lunes, 26 de diciembre de 2016

Hablamos de la Fábrica de Armas de Corduente. (Los quintos Altos hornos del país).




En la primera mitad del siglo XVII, España tenía un enfrentamiento continuo con la vecina Francia, pugnas que se recrudecieron con el nombramiento como Primer Ministro del Rey Luis XIII de Francia del Cardenal Richelieu.
Así pues, las necesidades armamentísticas de los ejércitos del Rey de España Felipe IV eran importantes, de ahí que en esas décadas se construyesen varias fábricas de balística y armamento.


 
El problema fundamental, es que nuestro país en esos tiempos era inminentemente agrario, y apenas sabía sobre industria y fundiciones, de ahí que Felipe IV, tuviese que  aprovecharse de la pericia de sus súbditos flamencos (de Flandes); y más concretamente  de Jorge de Bande, que sería el empresario que se encargaría de poner en marcha dos grandes altos hornos en Santander, y la de buscar idóneas ubicaciones donde instalar nuevas fábricas de armas.

Felipe IV wikipedia.
Así pues,  Bande se puso a la obra de buscar lugares propicios para instalar la industria, lo fundamental para la ubicación era que  tuviese cerca la materia prima, que no estuviese excesivamente lejos del frente de batalla, y que además hubiese masa forestal y cursos hídricos.

 
 

Tras pensar en varias zonas, finalmente se decanta por las tierras del antiguo Señorío de Molina; y la razón principal que le hace pensar en estas tierras, tiene que ver por la gran veta de hierro  que guardan las entrañas de Sierra Menera;

 junto a las poblaciones de Setiles y Tordesilos; aunque también tuvo que ver en la decisión,  la abundancia de agua de los ríos y arroyos, y la inmensidad de arbolado, sobre todo encinas y robles que en aquella época cubrían la plena totalidad de la comarca.

 

Así pues, tras los pertinentes estudios, el empresario e ingeniero flamenco, hace la propuesta de instalar por las tierras de Molina esta fábrica, dejando en 1639 el proyecto a la Junta de Ejecución, presidida por el valido del Rey el Conde Duque de Olivares, el cual junto a cinco oficiales más, aprueban la propuesta hecha por Jorge de Bande.

 

Y éste decide instalar la fábrica, junto a una vieja herrería entre las poblaciones de Corduente y Ventosa, muy próximo ya al margen derecho del río Gallo.

 
 

La herrería era de don Pedro Garcés de Marcilla (noble de Molina), y pariente directo de Diego de Marcilla, protagonista junto a Isabel de la historia de los Amantes de Teruel.

Plaza Mayor de Corduente

 
Iglesia de Corduente

Así mismo el Estado compró una gran heredad de tierra, repleta de grandiosos pinos en la población de Orea, para el caso de que se necesitase combustible extra para la fundición del hierro.
Tras estas adquisiciones en el verano de 1940, llegan hasta Corduente, canteros, carpinteros y herreros provenientes de Santander; encargados de mantener los altos hornos de aquella ciudad, y a los que se les encomienda la construcción de la fábrica de armas.

 
En esos momentos se estudia todo lo relativo a la producción; primero en lo relativo a la obtención del hierro; en la que los expertos en la materia, indicaron que las cuatro minas de Sierra Menera, al máximo rendimiento podrían conseguir unas dos mil toneladas de mena; que luego se transformarían en trescientas de hierro.

Minas de Setiles. Foto del Partido Comunista de Castilla la Mancha.

Posteriormente se hizo el estudio relativo al transporte de ese hierro hasta Corduente; indicándose que se haría a través de un servicio de mulos y caballos percherones, capaces de llevar sobre sus lomos hasta noventa kilos.
 La distancia era de unos treinta y cinco kilómetros, lo que suponía toda una jornada en el transporte, y otra de vuelta.

Así mismo se estimó que con los bosques comprados en Orea y los que circundan al pueblo de Corduente, se podía obtener carbón suficiente para mantener la fábrica en activo al menos cincuenta años, estimando que para cada cien toneladas de fundición obtenidas, precisan de doscientas cincuentas hectáreas de bosque talado.

 
Mientras se hacían estos estudios, los canteros, albañiles, herreros, carpinteros, etc… iban llevando a cabo las obras de construcción, de la fábrica, que duró apenas seis meses.

