentar las mieses.
 
Desde aquí las vistas son cuantiosas, se observan los campos de labor, los inmensos pinares cuyo final en el horizonte no si vislumbran.
También los pueblos vecinos; al otro lado de la vega del río Gallo; Corduente, del cual Teroleja depende administrativamente como entidad menor.
 
Así mismo el castillo dedicado al niño mártir San Justito, cuya evolución de la lengua a caballo entre el latín y el castellano ha dejado en Santiuste.

 
El denominado cerro de la Señorita (una de las cimas de la comarca molinesa), en el término municipal de Aragoncillo.

 
Terraza, cuyo nombre parece ser deriva de terraz vasija o tierra fuerte, y cuya fuente es famosa por la calidad de sus aguas.

 
 
Desde aquí también se aprecian los tejados de la población, en los que me llama la atención que muchos de ellos están coronados con veletas que marcan la dirección del viento; alguna de estas veletas claramente dedicadas a las labores de la zona, como la caza, o la agricultura.

 

 

 


Estoy seguro que al viento que más temen los pobladores, es ese que viene del norte al cual por estos lares llamamos Cierzo.

 
 
 
Retrocediendo en mis pasos, desciendo la ladera del cerro, para visitar la zona del barrio de la fuente, la cual lleva proporcionando agua al vecindario desde el año 1904, como indica una inscripción en el propio frontón de la misma.

 
 
 
Su actual ubicación es relativamente reciente, ya que estaba como en mitad de la calle donde se encuentra, pero con la arribada hasta el pueblo de las grandes maquinarias de agricultura, cosechadores y tractores, ésta molestaba lo que conllevó a desplazarla a la orilla donde se encuentra ahora.

 
Además de pinares, en la zona no dedicada a la agricultura, también hay quejigos, encinas y sabinas; pues bien de estas últimas, además de su madera, a lo largo de la historia en la comarca de Molina, se utilizaba su ramaje y tupida hoja para construir los tejados de chozas y parideras.  Y también en Teroleja como la materia prima la tenían cerca existen chozones de la barda.

 
 
En lo relativo a la historia del Señorío de Molina, pocos datos he podido averiguar acerca de Teroleja, aunque si aparecen noticias en lo relativo a lo siguiente: tras la muerte de doña Blanca de Molina (quinta Señora de Molina), heredó el Señorío su hermana, doña María de Molina que estaba casada con el Rey de Castilla Sancho IV, por lo que el Señorío dejó de ser independiente para ser una parte más de Castilla; pues bien en un momento dado uno de sus reyes, en concreto Enrique de Trastámara (conocido como Enrique II), cede el Señorío a un noble que le había ayudado en sus intrigas para asesinar a su propio hermano, este noble de nombre Beltrán de Guesclín, era de origen francés, lo que conlleva que los molineses se revelen ante el hecho de no querer estar bajo el mando de un francés; dicen las crónicas que el Alcaide de Molina, don García de Vera espetó: “Más derechos tiene sobre Molina el Rey Aragonés , que un extranjero advenedizo y traidor como de Guesclin.” Así pues, el Señorío de Molina se pasó al reino de Aragón, (corría el año 1369); bajo el cual estuvo casi seis años, y de ahí el apellido de la capital molinesa, Molina de Aragón.
 
Pues bien, en ese mismo año de 1369 el Rey de Aragón Pedro IV en gratitud por su lealtad dona al Alcaide de Molina García de Vera varios lugares del Señorío en concreto Castilnuevo, Checa, Valhermoso y Teroleja.

 
 
 
 
 
 
Teroleja desde sus inicios ha sido un pueblo pequeño, cuya población nunca fue muy abundante, en el censo del padrón del año 2017 figuran once habitantes, en el año 1950 lo habitaban ciento cincuenta… Cosas de ese gran problema que fue el éxodo rural y que ha dado lugar a la llamada España vaciada.

 
La cosa fuera como fuese es que Teroleja, rezuma sencillez, paz y armonía. Ideal para escaparte a pasear bajo la mocha torre de su iglesia, respirar el fino aire que siempre azota en la era del alto de la torre, beber el agua de su decimonónica fuente, o pasear entre los campos de labor que a lo largo de los siglos han modelado sus moradores.
Si pasáis por Teroleja ya me contaréis. FINEM.



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