jueves, 7 de noviembre de 2013

UNA HISTORIA DE AMOR AL COMPÁS DEL VIENTO POR LAS TIERRAS DE CASTILLA. (El Mambrú de Arbeteta y la Giralda de Escamilla)




 El Mambrú
El cantautor  Ismael Serrano en su disco “La memoria de los peces” publicaba una canción de título “Triste y dulce historia de amor”; en la que narra el relato de un amor imposible con frases lapidarias como “pero como todas las historias de amor… al menos las más bellas, la nuestra por supuesto también acabó en tragedia…” y este podría ser el preámbulo de la historia que os voy a contar en este post bloguero. 


Desde hacía mucho tiempo había oído hablar de una curiosa veleta que coronaba los cielos del pueblo guadalajareño de Arbeteta, allá donde el río Tajo abandona los farallones rocosos, para pasear plácidamente entre campiñas y suaves colinas camino de Trillo.
Esta veleta símbolo absoluto del pueblo tiene el nombre de Mambrú, y hace unos años aprovechando las vacaciones de navidad me acerqué a Arbeteta para conocerlo in situ; os lo conté en este post:
El origen de la palabra Mambrú viene de la Guerra de sucesión española; esa que enfrentaba al Archiduque Carlos de Austria, y a Felipe de Anjoy (futuro Felipe V) por la corona de España.

 Se produjo una batalla que retó  a franceses contra ingleses; los primeros creyeron haber acabado con la vida de John Churchill (Duque de Marlboroug), y como consecuencia de ello surgió la famosa canción burlesca hacia el soldado; por influencia de los borbones, y tras haber ganado éstos la Guerra de Sucesión, la canción llegó a España, reduciendo el Marlboroug por uno mucho más pronunciable a la lengua de Machado, Mambrú.

 

Pues bien como os decía al principio, el  Mambrú de Arbeteta no sólo es una veleta que anuncia los vientos de poniente cuando estos peinan los trigales; sino que además supone un recuerdo a esos amores imposibles con motivo de los prejuicios de antaño, las posiciones sociales, los dineros y la codicia…

Arbeteta


Así que a caballo entre la tradición oral y la leyenda aquí va la historia del soldado más famoso de Arbeteta:
Corría el siglo XIX, cuando un joven de Arbeteta, de origen muy humilde, bien parecido e hijo del sacristán, marchó con varios amigos al pueblo alcarreño de Escamilla con motivo de las fiestas patronales; nada más arribar a las primeras casas se cruzaron con un grupo de muchachas, donde destacaba una en concreto, de piel morena, ojos negros, y exageradamente bella.
Ella era hija de un terrateniente de la zona, déspota y maleducado que la controlaba en todo momento, pues conocedor de las pasiones que levantaba, quería para ella, un mozo de familia rica.


 Escamilla

El de Arbeteta y la de Escamilla tras conocerse  se enamoraron, comenzando un romance furtivo y secreto.
Romance que duró poco en el tiempo, pues el padre de ella al enterarse, enfurecido impidió que volvieran a verse; consideraba que él era poco para su hija, y que a su vez éste sólo perseguía la gran dote que acompañaba a la de Escamilla.
Para asegurarse de que no se vieran, el padre de la muchacha, la encerró en la habitación más segura de su casa palacio, poniendo a los sirvientes más fieles a vigilarla de forma continua y con todo el rigor.


El muchacho confiado en que ella lo esperaría el tiempo preciso, marchó a la guerra para hacer fortuna.
 Durante las campañas fue ejemplo de lealtad, bravura y valentía frente a los ejércitos enemigos, lo que le reportó rápidamente prestigio y ganancias…; de hecho al tiempo regresó a Arbeteta, vistiendo un elegante uniforme de Sargento de granaderos de la Guardia Real, y un importante petate repleto de monedas de oro.


Las gentes de Arbeteta orgullosas de su soldado, comenzaron a llamarle Mambrú, por la popular canción que os comentaba al principio del texto.
Al domingo siguiente posterior a su arribada a Arbeteta, vestido de forma impecable con su lujoso uniforme, se plantó en la misa mayor del pueblo de Escamilla.
  Su visita llenó la homilía de murmullos y cotilleos, las chicas se levantaban los tules que a modo de velo tapaban sus caras para admirar al joven soldado, los niños se le acercaban, y todos curioseaban sobre la identidad de aquel sujeto, y las razones que lo habrían traído hasta Escamilla.
Al terminar la misa, Mambrú, se dirigió al padre de su enamorada, para pedir la mano de ésta.
Pero al padre le seguía pareciendo poco para su hija, y le pidió que se marchase del pueblo y no volviera; de no ser así amenazó con encerrar a su hija de por vida.
Mambrú desconsolado, quedó plantado bajo el esbelto campanario de Escamilla, hasta que llegó el sacristán del pueblo, amigo de su padre y que lo llevó a su casa para departir con él, y de alguna manera consolarle en ese dolor.