 
Así mismo se hizo un pequeño canal desde el arroyo Molinillo, para abastecer del líquido elemento a toda la instalación fabril.
La fábrica era fácilmente visible desde lejos, sobre todo por su gran torre cónica de casi nueve metros de altura, y color rojizo.

 

Con todo ello la Real Fábrica de Armas de Corduente, que es como se denominaba, se convirtió en el quinto alto horno de la historia de España, con la peculiaridad de estar instalada en el interior, alejado del mar, como lo habían estado los anteriores hasta el momento.

 

Pero una vez terminada toda la instalación, la Hacienda Real no puede hacer frente a los costes de abrirla; aunque las necesidades armamentísticas juegan a favor de su apertura, por lo que interviene en el asunto el propio Felipe IV, decretando que se pagasen 46 reales por cada quintal de balas.
Así pues, la Real Fábrica de Armas de Corduente comienza a funcionar en 1641; aunque de nuevo la realidad, hizo al poco tiempo cambiar las intenciones fabriles, y es que España en ese momento carece de técnicos cualificados para fabricar cañones…; por lo que toda la actividad se centra en la fabricación de munición para piezas de artillería.

 
La primera entrega de munición procedente de la fábrica de Corduente, se produce el 13 de julio de 1642.
La inauguración de la fábrica supuso todo un revulsivo económico en la zona, por la gran cantidad de personas a las que se les dio trabajo, pero también a nivel estratégico puso a la comarca en el mapa; de hecho y con motivo de la fundación de esta fábrica, el Rey Felipe IV, acudió hasta la zona, instalando la Corte en la población de Molina.

 
 Corte que estuvo en la capital del río Gallo desde el día 29 de junio, hasta el 21 de julio.

 

En esos días, ocurrieron sucesos de gran trascendencia, como por ejemplo el intento de asesinato junto al puente románico al valido del Rey, el Conde duque de Olivares; o las visitas por sorpresa que el Rey efectuaba a las poblaciones de la contornada.

 

También el monarca se desplazó hasta la fábrica, para observar por sus propios ojos, la actividad siderúrgica que allí se estaba llevando a cabo.
Desde la fábrica hasta los campos de batalla la artillería se trasladaba en carros de caballerías, cuyos carreteros eran mayoritariamente oriundos del pueblo de Alustante.

Y así mejor que peor, fue funcionando la fábrica de Corduente, hasta que en 1694 en plena Cordillera Pirenaica se creó una nueva fábrica, con maquinaria moderna, y asistida por expertos alemanes, lo que supuso un lento languidecimiento en la actividad fabril de Corduente, ya que la financiación cada vez era menor, y las deficiencias técnicas harían el resto. Cerrando al poco tiempo y perdurando únicamente la antigua herrería de los Garcés de Marcilla.

 
La fábrica con el tiempo fue desmantelada, desapareciendo sus vestigios, y siendo hoy un simple recuerdo de lo que fue toda una relevante efeméride en las tierras del antiguo Señorío de Molina. FINEM.

 

jueves, 8 de diciembre de 2016

¿Por qué al carrusel de "caballitos" se les llama Tío Vivo?




Recuerdo cuando era pequeño que, atisbabas que las fiestas patronales estaban cerca, cuando en las zonas próximas al río, se asentaban los primeros feriantes.
Los cachivaches, rulots y furgonetas lo rodeaban todo, para de pronto instalar atracciones dispares.
Con las primeras piezas, surgían las discusiones, en torno a qué era todo aquel conglomerado de hierros y bombillas, o a que efectos producirían aquellos rieles, o ganchos en suspensión.

Lo que nunca generaba ninguna duda, era la atracción que primero se instalaba, y que es aquella en la que todos nos hemos iniciado en el mundo de las ferias y atracciones; me estoy refiriendo a los caballitos, también conocidos popularmente como tío vivo.
Mi pueblo, Molina de Aragón, con apenas 3.500 habitantes, nunca ha sido de tener gran conjunto de atracciones con motivo de las fiestas patronales; pero sus cuatro o cinco atracciones nunca han faltado en los primeros días de septiembre.
Recuerdo perfectamente el hecho de hacer cola con los amigos, y la de salir corriendo hacia los distintos artilugios que había, en cuanto sonaba la ensordecedora sirena.
Si hablamos de los “caballitos”, donde los camiones de bomberos con campanas lo imperaban todo, y unos caballos que subían y bajaban eran los más demandados, recuerdo perfectamente que mis favoritos eran los columpios que, con la inercia de las vueltas, se inclinaban sobre el aire, dando rienda suelta a miles de juegos e imaginaciones, y también como no a trastadas, como escupir a los que iban en los columpios de atrás…

 

Parece ser que los primeros “caballitos” instalados en nuestro país, fueron allá por el año 1812, el año de la “pepa”; cuando el Ayuntamiento de Vitoria en lo que era la zona de esparcimiento de la ciudad, y que apenas llevaba inaugurada unos años, el paseo del Espolón, permitió a un francés de nombre Sebastiani, la instalación de “un circo con cuatro caballos de madera, movidos por unos engranajes y una rueda”.

