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sábado, 24 de mayo de 2014

Y SE FUE POR " LOS CERROS DE ÚBEDA..."



 
Úbeda. www.ojodigital.com

Hagamos un viaje en el tiempo, para llegar a la España de principios del Siglo XIII; la religión manda sobre todas las cosas y la piel de toro está sumida en una cruenta guerra, que a modo de cruzada se pelea por el Dios al que rezar.

 

Corre el año 1212, un caluroso 16 de julio, Junto al pequeño pueblo  jienense de Santa Elena, se produce una cruenta batalla donde se enfrentan los ejércitos de los diversos reinos cristianos que componen el centro y el norte de la actual España: Castilla, Aragón y Navarra, contra las huestes  almohades, (lo musulmanes que dominan el Al-ándalus).
El historiador Vara Thorbeck ha llegado a la conclusión de que los batallones eran numerosos, si bien más los morunos que los cristianos, estimando que el primero lo componían unos veinte mil, frente a los doce mil de los segundos.
En un principio por estrategia y forma parecía que iba a ser el ejército árabe el vencedor de la contienda, pero una última escaramuza de los cristianos desestabilizó a los ávidos arqueros almohades, confundiéndose en el tumulto uno y otro bando…; la batalla fue de tal calibre y crueldad, que los cadáveres de los soldados se acumulaban por cientos, cubriéndose por completo el valle que conforma el paraje denominado las Navas de Tolosa; nombre con el  cual luego se recordaría aquella batalla histórica.

 

El triunfo cristiano, supuso la desestabilización del Al-ándalus, y el comienzo del fin de los reinos almohades en suelo de la Península Ibérica.
Así pues tras las Navas de Tolosa vinieron muchas más batallas, hasta la rendición del Reino de Granada el 2 de enero de 1492; y en una de estas batallas, y en territorio que después fue durante muchas décadas frontera entre árabes y cristianos, se sucedió una historia que llega hasta el día de hoy en forma de dicho popular…
Corría el año 1233 las huestes cristianas se preparaban para tomar la villa de Úbeda, frente a Sierra Mágina y a escasos cien kilómetros en línea recta de la corte almohade en la Palacio Rojo de la Alhambra.

La Alhambra de Granada
Sierra Nevada desde los campos de Úbeda

Al frente de estas tropas estaba el rey cristiano Fernando III, que luego apodaron como el Santo, y que dispuso a sus capitanes en diversos puntos rodeando el fortín musulmán de Úbeda para el momento de iniciar la batalla.
 
 
Uno de estos capitanes de nombre Álvar Fáñez, (igual que el hombre de confianza y mano derecha del Cid); estaba posicionado según la estrategia marcada en una loma recayente al valle del río Guadalquivir; esperando el momento del ataque decidió dar un paseo entre los espesos encinares, cuando de repente encontró bañándose en un pequeño arroyo a una bellísima mora. 

 

Ésta que se encontraba totalmente en cueros, al verse sorprendida por el capitán cristiano, optó por la total normalidad, para al instante pasar ambos a los requiebros, las miradas, las sonrisas…, los piropos y las galanterías, y así una cosa llevó a la otra.
La cuestión, es que cuando llegó el momento del ataque y de la batalla, Álvar Fáñez estaba en otros menesteres, mostrando a la historia que cristianos o musulmanes, todos éramos y somos iguales…

 
La batalla acabó con victoria cristiana, y el Rey quiso saber de inmediato dónde había estado su capitán Fáñez…; éste requerido a que diera algunas explicaciones se limitó a decir “Anduve por esos cerros Señor…, por los cerros de Úbeda”.

 

Si estamos ante una ucronía o no, es decir una reconstrucción lógica de acontecimientos históricos no acaecidos, pero que podrían haber sucedido, es algo que los historiadores deben de dilucidar.
Pero sin lugar a dudas es una frase más que acertada no sólo por la aplicación que se le da a día de hoy, referida a irse por la tangente; sino por el verdadero placer que supone pasear por la ciudad renacentista de Úbeda.

 

 

 

 

Y asomarse a esos grandes miradores, observando los cerros ubetenses,  para a continuación sumergirse  y perderse en un mar de olivos, pensando en aquellas palabras de Machado…

 
 
 

“¡El campo andaluz, peinado por el sol canicular, de loma en loma rayado, de olivar y de olivar!”... VALE


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