La hija del sacristán de Escamilla, era la confidente amiga de su bella enamorada, y ambos dos urdieron un plan.
Tras conversar y comer con ellos, Mambrú retomó el camino hacia Arbetea, sombrío y cabizbajo, pensaba en lo injusto que todo era, por la tozudez y ambición del viejo terrateniente.

Al cabo de unos días, las gentes de ambos pueblos pudieron observar cómo mientras sonaban las campanadas del “ángelus”, el mozo vestido con su uniforme de granadero, ondeaba un banderín desde lo alto del campanario de su pueblo mirando en dirección a Escamilla; al tiempo que su enamorada hacía lo mismo con un delantal desde el pueblo de Escamilla, mirando en dirección a Arbeteta, y acompañada de su amiga la hija del sacristán. Y es que en los días claros, parece ser que ser perciben con nitidez los chapiteles de las dos torres.



Un día los escamilleros y los arbeteteros observaron como Mambrú y su amada apuraron sus saludos desde el campanario mucho más de lo normal, hasta el ocaso del día…; y es que Mambrú regresaba a la guerra, para conseguir mayor fortuna y graduación, a ver si de esta manera, convencía al padre de su enamorada.


Pero el destino no estaba de su parte, consiguió mayor graduación, de hecho lo nombraron capitán, pero una bala perdida le partió el corazón…, como antes lo había hecho el padre de la muchacha de Escamilla


La muchacha al enterarse de la noticia, enfermó de tristeza y melancolía, y cuentan las gentes del lugar, que siguió subiendo al campanario en el ocaso de todos los días, para llorar su desgracia, agitando un pañuelo de color negro…; a las pocas semanas yació muerta en su cama…
Las gentes de Arbeteta y de Escamilla sobrecogidas por el final de aquella historia, decidieron perpetuar su memoria, coronando sus respectivos campanarios con dos veletas, la de un granadero en Arbeteta y la de una muchacha en Escamilla.


                            Mambrú de Arbeteta

  Giralda de Escamilla             

                          Arbeteta



Escamilla




De esta manera seguirían “mirándose” con los impulsos del viento, que les llevaría además sus susurros y sus besos.
Como si el destino quisiera seguir cebándose con esta triste historia de amor, finalizando el siglo XX, ambas veletas fueron destruidas por un rayo, primero ella y luego él…



Pero de nuevo los vecinos de Escamilla y de Arbeteta, orgullosos de sus enamorados más famosos, elaboraron sendas veletas con madera de sabina y recubiertas de latón…; y que a día de hoy, al compás del viento siguen luciendo su amores por las tierras de Castilla… FINIS
  



sábado, 26 de octubre de 2013

TITAGUAS despliega sus velas.



 
 Panorámica de Titaguas
Desde siempre me han gustado las personas creativas, activas, que no se limitan simplemente a pasar por la vida, sino que allá por donde van dejan su impronta, y éstas son sin lugar a dudas algunas de las cualidades que adornan a Ramiro Rivera Gracia.

 
Hablar de Ramiro me resulta fácil, es lo que tiene poder hablar bien de la gente; pues Ramiro es de esas personas que puedes denominar AMIGO con mayúsculas, de los que siempre están, y de los que antes que lo necesites ya se ha volcado por intentar ayudar.

 Ramiro Rivera Gracia
Ramiro además de muchas otras cosas es Acalde de Titaguas, un pueblo situado en la serranía valenciana a unos  720 metros sobre el nivel del mar; ostentando la vara de mando desde el año 1999; siendo en ese momento uno de los Alcaldes más jóvenes de la geografía española; y es que sus paisanos lo quieren por su autenticidad, por lo buena gente que es, y por su desvivir en pro de su pueblo y sus moradores.
Sólo hay que darse un paseo por las calles de Titaguas, para comprobar el importante trabajo que se ha hecho en materia de urbanismo, medio ambiente y sobre todo en servicios para los ciudadanos.


Pero además de todo lo anterior desde hace unos años Titaguas es referente por la cantidad de actividades de índole cultural, deportivo, de ocio y de esparcimiento que a lo largo del calendario se van celebrando, algunos repetidos y otros inventados, como es el caso del que os voy a contar.