 

Pero, y esta es la cuestión, ¿por qué a una instalación en forma de carrusel, se le denominó tío vivo?
Para esta cuestión tenemos que acudir al Madrid de mediados del siglo XIX; en lo que hoy es el Paseo de las Delicias, un señor llamado Esteban Fernández regentaba un populoso carrusel de caballitos que a lo largo del año servía de mini parque de atracciones para los niños y niñas de la capital.

 

Corría el año 1834, y la regente María Cristina, viuda de Fernando VII, y madre de la futura Isabel II, se veía obligada a hacer toda clase de vericuetos políticos para ganarse el favor de los liberales, frente a los conservadores que apoyaban la idea de Carlos María de Isidro (hermano de Fernando VII), el cual pretendía el trono para él, no reconociendo la Pragmática Sanción que permitía derogar la Ley Sálica y que por ende una mujer pudiera reinar.
Justo con este panorama político y proveniente de la India, llegó a España una gran epidemia de cólera, que en nuestro país se cebó en las ciudades de Vigo y Madrid, contándose en esta última por cientos los fallecidos cada día.
Los primeros casos de cólera en Madrid, se dieron a finales de junio de 1834, y aunque el Gobierno en un primer momento lo negó, lo cierto es que el 28 de junio, junto a la regente Mª. Cristina y la familia Real, (Gobierno y Familia Real), huyeron al Palacio Real de la Granja de San Idelfonso; cuestión ésta que generó gran indignación entre los habitantes de la capital.

 
La inminente guerra que se apreciaba en ciernes, la inseguridad, y la misma epidemia, hicieron que se desorbitaran los precios de los alimentos, y a todo ello, se sumaba el hecho de que Carlos María de Isidro se proclamaba heredero al trono en Elizondo (Navarra); cuestiones estas que convirtieron a las masas populares en un polvorín de indignación y desasosiego.
Justo en esos funestos días surgió el rumor por todo Madrid, de que la epidemia venía porque las clases altas, y los frailes, con el ánimo de acabar con la pobreza, la indigencia, y de quitar a apoyos a la causa “isabelina” de Isabel II, habían envenenado las fuentes de la ciudad; lo que conllevó a un motín de la población contra conventos e iglesias, conocido popularmente como la matanza de los frailes.

 
Fuera como fuese, es que fruto de aquella epidemia, el promotor de aquel carrusel del Paseo de las Delicias, también cayó víctima del cólera, y tras varios días de enfermedad, expiró en una calurosa tarde de agosto…
Al otro día el cortejo fúnebre del tío Esteban que es como popularmente se le conocía en la barriada, se dirigía hacia el cementerio, cuando de repente, del interior de aquella sencilla caja de pino crudo, se escuchaban golpes y gritos diciendo “que estoy vivo, que estoy vivo…”

 
Atónitos la familia y amigos de Esteban retiraron la tapa, para al momento ver levantarse del féretro al ilustre dueño del carrusel de Delicias.
La cuestión es que la anécdota corrió por todo Madrid, llamando desde entonces a aquel carrusel los caballitos del “tío vivo”, siendo esta la razón por la que la populosa atracción se ha conocido con el devenir de los tiempos con este curioso nombre. FINEM.

domingo, 18 de septiembre de 2016

Un paseo por Traíd, en las cimas del Señorío de Molina.



Por las lomas de las cimas más septentrionales de Sierra Molina, serpentea la carretera que proveniente de Molina de Aragón, se dirige hacia Traíd.

 

No es raro en ese tramo encontrarse con gamos, corzos, etc… que plácidamente pastan en los pinares y sabinares que rodean al vial.
De repente al girar una curva, ser observan los tejados de las primeras casas,
 y es que Traíd a 1.373 msnm, se encuentra como escondido, agazapado…; la explicación segura es que sus primeros moradores decidieron esta ubicación para aprovechar la fértil vega, y así mismo protegerse de los vientos que por esta zona suelen ser fríos y poco acogedores.

