domingo, 27 de enero de 2019

Molina y sus tierras, más de quinientos años con privilegio papal.


 


     Corría el año 1475, y ese 11 de diciembre la noble familia italiana de los Médici estaban de enhorabuena, en Florencia, había llegado al mundo un barón al que llamaron Giovanni di Lorenzo, el cual iba a ser el Papa número doscientos diecisiete de la Iglesia Católica, cambiando su nombre por el de  León X.


Papa León X (www.eslobidka)

     León X, es conocido en Molina, por ser el que firma y autoriza el privilegio para que en la víspera del ocho de diciembre los molineses tengamos nuestra particular Nochebuena, esa que celebramos con una gran fogata en el cerro de Santa Lucía, una suculenta cena en familia, misa mayor en la media noche, y sobre todo el reencuentro de todos los hijos de Molina, pues ese día pocos faltan a la cita.

 
     Pero la pregunta es, ¿cómo supo León X, de la devoción de Molina hacia la Inmaculada, incluso cómo supo del existir de Molina?... 

 
     Para contestar a estas cuestiones, debemos de remontarnos al nacimiento del propio Señorío de Molina, y es que tras la conquista a los árabes de los vastos terrenos que hoy conforman la comarca de Molina y el Alto Tajo por las tropas del Rey aragonés Alfonso I el Batallador.



     La cosa en un primer momento no fue fácil, ya que aunque la batalla a los árabes la ganan los aragoneses, son los castellanos lo que repueblan esta tierras, litigando pues ambos reinos por la titularidad de las recién tierras conquistadas.
 
     Ante la tal situación es Manrique Pérez de Lara, noble y con gran influencia en ambos reinos, el que consigue calmar los ánimos belicosos de ambos reinos, con la propuesta de constituir un Señorío independiente de ambos, pero a la vez, leal y amigo; propuesta que convence a ambos reinos, constituyéndose el Señorío de Molina en el año 1.138.  

 
Al ser un territorio recién conquistado, y el cual aunque se ha repoblado con católicos hay que extender la palabra de Dios, de Lara, entiende que debe constituir un cabildo eclesiástico, el cual reuniera a todos los sacerdotes y personal dedicado a la evangelización; y cuya función primordial sería la de celebrar de liturgias ya no sólo en la ciudad de Molina, sino en todos los pueblos y villas de territorio, y así mismo extender la palabra del evangelio.

 
     Para constituir y dirigir este cabildo Pérez de Lara duda entre varios nombres, y es su esposa doña Ermesenda de Narbona la que da con la solución, su propio confesor, el clérigo francés Don Juan de Sardón; cuyo retrato está sobre la puerta principal de la iglesia Santa María la Mayor de San Gil.

 
 
     El cabildo eclesiástico o de clérigos cuyo símbolo son las azucenas, de ahí que en el cuadro un ángel porte un ramito de estas flores, lo componían clérigos y religiosos nacidos en las tierras de Molina, solamente el Arcipreste podía ser extranjero, de ahí que el fundador fuese francés.

 

     La sede del Cabildo se encontraba en la Iglesia de San Martín, lugar dónde recientemente se han encontrado restos de una lápida, en la que parece ser indicaba el lugar de enterramiento del tal don Juan de Sardón.

 

    La Patrona del Cabildo desde sus orígenes fue la Inmaculada Concepción, de ahí que si los encargados de predicar la palabra del Dios Católico, tenían de patrona a la Inmaculada Concepción, su devoción también fuese trasladada al pueblo llano, la cual a lo largo de los años fue creciendo.
 
Así pues, el Cabildo de clérigos remitió al Vaticano, una carta en la que explicaban la gran devoción a la Inmaculada Concepción que se rendía a lo largo y ancho de las tierras de Molina, lo que llevó al Pontífice León X, a que en el año 1518, concediese un privilegio especial a la ciudad de Molina para oficiar una misa capitular, presidida por la totalidad del cabildo en la media noche de la víspera de la festividad de la Inmaculada, “in nocte ante festum” (la noche antes de la fiesta).

 
         Privilegio que no solamente tiene Molina, ya que también lo tiene la localidad murciana de Mula, y el propio Vaticano.

 
         En 1851 España suscribe un concordato con la Santa Sede, en la que se suprimen los cabildos, esto hace que el privilegio concedido  por León X en 1518 al Cabildo de Molina , desaparezca, puesto que si el privilegio es para el Cabildo y éste ha desaparecido, pues tampoco hay privilegio; ante esta situación  los molineses , deciden escribir de nuevo a Roma, para recordar el privilegio que habían venido disfrutando durante más de tres siglos, y que pretendían seguir teniendo, así pues es el Párroco de la Iglesia Santa María la Mayor de San Gil, de nombre Melchor Gaona, el cual en el año 1883, solicita de nuevo la renovación de dicho privilegio.

 
    Privilegio que de nuevo ser firma a favor esta vez ya no del Cabildo, sino de la Parroquia de San Gil, por el Papa León XIII, en el 14 de diciembre del año 1883.

 
    Siguiendo con las fechas, y los acuerdos, indicar que en el año 1854, la Iglesia Católica aprueba lo que se denominó el dogma de la Inmaculada Concepción, el cual vino a decir que la Virgen María estuvo libre del pecado original, y que se quedó en cinta siendo virgen...; fuera como fuese en el año 1954 por el centenario de esta efeméride,  la ciudad de Molina erigió un monumento dedicado a la Inmaculada Concepción de María, que se puso en lo alto del conocido como Cerro de Santa Lucía, mirando a la villa, como invocando su protección, y que es el lugar en el que desde entonces  en la tarde del día 7 de diciembre se hace una gran fogata que se ve prácticamente desde toda la población.

 
 
 
     Y así y de esta manera, han ido pasando los lustros, las décadas e incluso los siglos, para que el pasado 7 de diciembre del año 2018, se cumpliese el quinientos aniversario del privilegio concedido por aquel Papa florentino; por este motivo, un grupo de personas de forma altruista y con la intención de acercar la historia a la ciudadanía, han hecho una magnífica exposición visitada por miles de personas a lo largo del todo el año 2018 y que aún sigue abierta, en la gran desconocida Iglesia de San Pedro, y buscando patrocinadores, haciendo loterías, etc…, erigieron una escultura de la Inmaculada Concepción para rellenar la hornacina de la puerta lateral de la Iglesia de San Gil, poniendo el broche de  oro a la fiesta con unos ramilletes de fuegos artificiales disparados desde alto del cerro de Santa Lucía.

 

 

 
En el presente 2019, ya harán quinientos un años.
FINEM

 

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