 


A finales del pasado mes de julio, Ramiro me llamó para invitarme a una actividad denominada “la noche de las velas”; se trataba de un proyecto en el que la corporación municipal se había metido de lleno, para entre otras cosas dinamizar el comercio y los servicios de hostelería y restauración del pueblo en los albores del mes de agosto.

  
Así que sin saber muy bien de que se trataba, una buena amiga y yo, la noche del sábado día 3 de agosto, nos dirigimos hacia la villa serrana.
Las suaves temperaturas, y un cielo totalmente despejado y con ello estrellado, ya hacían presentir que iba a ser una noche especial…; aún no éramos conscientes del espectáculo que los titagüeños habían organizado.
Nada más llegar llamamos a Ramiro, que como no podía ser de otra cosa estaba al pie del cañón comiéndose un bocadillo en la plaza mayor…; junto a él, su Teniente de Alcalde, Amelia Chavarría Francisco, conocida como “la Checana” por ser natural de Checa, uno de los pueblos más bellos de la provincia de Guadalajara.
  Checa (Guadalajara)
Y es que entre Amelia y Ramiro como máximos coordinadores habían montado aquella movida…
Por la mañana decenas de pintores venidos de todo el país, se dedicaron a retratar esquinas y rincones singulares de Titaguas, que os aseguro los hay por doquier.
Asimismo y a lo largo de toda la jornada los bares y restaurantes del pueblo organizaron lo que se denominó la ruta del tapeo, donde por apenas diez euros podían degustarse productos y gastronomía típica de la zona para recobrar fuerzas y seguir disfrutando de la fiesta.


Pero el plato fuerte de la fiesta llegaría con el ocaso del día, a eso de las veintidós horas, cuando la noche ya lo cubría todo, el alumbrado público de Titaguas se desconectó, para que en  apenas cinco minutos los titagüeños encendiesen los más de ocho mil cirios que habían colocado estratégicamente por sus calles y fachadas…


 
 
 
 
 
 
 
Al mismo tiempo una agradable música instrumental sonaba por los altavoces dedicados a dar los bandos municipales.

 
 
 
Ramiro y Amelia, hicieron de  magníficos anfitriones; nos llevaron a ver toda la localidad, que estaba más bella que nunca.

 
Es difícil explicar con palabras las sensaciones que surgían al ver todo un pueblo iluminado con pequeñas candelas, sobrecogía ver las enormes antorchas que iluminaban su vetusto campanario, la iglesia, la plaza, los callejones, las fachadas, los balcones… 

 
A la vez decenas de niños con los ojos iluminados de ilusión, corrían de un lado para otro vigilando que ningún cirio se apagase…; y en cada esquina, en cada rincón un concierto de música en directo, la mayoría de músicos naturales de Titaguas y de la comarca; siendo ésta una fantástica manera para mostrar su trabajo y darse a conocer.

 

Un grupo dedicaba canciones al gran Frank Sinatra, otro eran más rollo pop y rock, dentro de la Iglesia del Salvador, música clásica, en la zona alta del pueblo música de banda, y en una recoleta placita un chico tocando la guitarra española…; y como no, también las personas mayores de Titaguas desempolvaron sus bandurrias y guitarras para dar un precioso concierto de rondalla.

 
  
 
 
 
 
 
 
Además de todo lo anterior en varias fachadas, se proyectaban imágenes antiguas del pueblo, tanto de su fisionomía, como de formas de vida, trabajo, tradiciones, etc…
 
 
 
 
Así mismo en una de las partes altas del pueblo, justo detrás del alojamiento rural “Casa Abuelina” que os recomiendo (http://www.escapadarural.com/casa-rural/valencia/abuelina) estaba un ilustre titagüense, experto en astronomía y que ha creado en el pueblo una escuela dedicada a estos menesteres; en el siguiente enlace podéis saber más sobre la misma: (http://www.escuelacosmofisica.com/); y allí con la ayuda de un preciso telescopio, y un puntero de luz, que os aseguro a mí me dejó flipado, nos estuvo mostrando las distintas constelaciones, galaxias, nebulosas, etc…; también dio el tema para departir sobre la preocupante contaminación lumínica que desde allí pese a distar casi noventa kilómetros de la capital valenciana también se apreciaba.

 
La ilusión que se percibía en el ambiente, el aroma a cera fundida, los acordes de las notas musicales, la tenue luz de miles de pequeños fuegos, el cielo estrellado y la buena compañía hicieron que desde luego fuese una noche inolvidable.
 
 
 
Acabo este post agradeciendo a Amelia y a Ramiro el trato que nos dieron, y felicitándoles por tan buena iniciativa, esperando al año que viene poder volver acompañarles en tan agradable aventura.

 

LOS AMANTES DE TERUEL. Una bella y triste historia de amor.

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