 
No hay muchos datos relativos a su origen, aunque se sabe que esta zona ha estado poblada desde tiempos remotos; de hecho, se han encontrado restos de poblaciones celtíberas en las inmediaciones del actual pueblo.

 
Su nombre viene a significar áspero, que entiendo que puede serlo por la hostilidad de un terreno repleto de vastos bosques, y donde los vientos de norte al que por estos lares se le denomina cierzo, hace de las suyas.

 
Pero como os decía es un pueblo antiguo, de hecho, cuando el Rey Alfonso I de Aragón, conquista las tierras de la actual comarca de Molina de Aragón a los árabes, concede en el año 1128 la tenencia de Traíd a un tal Gualter Guallar; lo que indica que ya en el siglo XII existía el pueblo, con tal identidad. 
Alfonso I el batallador
wikimedia.org
Pero además Traíd contaba con un recurso natural, que le ha proporcionado gran importancia, y es que, en plena vega, mana un manantial de agua salada; manantial que ha sido aprovechado desde tiempos inmemoriales.
Es fuente salada desde el medievo ha sido utilizada a través del sistema de salinas, para producir el blanco alimento, que tan importante era en su tiempo, básicamente para la conservación de los alimentos.
http://www.verpueblos.com/
Cuando se crea el Señorío de Molina, y bajo el gobierno del primer Conde, Don Manrique de Lara, éste otorga facilidades y derechos a pobladores, provenientes básicamente del País Vasco, de ahí que no falte en ningún pueblo de la comarca un juego de trinquete, y así mismo ocurre en Traíd; y a su vez los Lara, comenzaron la explotación directa de las diversas salinas que se comprendían en las tierras del Señorío; otorgándole ello además mayor poder económico, y capacidad en su independencia.

 
El Fuero del Señorío de Molina, que venía a ser como la Constitución o Estatuto del mismo, y que data del siglo XII; alude al respecto que: “Do a vos en fuero que siempre todos los vecinos de Molina y su término, así caballeros, como clérigos, eclesiásticos y judíos, prendan sendos cafices de sal cada año e se den en precio de estos cafices, sendos mencales, et prendan estos cafices en Traid o Almallas.”

O lo que es lo mismo permitiéndose a los vecinos de Molina tanto plebeyos, como a caballeros, como clérigos y judíos que pudieran tomar anualmente dos cahíces (medida de capacidad) de sal en Traíd o en Armallá (haciendo referencia a las Salinas de Armallá).

 

Este texto del fuero de Señorío de Molina, ya remarca la importancia de la sal, recordemos que de ahí viene el término salario, y nombra dos explotaciones de salinas, las de Armallá, en el término municipal de Tierzo y las de Traíd.

 
También al respecto la quinta Señora de Molina, Doña Blanca Alfonso en su testamento hecho en el año 1293; deja escrito que: “que canten diez capellanes cada anno e para s.j.e lo que ayan cada anno cada quinientos mrs en las rentas de las mis salinas de Aramllá e de Trayd…” aludiendo a que diez capellanes canten en estas salinas.

Así pues y vista la importancia que a lo largo de la historia han tenido las salinas de Traíd, junto a la bojeda en plena vega, hablamos ahora de la fisionomía en sí de la población.

 
Como ya os indicaba Traíd se encuentra en la parte alta de una vega de inefable belleza, ciertamente encosterado, siendo su parte más alta la entrada a la población proveniente de Molina y de Alcoroches, y la más baja, la salida hacia la vega, junto a la Iglesia dedicada a la Virgen del Rosario.
 
La Iglesia dedicada a Nuestra Señora del Rosario, al igual que el resto del pueblo se encuentra como escondida, es decir la espadaña apenas si se vislumbra de lejos, aunque ello tiene una explicación y es la evolución constructiva que el mismo templo ha tenido a lo largo de los siglos.

 
Su origen es medieval, pero allá por el siglo XVII, se produjo una gran obra de transformación, que elevó los techos de tal manera, que la torre prácticamente quedó a la par en altura que el resto del tejado.

 
En su interior hay varios elementos relevantes; por un lado, su retablo barroco, y por otro lado un cuadro de San Francisco de Asís, que encierra en sí mismo una gran leyenda.

