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martes, 15 de noviembre de 2011

UN LUGAR PARA RECONCILIARTE CON EL MUNDO: Cabo de Peñas




Desde siempre me han encantado los entornos naturales y agrestes; y pese a que vivo en una gran ciudad, me siento más campero que urbanita; tal vez porque mis primeros dieciséis años los viví en la comarca de Molina de Aragón, cuyo entorno natural y paisajístico son de una belleza absoluta.

Pues bien dicho lo anterior os querría presentar un lugar que conocí el pasado verano, mientras hacía el Camino de Santiago por tierras asturianas; es un lugar del que me acuerdo en infinidad de veces, y al cual me gustaría “teletrasportarme” día si y día también, a disfrutar de sus magníficas puestas de sol, a gozar con las brisas del bravo Cantábrico, y a sentirme feliz por ser testigo de un lugar así.

Me estoy refiriendo al Cabo de Peñas, esa porción de tierra que más se asoma sobre el Cantábrico en las tierras asturianas, y que situado entre las ciudades de Gijón y Avilés supone todo un espectáculo para los sentidos.

En el mismo cabo existe un faro, sobre el cual giran toda clase de historias y leyendas relativa a la cantidad de pescadores y marineros a los que ha guiado a lo largo de los siglos, sobre todo en las noches de tormenta y temporal.

Y es que este faro se considera el más importante y el de más alcance del litoral asturiano, siendo luz y guía de los hombres y mujeres de la mar desde el año 1852.

Faro Cabo de Peñas
Su linterna también es antigua, se adquirió en la Exposición Universal de Barcelona de 1929, siendo visible con buen tiempo desde 41 millas, y con bruma desde 18. (1 milla = 1852 metros).

Anteriormente a la construcción de este faro, ya se guiaba e iluminaba desde este punto a los pescadores y marineros a través de grandes hogueras frente a pantallas de piedra, que iluminaban el cabo indicando el camino de regreso hacia la costa.

Desde esta atalaya los días de buen tiempo, se aprecian la práctica totalidad de los cabos asturianos de oeste a este, desde Cabo Vidio hasta la Punta de Tazones.

Y así mismo en el horizonte se aprecian los grandes barcos mercantes que desde el resto de Europa navegan hacia Galicia, Portugal, Andalucía o tierras de África.

Es sin lugar a dudas uno de esos sitios que no te dejan indiferente, y que se quedan grabados a fuego como uno de esos lugares a los que a lo largo de la vida debe ser de obligado cumplimiento volver.

Si tuviera que ponerle una música, desde luego sería de origen celta, con instrumentos de viento como la gaita o la flauta de palo, y también algo de percusión; alguna de esas preciosas composiciones de José Ángel Hevia, o de Carlos Núñez, ¿qué os parece la de Mar Adentro?

Os lo recomiendo, ya me contaréis…



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