 
Tras la muerte de Carlos II (el hechizado), se produjo una cruenta guerra civil en España, entre partidarios del francés Felipe de Anjou, y el austriaco Archiduque Carlos.
Las gentes de Molina, desde el primer momento, como el resto de Castilla apoyaron al Borbón (Felipe de Anjou); y os cuento lo anterior para que entendáis la leyenda que sobre el cuadro se cuenta; y es que se dice que el 1 de noviembre de 1705, en el momento que las tropas austriacas entraban en la villa de Molina…; a unos kilómetros en la Iglesia de Traíd, el lienzo de San Francisco de Asís comenzó a llorar sangre.

 

De este suceso llegaron noticias a los franciscanos de Sevilla, los cuales encomendaron a fray Martín Rosillo, que a la postre era el guardián del convento de Molina, que hiciese averiguaciones al respecto.
Antigua Iglesia y Covento de San Francisco en Molina de Aragón

A las pocas semanas el fraile de Molina remitió carta a Servilla, escrita y firmada de su puño y letra contando que: “el cuadro estaba en una habitación de la casa del cura de Traíd, don Pedro López; y el citado 1 de noviembre, notó el cura como del lienzo comenzaba a manar sangre, manchando incluso el marco, siendo testigo de ello, más feligreses del pueblo…”
Fuera como fuese, la cuestión es que desde entonces las fiestas patronales de la villa, giran en torno a la figura de esta Santo.
Y aunque tradicionalmente las fiestas se celebraban en septiembre, para facilitar la estancia de los traideños que viven fuera, desde hace lustros, se celebran del 11 al 14 de agosto.
Comienzan con un tradicional canto al Santo el día 11; y son muy típicas las cenas populares a base de migas con chocolate, y que se celebran al resguardo del gran trinquete, construido como reza en una piedra en el año 1947, hecho de piedra de sillar, recubierto de cemento y pintado de verde.

 
Y pese al traslado a agosto, todos los 17 de septiembre en Traíd es fiesta mayor, sacando en procesión al Santo por las empinadas calles de la población.
A espaldas de la iglesia, se encuentra un humilde cementerio, que al igual que el resto del pueblo también se encuentra protegido, por un gran peñasco, al que los lugareños denominan el castillo.

 
 
 

En mayo, es tradición subir hasta la cima del mismo, donde junto a una cruz hecha con madera de sabina, el sacerdote del lugar bendice los campos de la vega.
 
La verdad que la panorámica que desde allí se vislumbra, tanto de la población, como del valle, son de una belleza difícilmente descriptibles.

 
 
Justo debajo del peñasco y junto a la pared norte de la Iglesia hay una pequeña cueva, de donde brota una cristalina y fría agua, convirtiéndose en un pequeño navajo, donde no es extraño ver animales bebiendo agua.

 
Cuando se producen fuerte periodos de lluvia, o deshielo de grandes nevadas, éste se desborda, despeñando alegremente sus aguas  hacia le vega, camino de la bujeda y del río Gallo.

 
Frente a la iglesia permanece perenne el tronco del gran olmo que allí hubo, y que sucumbió a la grafiosis, pero que sus vecinos quisieron homenajear dejándolo allí presidiendo el día a día de la población, embelleciéndolo con decenas de tallos de hiedra. 

 

Las calles y  plazas de Traíd son amplias, con casas de gruesas paredes, y la mayor parte de ellas encaladas, tapando la piedra original y tradicional del caserío de esta zona de Señorío.

 
 
 
 
 
Son memorables como en todos los pueblos de esta comarca, las grandes hogueras que en el trinquete se hacen la tarde noche de la Nochebuena, para permitir que pese al frío el vecindario pueda compartir el tiempo y el espacio, todo ello acompañado de zambombas y turrón.
Además de todo lo anterior Traíd cuenta con otros importantes edificios y construcciones, como la fuente del Pilar, la fuente del Cubillo, la ermita de la Soledad, la ermita de Santa Lucía, etc… 
 
 
 

Y sobre todo Traíd, por su ubicación y orografía, cuenta con un patrimonio natural y paisajístico, en el que en cualquier época del año es recomendable imbuirse en él, y darse un “baño” terapéutico de naturaleza en estado puro; suponiendo una reconciliación entre el ser humano con la tierra.
Termino este post, con la recomendación de visita a Traíd y su vega, y con el firme deseo de perderme pronto por su bujeda. FINEM 



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